Porqué Kirchner es tan impopular en Chile

Néstor Kirchner nunca tuvo buenas relaciones con Chile, lo sabe cualquiera en Santa Cruz, su terruño. Pero como Presidente -al igual que en tantos temas- intentó prometer que imitaría a Ricardo Lagos (un rapto de humor negro, sin duda). Luego, desencadenó una terrible crisis energética en el vecino país, a partir de la crisis energética que profundizó en la Argentina. La revista Capital, de Santiago de Chile, cuenta así la angustia chilena por el incumplimiento K. POR SOLEDAD PÉREZ R.

Abril fue el peor mes: industrias con las llaves de paso cerradas, gas apenas para las casas y los comercios y un fuerte cuestionamiento a las au-toridades. La crisis de suministro está golpeando los balances de las empresas y también de las distribuidoras. Y en mayo, si no llueve, el sector eléctrico las verá duras para producir lo que el mercado de invierno necesita. Un problema que pareciera no tener fin.

Si la crisis del gas no ha tomado ribetes de escándalo se debe fundamentalmente a que las casas y los comercios aún tienen suministro y la luz no se ha cortado. Tras bambalinas, sin embargo, la situación dista de ser normal: en abril se cerró la llave a casi el 80% de las industrias del Gran Santiago y la V Región; y en la VIII, al 100%. En el sector eléctrico, las cosas no fueron mejores. Las empresas reconocen que están trabajando "al día" y que si bien tienen una cierta holgura para enfrentar una emergencia, si no llueve pronto el panorama podría ponerse color de hormiga, dado el aumento de la demanda que se produce en invierno.

Y aunque en mayo podría haber más suministro desde Argentina porque aumenta la capacidad de producción y entran al sistema las compañías que estuvieron en mantención, los empresarios ya no están para hacerse ilusiones. La experiencia de abril, en que les avisaban horas antes si tendrían o no el famoso gas, les enseñó a no confiarse. El problema está en que aun si se normalizara el déficit, dicen, ¿quién garantiza que el problema no se repita el próximo año?

El ánimo en el sector industrial no es de los mejores. En privado muchos se quejan de que si bien producir es su propio problema -como lo ha recalcado el gobierno- echan de menos una actitud más decidida de la autoridad para hacer valer el protocolo gasífero con Argentina. La polémica cruza el espectro político y se ha instalado como un tema importante en la agenda preelectoral. No hace mucho, Joaquín Lavín le pidió al presidente Lagos que golpeara la mesa frente a Argentina, tal como lo hizo en su oportunidad frente a Bolivia.

Declaraciones más o menos, lo cierto es que "el gas argentino es escaso, seguirá siendo escaso y crecientemente escaso", como dijo el ministro de Economía, Jorge Rodríguez Grossi. Mientras tanto, los industriales han corrido a buscar refugio en combustibles alternativos -como gas licuado y petróleo diesel- para seguir produciendo. Según un estudio preparado por Gamma Consultores, esta desconfianza en el gas se ve en que a fines del 2003 el 75% de las empresas productivas de las regiones V, VIII y Metropolitana contaba con alternativas y a marzo pasado ese porcentaje se elevaba a 86%.

Lo malo -como se ha dicho- es que el gas licuado es entre tres y cuatro veces más caro que el natural, y que el valor del diesel, al que han recurrido algunas generadoras eléctricas como Colbún, ha crecido 30% en lo que va corrido del año. Y todo indica que no parará. El propio ministro Eyzaguirre dijo hace unos días que la escalada en el precio del petróleo es una posibilidad cierta. Vaya problema. Chile importa 2.500 millones de dólares de ese combustible por año, una cifra que en este contexto crecerá considerablemente.

La contingencia ha llevado a la administración Lagos a buscar soluciones, entre las que se cuentan un proyecto de gas natural licuado (GNL) a cargo de Enap -con un costo de 400 millones de dólares- y negociaciones con Perú para que este país pueda enviar el 25% del requerimiento local de gas, lo que aliviaría la situación del norte. Y aunque las gestiones han sido bien recibidas por los empresarios, la pregunta es qué se puede hacer en el corto plazo, porque la ausencia de gas está golpeando fuerte al aparato productivo y en el ámbito de las eléctricas el margen de maniobra se estrecha cada día.

