Jorge Asis no participa del baile de la escoba

Luego de haber recibido la 6ta. oferta para sumarse a las listas de candidatos para los comicios de octubre, Jorge Asis decidió rechazarlas todas. ¿Por qué? Bueno... su idea del comicio la refleja en su nota de hoy en Jorge Asis Digital, y si 'el Pingüino' Serra anota bien, también será reflejada en un semanario de actualidad:

Tío Plinio querido,

A pocas horas del cierre, transcurre, en general, el turno de las listas al revoleo.

Surgen, por lo tanto, las combinaciones más disparatadas.

Se asiste a la liquidación de final de temporada. Florecen los partiditos en alquiler, a cambio de algunos mangos y un segundo lugar en listas de concejales.

Aparte, como quedan afuera muchos eventuales candidatos, no existe el menor espacio para las disidencias ideológicas.

Con cinta scotch, entonces, deben ajustarse los diversos fragmentos. Y se arma una lista.

Lo importante, tío Plinio querido, es anotarse.

Y, para explicarle mejor a tía Edelma, utilice la imagen colorida de los bailes. Por ejemplo en aquellos patios de su adolescencia, o en los clubes entrañables de barrio.

A las once de la noche cualquiera tenía pretensiones en la milonga. Sin embargo, a las tres de la mañana había que bailar con quien se pudiera.

En el bailongo de la política es igual. Y a veces el ritual es tan festivamente grotesco como el baile de la escoba. Se tiraba, acuérdese, la escoba al piso, y entonces había que cambiar abruptamente las parejas. Y el que no conseguía debía quedarse con la ingenuidad de la escoba, hasta arrojarla otra vez.

La gran música de este baile, con "selectas grabaciones", supo proporcionarla, tío Plinio querido, la litigiosa relación Duhalde-Kirchner.

Entonces el resto de los experimentados bailarines debía moverse al compás del enfrentamiento. Como si fuera además el baile del ladrillo traicionado.

El conjunto de bailarines debía acomodarse a las consecuencias musicales de aquella traición dudosamente legitimada por la sociedad.

Apenas dos radicales independizados, López Murphy en provincia, por derecha, y Carrió en capital, por exigua izquierda, supieron manifestar, en principio, las destrezas de sus juegos propios. A los efectos de moverse, con especulativa autonomía, entre la cumbia de la gran traición.

Entonces, como previsiblemente Duhalde y Kirchner ya no bailarán juntos, el revoleo del epílogo del Baile de la Escoba, adquiere una tensión tan pintoresca que merece, me parece, una misiva del sobrino.

Degradación Registrada

En Buenos Aires, en el artificio capital, por ejemplo, con el exclusivo pretexto de redimirlo, Kirchner tenebrosamente se dedica, a través de Alberto Fernández, a la sistemática degradación del peronismo.

Mientras tanto, aunque humillados, los burócratas del peronismo de consorcio, consienten. Sobre todo después de haber colgado, en el ropero austero del honor, los datos pasados del arrojo.
Que se arrojan como las migajas de su identidad.

Vulgarcito, un gran As de Cartón, impone entonces a un Bielsa desganado, necesitado de vitamina B. Con la densa abulia del ensayista dominical que carece de motivaciones poéticas.

Como un distante romántico, de cultura supuestamente superior, que de pronto detesta hasta los sones contagiosos de la marchita del movimiento paralizado que debe representar.

Y que era, en el fondo, la emoción de la marchita, lo último que le quedaba al peronismo metropolitano.

Aparte, Vulgarcito, en su Degradación Registrada, se dispone a colocar hasta a un simpático locutor televisivo que aceptablemente solía chivear en cámara.

Trátase de Claudio Morgado. Un típico producto mediáticamente regional de los noventa. Un triunfador que supo armar, su intrascendente ecología personal, a partir del digitado ridículo de la otredad.
Un especimen Pensado Para Televisión, tan festivo, como inofensivamente devaluatorio de la política que lo sostiene.

Por lo tanto, esta Degradación Registrada del peronismo merece, con holgura, la irrupción globalmente refrescante de Moria Casán.

Sin embargo Vulgarcito, al mejor estilo sotreta de Menem, mientras abre la puerta comunicante del despacho del Alberto, habilita también, para la misma función, a Julito De Vido.

Para que De Vido estimule el alucinantemente idéntico proyecto del Alberto.

El de ser Jefe de Gobierno, del Artificio Porteño, en el 2007. Como Scioli.
Sin embargo De Vido también arma su propio baile de la escoba. Y amenaza aterrizar, con el proyecto de la gobernación, en Santa Cruz.

(Sin embargo, esto nos lo va a contar, próximamente, Oberdán Rocamora, desde Río Gallegos, Capital Moral de la República, Tierra Santa).

Entonces Vulgarcito, para el baile de la escoba del 2007, utiliza los attachés de De Vido para esmerilar, en Buenos Aires, las ambiciones del Alberto.

Y para esmerilar simultáneamente, en Santa Cruz, al gobernador Acevedo.

Macri en su tinta, primer hervor

Aunque a Bielsa, la verdad, con lo poco que tiene, le basta para confrontar con la fragilidad expresiva de Macri.

