JÓVENES LADRIPROGRESISTAS

Apuntes sobre La Cámpora o mi (de)generación

La Cámpora parece estar haciendo lo opuesto que los jóvenes en otras partes del mundo, opina el autor: ingresa al sistema desde arriba para gastar ahora la riqueza cíclica del boom de commodities en nombre de las generaciones futuras.

Por MICHAEL SOLTYS
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Buenos Aires Herald). Tal como les gusta argumentar a los líderes del oficialismo, incluyendo el candidato a vicepresidente Amado Boudou, las mismas voces que desde hace tiempo reclaman una renovación política y revertir el desencanto de la juventud con la política partidaria critican ahora al movimiento juvenil ultra-K de La Cámpora, que goza actualmente de la aprobación presidencial. Un argumento válido que quizás se responda mejor al señalar la naturaleza verticalista de La Cámpora, que contrasta tanto con las tradiciones políticas argentinas como con las costumbres del mundo de hoy.
 
La ruta tradicional de ascenso en los partidos argentinos ha sido el de empezar como jóvenes activistas del partido y escalar hasta convertirse en la futura generación de la burocracia partidaria.
           
La Cámpora invirtió este proceso al servir como atajo para asegurarse altos puestos administrativos ( sin hablar de candidaturas ) en forma inmediata.
           
Esta juventud emponderada no sólo desplaza a los veteranos del partido que han hecho el trabajo duro, sino que le quitan al mismo tanto su próxima generación como también la voz de la conciencia de una juventud militante que critica los vicios burocráticos desde afuera.
           
Gran parte de lo que está mal con el sindicalismo argentino tiene su origen en haberse ganado la mayoría de sus privilegios de arriba, de manos del primer gobierno peronista, en lugar de tener que luchar por ellos durante casi un siglo tal como sucedió en Europa y América del Norte.
            
Hay que tener cuidado con este síndrome en la vida política.
            
Un movimiento juvenil verticalista también desentona con el mundo de hoy.
            
Si observamos la Primavera Árabe o los “indignados” de los países mediterráneos, vemos a una generación más joven que se halla por fuera de los sistemas políticos y económicos establecidos y emplea la última tecnología — y en este caso, el medio es más que nunca el mensaje, tal como dijo célebremente Marshall McLuhan (este mes se cumple el centenario de su nacimiento) — para rebelarse contra sus mayores, que gastaron en ellos sus futuras riquezas, para cargarlos con una deuda imposible y un futuro aún más sombrío.
           
Es que esta crisis no es meramente cíclica precisamente por las nuevas tecnologías de la juventud con el potencial para destruir literalmente millones de puestos de trabajo ( la economía más grande del mundo en los Estados Unidos pierde así su dos sostenes del crédito: la vivienda y el salario).
            
La Cámpora parece estar haciendo exactamente lo opuesto que los jóvenes en otras partes del mundo: ingresa al sistema desde arriba para gastar ahora la riqueza cíclica del boom de commodities en nombre de las generaciones futuras.
           
Un George Bernard Shaw podría pensar que en estos jóvenes se desperdicia más que la juventud.

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