Sorpresa mundial: Un país desierto de gente

Ante la siguiente noticias, el 1er. comentario fue humorístico: "Hernando Kleimans se va a quedar solo en Moscú". Pero, luego, la reflexión fue que resulta increíble que uno de los países que protagonizó la 'Guerra Fría' que marcó la 2da. mitad del siglo 20, sea despoblado aceleradamente. Fracasó el comunismo y ahora fracasa el capitalismo salvaje. Un poco de equilibrio, por favor. Y es muy importante para la Argentina, que como Rusia, es afecta a los extremos y nunca a la moderación.

POR MIGUEL JAQUE

A principios del siglo XX, una de las pesadillas de los gobernantes europeos era una inmensa columna de soldados rusos que atravesaba el continente desde el Este hasta París, como ya ocurrió con la derrota de Napoleón.

Tanto los alemanes como los franceses maniobraban para convertirse en aliados de Rusia y contar con semejante fuerza humana. De hecho, el III Reich fue derrotado en el frente ruso gracias al sacrificio en vidas que realizó Stalin, unido a los suministros norteamericanos; había más soldados rojos que balas.

Esa imagen ha perdurado en las pesadillas de los europeos hasta la caída del muro de Berlín. Hoy sería imposible: Polonia (38 millones), Alemania (82 millones) y Francia (58 millones) suman más población que Rusia, sumida en un desastre demográfico.

Si las pirámides de población de España e Italia dan miedo por el desequilibrio que muestran (la figura es una especie de pino, en el que las generaciones maduras, más numerosas, dibujan la copa y las jóvenes, menos abundantes, el tronco), la de Rusia aterra, no sólo por la capacidad de los hombres para matar a sus sociedades con una esterilidad voluntaria, sino por las consecuencias geopolíticas.

De acuerdo con el censo elaborado en octubre de 2002, la población rusa se redujo en alrededor de dos millones de personas en menos de trece años; pasó de 147 millones de habitantes en 1989 a 145,2 millones.

Los factores que influyen en esta decadencia son varios, pero todos revelan una sociedad en la que la vida es muy difícil: el abuso de alcohol, un ineficiente sistema sanitario, el aumento de enfermedades relacionadas con el sexo y las drogas (sida, sífilis, gonorrea, etcétera) y un número altísimo de suicidios.

Por cada nacimiento se producen dos abortos y los casos anuales de sífilis oscilan entre los 450.000 y los 500.000. La esperanza de vida para los hombres es inferior a los 59 años y sigue descendiendo; las mujeres tienen una esperanza de vida superior a los 70 años.

Rusia, el país más extenso de la Tierra, no es, por el contrario, el más poblado. Le superan en número de habitantes

> China (1.300 millones),

> India (1.020 millones),

> USA (284 millones),

> Indonesia (206 millones),

> Brasil (170 millones) y

> Pakistán (150 millones).

Según las previsiones de la ONU, que aunque han fallado numerosas veces indican una tendencia, en 2050

> India será el país más populoso del mundo, con más de 1.600 millones de personas;

> China tendrá en torno a 1.435 millones;

> USA, 420 millones;

> Indonesia, 308 millones; y

> Nigeria, 307 millones.

Para esa fecha, en Rusia la población habrá disminuido un 25%.

El presidente Vladímir Putin ha declarado varias veces su preocupación por la caída del número de habitantes, pero las medidas que ha tomado no han servido para detener la sangría. La situación es tanto más preocupante desde que en los últimos años cesó el flujo de rusos que vivían en las antiguas repúblicas soviéticas y regresaban a su país.

En 1994, por ejemplo, la cantidad de inmigrantes registrados, 811.000, casi equilibró la pérdida natural de habitantes, que ascendió a 870.000; sin embargo, en 2002, el número de fallecimientos sobrepasó al de nacimientos en 935.000 y sólo llegaron 78.000 inmigrantes.

El despoblamiento es un hecho: 17.000 pueblos están vacíos y sólo existen en los mapas y en 38.000 más el número de habitantes no sobrepasa los 10.

Las consecuencias de este desequilibrio no se refieren exclusivamente al desarrollo económico ni a las pensiones de dentro de 50 años, sino al 'balance of power' de Eurasia. Históricamente, hasta que se asentó en sus fronteras y participó en el concierto de las naciones, es decir, hasta la derrota de Napoleón en 1812 y el Congreso de Viena, Rusia contuvo al islam en el sur y este.

Su papel se puede comparar al de España desde la Edad Media hasta el siglo XVII. El Imperio turco, cruel y genocida, fue detenido en el Mediterráneo occidental por España y en la cuenca del Danubio por los austriacos y polacos.

Sin embargo, son los zares quienes lo desarbolaron y estuvieron a punto de aniquilarlo. