La purga de la "vieja política" no es suficiente

Si la purga de la "vieja política" no es acompañada de un cambio en el pensamiento político-económico de la élite, la Argentina seguirá perdiendo terreno en el mundo. U24 le acerca el editorial del diario Río Negro:

En nuestro país, una forma bastante eficaz de desprestigiar a un dirigente consiste en acusarlo de encarnar "la vieja política". Se trata de un insulto que ya es tradicional, porque desde hace más de un siglo amplios sectores están convencidos de que casi todos los males nacionales son producto de la "vieja política", una "partidocracia", la "politiquería criolla" o una "oligarquía" que, echando mano a medios inconfesables, se las ingenió para apropiarse de la suma del poder.

En la actualidad, el blanco preferido de quienes se afirman resueltos a renovar la política nacional es, obvio es decirlo, el caudillo peronista bonaerense Eduardo Duhalde, hombre que en los días últimos ha sido atacado por figuras tan distintas como Néstor Kirchner y su esposa, Elisa Carrió, Carlos "Chacho" Alvarez y Domingo Cavallo, además de un sinnúmero de voceros oficialistas.

Para algunos, incluyendo a Cristina de Kirchner y, es de suponer, a su marido, Duhalde es sólo un mafioso que para protegerse armó el golpe civil que puso fin al gobierno de la Alianza, pero para otros, entre ellos Cavallo, el gobierno que encabezó también se las arregló para depauperar a medio país con una devaluación salvaje, el "corralón" y la llamada pesificación asimétrica.

Si bien la campaña de Kirchner contra Duhalde no se inspira en sus eventuales diferencias ideológicas, sino en la voluntad natural del presidente de destruir a quien le abrió las puertas de la Casa Rosada, el gobierno claramente siente la necesidad de encontrar argumentos más dignos que los supuestos por cuestiones de estilo o de su presunta ubicación en la zona "centroizquierdista" del mapa político.

Es sin duda por eso que los estrategas oficialistas están comenzando a concentrar su fuego en el aporte, por cierto enorme, de Duhalde a la catastrófica crisis económica del 2001 y 2002. Como gobernador y después eminencia gris de la provincia de Buenos Aires, Duhalde pudo disponer de muchos miles de millones de dólares que, préstamos incobrables a "productivos" y déficit gigantescos mediante, terminarían esfumándose.

Dicho de otro modo, sin habérselo propuesto, el kirchnerismo está empezando a jugar con la idea de que Duhalde fue el gran responsable del cataclismo que empobreció al país, planteo éste que es incompatible con la hipótesis oficialista de que todo se debió a una conjura siniestra urdida por el FMI, los gurúes neoliberales y Carlos Menem.

De más está decir que sería muy positivo para el país que se celebrara un debate auténtico acerca de las causas del colapso. Lo sería aún más que el gobierno, luego de haber aceptado el análisis demagógico de los duhaldistas que, con facilidad pavorosa, persuadieron a la mayoría de que todo fue culpa de los bancos y de la convertibilidad, agregándole una dosis mayor de xenofobia ensañándose con el FMI, optara por liberarse no sólo de Duhalde mismo sino también del "modelo" que, para regocijo de sus amigos "productivos" del conurbano bonaerense, supo confeccionar.

Sucede que aquí la "vieja política" es mucho más que una mezcla insalubre de clientelismo, nepotismo, aparatos corruptos y obsecuencia sistemática. También se caracteriza por la persistencia de ideologías populistas vetustas que son preservadas sólo porque brindan a los dirigentes pretextos para atribuir las consecuencias desastrosas de su propia conducta a otros que no forman parte de su corporación.

Por lo tanto, si Kirchner y sus simpatizantes realmente quisieran que la política argentina se renovara, alejándose del populismo malsano que nos privó de la posibilidad de evolucionar como hicieron otros países como Italia y España, Australia y el Canadá, no les sería suficiente marginar o debilitar a personajes determinados como Duhalde con la finalidad de tomar su lugar, de este modo asegurando que en el fondo no cambie nada.

A menos que la purga así supuesta se vea acompañada por un esfuerzo mucho más decidido por remozar el pensamiento político y económico de las élites locales, la Argentina continuará perdiendo terreno en el mundo y se hará cada vez más limitada la proporción de sus habitantes que pueda disfrutar de un nivel de vida que sea equiparable con el considerado normal por centenares de millones de personas en países mejor gobernados que el nuestro.

Dejá tu comentario