Un Macri que se diluye, tío Plinio querido, despaciosamente, en su tinta descolorida, y sin resistir siquiera el primer hervor.

Para colmo, en el climax del estallido de las fragmentaciones culturales, fomentar nuevas exaltaciones sistémicas -de centro derecha, para el vulgo- es un bisoño juego infantil.

Un entretenimiento de chiquilines ojerosos por tanto manoseo interior.

En su propia lista, por si no bastara, y como si sus contemporáneos fueran todos intrínsecamente desinformados, Macri incluye el germen, de la próxima decepción, de su aliado López Murphy.

Trátase, aunque se exaspere, López Murphy, de un buen cuadro que se come, con delectación, la mayoría de los amagues.

Ocurre que figura, en la lista de vulnerabilidades de Macri, el perfectamente inventariado doctor Borocotó.

Acaso a su pesar, Borocotó significa, en cierto modo, el mantenimiento de una cierta complicidad estratégica entre Macri y Duhalde.

Justamente con Duhalde, al que López Murphy pretende enfrentar, ilusoriamente asociado a un Macri que mantiene una concepción curiosa de la reciprocidad.

Y sostenido, López Murphy, por determinados sobrevivientes que alguna vez fueron peronistas.

Y que son gratuitamente avalados, como cualquiera que lo pida, por Menem.

Aunque Menem, curiosamente, en Buenos Aires provincia, se decida también a apoyar, en el baile de la escoba, a la señora Hilda Duhalde.

Es decir, Menem concede la enaltecedora ficción de cederle su gente a López Murphy, mientras planifica apoyar, aunque aún sin decirlo, y como si ambos estuvieran en el mejor momento, a Duhalde.

Por ejemplo Menem apoya a Duhalde a través del oficial principal Patti.
Al Patti que, justamente, aunque se encontrara en prematura liquidación de invierno, no quiso aceptarlo López Murphy.

Y simplemente por haberse comido, López Murphy, los amagues mediáticos del progresismo que tiene condenado al principal Patti por su presunta destreza para los enchufes eternos.

Piénselo, no le será muy dificultoso explicárselo a tía Edelma:
Menem apoya a Duhalde como consecuencia de aquellos momentos píos, compartidos en Roma, ¿se acuerda, tío Plinio querido?

Momentos que fueron sigilosamente orquestados por Monseñor Caselli. A la sazón candidato, en financista cuarto lugar, en lista de diputados que lleva al principal Patti, sin impiadosos enchufes a la vista y colgado de las trenzas senatoriales de la señora Hilda Duhalde.

Fue en la dolorida Roma, tío Plinio querido, cuando Menem y Duhalde decidieron, sin siquiera pronunciar una palabra, picarle el boleto al ya plebiscitado Kirchner.

Mientras tanto, el Ramón Hernández y Hugo Toledo eran dos escuderos que debían contener las lágrimas. El peronismo emocionaba, brindaba la oportunidad del reencuentro.

El Papa, pobre, no moría en vano.

Picarle entonces el boleto a Kirchner.

Plebiscitarlo por detrás a Kirchner, al que Duhalde apoyó para masacrarlo, definitivamente, a Menem.

A aquel Menem traicionado, entre tantos vocacionales, por la piedad del Monseñor Caselli que los unía.

¿Cómo no iban a abrazarse dos guapos sentimentales como el Ramón y Toledo?

Cavilo, tío Plinio querido, que con semejante material ya no compondré otra tragedia griega. Como aquellas que firmé, oportunamente, como Eurípides.

Me debato actualmente en la escritura, al respecto, de una opera rock.
Se intitulará: El baile de la escoba.

Escenas del peronismo conyugal

El espacio de Macri entonces se recorta como un mapa. Primero por un Bielsa que lo nota tan vulnerable que lo escoge como adversario. Y por una Bullrich que le sacará sus breves puntitos.

Téngase en cuenta que debe agregarse también la perversidad de la señora Carrió, que le pone la palidez aristocrática de un Olivera Padilla.
Mientras Carrió lo masacra fuertemente por arriba, Olivera Padilla lo recorta socialmente por debajo.

Y ánimo que falta, todavía, oficializar la bengala lanzada al aire por Cavallo.

Y para abrochar la algarabía expresa de Vulgarcito irrumpe, para colmo, la inatacable Moria Casán, que podrá decirle: "Yo hice mi platita con los pechos, ¿y vos, Mauricio? Contá cómo la hiciste".

Mañana, si tengo tiempo, tío Plinio querido, le sigo con los crespones de la provincia.

Con las "escenas del peronismo conyugal".

Bergman, comparativamente, aquí es un poroto.

Trátase entre una disputa tristemente trágica, entre duhaldistas panzones con problemas de circulación, y petulantes con caja que pretenden hacerse precipitadas gárgaras de innovación.

Una confrontación conyugal, tío Plinio querido, que va a llenar unas cuantas urnas.

Digo urnas no precisamente electorales, entiéndame.

Cuéntele a tía Edelma que los últimos scones frutados que me mandó me duraron cuatro días.

No se exceda con el Malbec. Un abrazo.

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