La rebelión de Bielsa, el reclamo de Lavagna y otros avatares

Algunas lecturas imprescindibles de las columnas políticas dominicales que permiten llegar a una conclusión: 1. La inflación realmente complica la campaña electoral; 2. Roberto Lavagna no desea irse del Gobierno; 3. Néstor Kirchner sufre de algún desequilibrio emocional. Los fragmentos elegidos:

Sergio Moreno plantea una hipótesis que sería muy interesante: que un día Rafael Bielsa se harte del autoritarismo de Néstor Kirchner y diga realmente lo que opina de semejante Presidente mediocre (bueno... esto no lo dice Moreno, no vaya a ser que pierda su trabajo...). Vamos a los hechos, a ver qué dice Moreno en Página/12:

"(...) Mientras Kirchner espoleaba a su rocín en las sucesivas cargas que acometió contra el duhaldismo, su candidato a primer diputado en la Capital Federal y aún canciller, Rafael Bielsa, lo contradijo una y otra vez en cuestiones a las que el patagónico suele dar importancia. El tema no sólo no pasó desapercibido en el Gobierno, sino que fue debatido en su cenáculo. Y algo más.

"Bielsa confrontó toda la semana con el discurso oficial, no sólo de Kirchner sino también con el de Cristina Fernández de Kirchner; se empeña en diferenciarse de ambos. Eso mella la campaña de CFK, porque la zona metropolitana recibe un mensaje dicotómico de los dos candidatos oficialistas", comentó a Página/12 un habitual consejero del Presidente. El hombre, repantigado en un sillón de su despacho, enumeró: "CFK dice que Duhalde es el padrino, Bielsa dice que para él no lo es, que no es la mafia; Kirchner dice que lo quieren proscribir cuando los radicales y los socialistas presentaron escritos impugnando las listas peronistas; Bielsa dice que él no debe hablar porque su palabra ejercería presión sobre los jueces, infiriendo que los dichos de Kirchner son una presión aún mayor; la Argentina prepara una Cumbre con la presencia de (el presidente norteamericano George W.) Bush, Bielsa dice que es lógico que haya protestas contra Bush". Para el funcionario consultado, la andanada del canciller-candidato constituye "muchos ataques al nudo del discurso oficial. Recién el viernes dijo, tibiamente, que Duhalde había perdido su lugar en la historia".

La réplica del canciller al caudillo de Lomas de Zamora reconoce su génesis, contaron a este diario en la Casa Rosada, en una reprimenda que se ganó de parte del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quien le transmitió su (mala) impresión personal y la (peor) del Presidente respecto de las desarmonías entre sus pareceres de campaña y los discursos emitidos por CFK y por Kirchner durante las últimas dos semanas. "(Bielsa) jugó a diferenciarse y Néstor (Kirchner) está que trina", confió un habitante de la Rosada.

La relación entre el Presidente y su canciller nunca fue buena. Por el contrario, estuvo ayuna de afectos y plagada de encontronazos que, más de una vez, devinieron en gritos. Tal fue la tensión que, en dos oportunidades, el canciller pensó en renunciar; en una de ellas, convocó a su equipo de colaboradores en el Palacio San Martín para decirle que iba a hacerlo.

Sus hombres, entonces, lo disuadieron. Kirchner se resistió hasta último momento a bendecirlo como aspirante oficial, a pesar de que tanto CFK como Alberto Fernández trataban de convencerlo con las encuestas en la mano, que lo colocaban como el integrante del staff presidencial que tenía más chances de hacer un buen papel en la elección. (...)"

-----------
-----------

Esto obliga a leer a Eduardo van der Kooy, el periodista más amigo de Rafael Bielsa. Si bien abordó el tema, lo hizo desde un punto de vista menos confrontativo para Bielsa, intentando mezclarlo con el futuro de Roberto Lavagna. Así lo explicó en el diario Clarín:

"(...) La colisión de intereses y las potenciales divisiones constituyen siempre un conflicto latente y legítimo de la política. La disyuntiva consiste en cómo abordarlas. La realidad argentina está, en ese sentido, saturada de mezquindades, deslealtades y miserias. En el peronismo y también en los partidos de la oposición.

Era esperable quizás que, al menos Kirchner, que aboga por nuevas maneras en la política, se ocupara de saldar aquel problema con una cuota de dignidad. Pero no ocurrió.

La vigencia de esas prácticas vetustas también desató el enojo del Presidente con Rafael Bielsa. El canciller tomó distancia de la impúdica asociación que Cristina hizo de Duhalde con supuestas prácticas mafiosas. "Estoy seguro que no es así. La política debe tener algún límite. Con todos sus defectos, anduvimos al lado de Eduardo hasta hace dos semanas", se ataja el funcionario.

Aquel enfado del Presidente se evaporó en la vorágine de la campaña. En su reemplazo empezó a cobrar sonoridad otro rumor: refiere a Roberto Lavagna y a su futura estabilidad como ministro de Economía ahora que se selló la fractura entre Kirchner y Duhalde.

(...) Lavagna tomó una decisión ni bien avizoró la posibilidad de la ruptura. No se inclinará por uno ni por otro bando porque no comulga, en su integridad, con ninguno de los dos. Pruebas a la vista: el diputado Alberto Coto, el nexo del ministro con el Congreso, prefirió no integrar las listas del duhaldismo para las cuales había sido convocado.