Eso sin contar a las distribuidoras de gas natural, que a menos de diez años de haber partido ven con incertidumbre cómo sus balances se comienzan a deteriorar. Y no es poco. Expertos argentinos han dicho que la crisis podría durar otros cuatro años, una pésima noticia para estas compañías, que aún están en fase de rentar sus operaciones y pagar las inversiones con que partieron. Metrogas, con sus redes de más de 4 mil kilómetros, es la más "antigua" de la industria y redujo sus ganancias en 63% en los primeros tres meses del 2005. Y aunque su rentabilidad mayor está en el negocio residencial y comercial, sus números a futuro seguirán dependiendo de Argentina.

La preocupación de esta empresa, que en la segunda mitad de abril sufrió recortes de hasta 56% de su suministro normal, es evidente. Un dato que ha pasado inadvertido hasta ahora es que en marzo firmó un contrato con Gasmar -filial de Gasco como ella- para inyectar propano aire a las redes que conectan con sus más de 321 mil clientes domiciliarios y pequeñas industrias (centros hospitalarios, comercios, etc.) en caso de que el gas no llegue. Una muestra de que la situación no es para nada holgada.

El punto es que el gas natural, que fue la gran promesa de la política energética del país, se ha transformado en un gran fiasco. Argentina ha dicho que los precios del combustible -cuya pesificación causó gran parte de la debacle actual- se irán incrementando paulatinamente y en esa medida la demanda, hasta ahora disparada a niveles insospechados, se ajustará. ¿Cuánto tardará en normalizarse la situación?

Por ahora ha sido Chile quien ha "pagado" el déficit argentino. Y a niveles sin precedentes. Tras desembolsar sobre US$ 5.500 millones en montar una infraestructura para operar con gas natural, el país se ha quedado sin suministro. De los 10 millones de metros cúbicos que a diario pasaban por el gasoducto Gas Andes, en las últimas semanas apenas llegó el 25%: lo suficiente como para abastecer a las casas y los comercios, que son el 8% de la demanda, y el resto para repartirlo entre las eléctricas.

Una pregunta que ronda con fuerza es quién pagará los costos de la crisis.

Sofofa: la situación va a empeorar

En la Sofofa (N. de la R.: la UIA chilena) hay preocupación. "Lo más grave es que la situación, en vez de mejorar en el curso de los próximos dos a tres años, va a empeorar. Los incumplimientos serán crecientes", dice Andrés Concha, secretario general del gremio.

Y aunque según él "resignación no es la palabra que describe el sentimiento existente", los industriales parece que se tendrán que olvidar, al menos por un tiempo, del gas natural. Las dificultades actuales -explica- "no serán remo-vidas en el corto plazo" y por eso "todo el mundo ha tomado conciencia de que la situación obliga a funcionar con equipos de respaldo que requieren combustibles alternativos cuyos precios hoy son muy superiores". Para hacerse una idea, los aumentos de costos van entre dos y tres veces para las industrias y entre cuatro y cinco veces para las eléctricas por cada metro cúbico de menor abastecimiento argentino.

¿Qué les queda entonces? Buscar contactos, como lo han hecho, con empresarios y autoridades argentinas. Sobre la actuación del gobierno, reconoce que "algunas palabras (del ministro Rodríguez) han sido injustificadamente duras". "Pero otra cosa es su actuación frente a las autoridades argentinas -aclara-, donde se han hecho muchos esfuerzos para intentar mitigar una situación compleja desde el punto de vista político y diplomático y crítica en lo económico".

El golpe se ha sentido con fuerza, pero de alguna manera se ha mitigado con la mayor actividad en un año de reactivación. La Sofofa calculó, sobre la base de los metros cúbicos de diesel que consumen las eléctricas y las industrias, que las pérdidas en ambos sectores llegan a los US$ 2,5 millones mensuales. Por ahora, el alza en los costos se está trasladando a los balances. ¿Y después? "A futuro es posible que algo de ello pueda ser transferido a precios, particularmente en el caso eléctrico", advierte.

En lo macro, el buen año hará su parte. Porque si bien la demanda por empleo en la industria bajará, la fuerte actividad del comercio y la construcción la compensarán. Además, dice Concha, "los ingresos que se están perdiendo por el mayor costo de los combustibles están siendo más que compensados por el aumento de las exportaciones".

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