Sergio Kowalewski, un fotógrafo que cambió la historia

Las fotos de Sergio Kowalewski fueron clave para desarmar la estrategia oficial de presentar los homicidios de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki como el resultado de un enfrentamiento entre grupos piqueteros. Desde entonces hasta hoy, el único cambio en su vida de fotográfo profesional es que se ha convertido en docente. "Si las imágenes son censuradas en un medio deben ser entregadas a las instituciones", dijo días después de la masacre de Avellaneda. 3 años después del hecho, comenzó el juicio. En este marco es oportuno rescatar las declaraciones de un profesional que aportó material clave.

Sergio Kowalewski dicta los miércoles un curso de fotoperiodismo en la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo. También en testigo clave: será uno de las más de 300 que declaren en este juicio en donde sus rollos y copias se han convertido en evidencia.

Por lo demás, poco cambió desde aquella charla que mantuvo con lavaca a poco de haberse conocido las fotografías, las cuales merecerían el reconocimiento formal de un premio que -hasta ahora- nadie le entregó.

Su trabajo fue decisivo para el caso que conmocionó al país, sin embargo, pocos los que recuerdan a este profesional.

Sergio Kowalewski tiene 43 años y una larga trayectoria como fotógrafo independiente. Esto significa que desde hace años usa su cámara y oficio para registrar aquello que le interesa fotografiar: actos de las Madres de Plaza de Mayo, protestas sociales, trabajos comunitarios. Así se gana la vida, aunque el dinero lo consigue con su trabajo como fotógrafo de ceremonias familiares.

Sergio se convirtió en el autor de las imágenes que registraron la muerte de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki durante la protesta piquetera que se realizó el trágico miércoles 26 de junio, en Avellaneda. Esas imágenes -junto a las tomadas por Pepe Mateos, del diario Clarín- dejaron en evidencia la brutalidad policial, en general y del comisario Alfredo Franchiotti, en particular, hoy procesado por la justicia por esos homicidios. Sergio declaró en esa causa, como testigo, el sábado 29. Apenas regresó a su casa, recibió tres llamados. Eran amenazas.

Las imágenes tomadas por Sergio hablan por sí solas. Sin embargo, es interesante conocer lo que él dice sobre ellas para entender hasta dónde son el resultado no de un click en el momento oportuno, sino de largos años de disparar con un objetivo concreto: "no perder la dignidad". También son interesantes los detalles de la edición de esas fotografías.

Sergio reveló los rollos al día siguiente -el jueves- y cuando vio los resultados se comunicó inmediatamente con un abogado de la Correpi (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional) que había visto el día anterior en la protesta de Avellaneda. Correpi, a su vez, se comunicó con el diario Página 12 para advertir que tenían imágenes que demostraban cómo habían sido los hechos. El editor de fotografía de ese diario, Alejandro Elías, llamó entonces a Sergio y le pidió el material. Le preguntó, por supuesto, cuánto quería cobrar por esas imágenes. La respuesta de Sergio: "Eso yo no lo puedo cobrar porque sería como lucrar con la sangre de estos pibes. Lo único que les pido es que cualquiera que las quiera pueda usarlas de la misma manera que ustedes: gratis." Al llegar a su casa, fue su compañera la que le reprochó esa actitud. "Me llamó egoísta y soberbio. No porque pensara que tenía que llenarme de guita con eso, sino porque debía donar ese dinero a la organización que representaban esos muchachos". Sergio llamó al diario y les propuso que compraran medicamentos para entregar al MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados) de Almirante Brown. Todavía los están esperando. Le entregaron, en cambio, 150 pesos (poco más de 40 dólares) en concepto de pago por el uso de todas las imágenes.

Sergio decidió donar el dinero a ese movimiento. Sus dirigentes solo aceptaron 100 pesos. Consideraron que los otros 50 debían pagar los gastos de película y revelado.

A continuación, el testimonio de Sergio recogido por el Observatorio Social de Medios de la UTPBA (Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires) el libro Conflicto Social, Censura y Medios, de reciente aparición:

"Cuando tenemos que tomar decisiones entre la vida y la muerte, no podemos ser neutrales. Tiene que ver con lo que un periodista está dispuesto a aguantar. Esto implica una decisión respecto no ya del vínculo con el editor en la redacción, sino con el hecho de que si las imágenes son censuradas en un medio deben ser entregadas a las instituciones, a los organismos, los movimientos sociales dispuestos a llevar adelante la lucha por difundir la verdad.

Cuando tuve las imágenes no fui primero que nada a venderlas a ningún medio. Fui a la CORREPI para que las presente como prueba de lo ocurrido. A la policía le habían dado una orden y actúo de esa manera sabiendo que era impune. Se sentía impune y no le importó que hubiera medios y que se hubieran registrado esas imágenes. Eso es parte del proceso que venimos viviendo y que, de alguna manera, todavía no se ha saldado. Hubo impunidad porque había órdenes. Muchas veces nos separan, nos apartan de lo que está pasando, pero ese día no se preocuparon por la presencia de los fotógrafos porque se sentían impunes.

Yo trabajo muy artesanalmente. No soy un free lance profesional ni trabajo para ninguna agencia. Eso me da cierta libertad para determinar qué voy a fotografiar. Tengo una máquina absolutamente manual y revelo en mi casa. No entiendo, entonces, cómo diarios que trabajan con cámaras digitales no tuvieron imágenes antes que yo. Es muy claro que hubo ocultamiento de la información. Eso es absolutamente innegable. Por otro lado, también, quiero desmitificar esa idea de que el fotógrafo en particular o el periodismo en general, tienen por sí mismos un valor especial. Más que un homenaje al heroísmo del reportero gráfico, debería reivindicarse el valor de los que resistieron ese día, de los que pusieron el cuerpo sin ningún escudo ni protección. Y, sobretodo, resaltar el valor de ese pibe (Santillán) que sabiendo que lo podían matar (como minutos después lo hicieron) se quedó tomando de la mano a otro (Kosteki) que estaba caído en el hall de la estación. Eso es valor y eso es solidaridad.

En cuanto a nuestra tarea, creo que hay más opciones que quedarse sin trabajo o agachar la cabeza. De última podemos trabajar en otras cosas. Lo importante, en todo caso, es no perder la dignidad."

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Información publicada en La Vaca.

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