Lavagna no alcanza a medir todavía los efectos que sobre la economía podría desparramar la crisis en el PJ bonaerense. Lo único que le preocupa son algunas piedras en la ruta de la gobernabilidad. La Cámara de Diputados está paralizada hace tiempo, con exactitud desde que despuntó la pelea entre Kirchner y Duhalde.

(...) Lavagna cuenta en este tiempo, al margen del lógico alboroto electoral, con otra garantía: sus relaciones con Kirchner atraviesan un excelente momento. "Estoy de acuerdo con él en el 90% de las cosas que hace. El 10% lo discutimos", comenta el Presidente. Esa sintonía permite pensar que después de octubre o el año próximo ambos dispongan hablar del futuro: ¿Lavagna a la Cancillería en el lugar de Bielsa? Quizás".

------------
------------

Joaquín Morales Solá profundiza el tema de Lavagna. Parecería que el ministro de Economía intenta imponer condiciones para permanecer al frente del Palacio de Hacienda. ¿Pretende ampliarse hacia el ministerio de Julio De Vido? En La Nación, el columnista intenta otra vez convencer acerca de las bondades del ministro (ay Joaquín...):

"(...) ¿Cómo vamos a ignorar que Lavagna acaba de hacer bajar el riesgo país a poco más de 400 puntos?, señaló Fernández. Al revés, el jefe de Gabinete cree que ha sido Duhalde quien usó su amistad con Lavagna para encaramarse en el escenario nacional.

Hay un mundo menos conocido. Kirchner y Lavagna consiguieron trabar una buena relación personal en los últimos tiempos. Fue luego de que Alberto Fernández renunció a intermediar entre ellos, tan cercanos y tan distintos, y después de una aguda gresca interna entre los dos ministros. Fernández suele aclarar que él prefiere anestesiar las pasiones cuando se dirime la salud del Gobierno.

No es menos cierto que las versiones de un probable paso al costado de Lavagna se originaron, en gran medida, en el Ministerio de Planificación. Nadie asegura haber oído hablar a Julio De Vido de esa posibilidad, pero hay muchos que se enteraron de la versión por boca de altos funcionarios de ese ministerio.

Sobresale la voz del secretario de Comunicaciones, Guillermo Moreno, un subalterno con módico talento, que está convencido de poder penetrar en los misterios de la economía. Moreno, De Vido, Kirchner; el eje de la confabulación es casi perfecto para una mirada conspirativa de la vida. Pero es irreal. Moreno no tiene ninguna influencia en la Presidencia ni en ningún estamento importante del Gobierno, lo despacharon muy cerca del Presidente.

El secretario de Comunicaciones ya le propinó al más importante ejecutivo de Suez, concesionaria de Aguas Argentinas, una interminable clase de economía argentina que terminó por convencer a la empresa francesa de que era mejor irse del país. Dicho sea de paso, nunca nadie pudo explicar la vinculación entre la comunicación y el agua.

El otro problema de Lavagna es la inflación. Hay, sin duda, un componente de salarios en los inquietantes índices inflacionarios. Pero el conflicto no es por lo que ha sido, sino por lo que podría suceder.

(...) La inflación tiene, además, otros elementos. Uno de ellos es, sin duda, la actualización de precios y tarifas que viene produciéndose en los tiempos recientes. Es un proceso irremediable, pero que debería ser lento. La Argentina tiene salarios, precios y tarifas seriamente desactualizados. Y un condimento no menor de la inflación es el aumento del gasto público, potenciado por la campaña electoral.

Tampoco puede ignorarse la abundancia de pesos en el mercado por la compra compulsiva de dólares para mantener un tipo de cambio virtualmente fijo. Kirchner es insobornable en eso: el dólar debe costar entre 2,90 y 3 pesos. Punto. Sin discusión.

La inflación barre primero con los ministros y luego con la popularidad de los presidentes. La inflación alta se lo llevó a Alfonsín y la inflación inexistente, producto de la depresión económica, lo tumbó a De la Rúa.

¿Es consciente el Gobierno de que la economía podría desbaratar los mejores planes políticos? Esa pregunta tiene respuestas parciales en la administración. Kirchner oscila entre la voracidad electoral y la racionalidad económica. Sabemos que la inflación nos dejaría sin sociedad, dijeron, sin embargo, sus amigos más cercanos (...)"

------------
------------

Elemental pero en estos tiempos, útil, el recordatorio de Mario Wainfeld en Página/12:

"(...) Un candidato en campaña debería definir identidad, proyecto, adversarios. Nadie se priva de elegir adversarios. Y, aunque dificultado porque cada sector tiene sobreoferta de lemas, algo se dice de la identidad respectiva. Los proyectos, en general, suelen merecer menos tiempo de exposición, por decirlo de modo piadoso.

Demasiados discursos en primera persona del singular confirman que lo colectivo está en crisis aun en boca de quienes deberían invocarlo más.

Todo dispositivo de seducción (una campaña lo es) incluye un poco de floreo o de verso. Pero también, bien entendido, debería abarcar la promesa o el diseño de un futuro mejor. Qué poco se habla del futuro en medio de la demonización recíproca, que transcurre al interior de una apatía ciudadana que podría ser un síntoma predictivo de un mal mayor. Y que, aun si no causara mayores daños, es algo que los políticos deberían atender y no agravar".

Dejá tu comentario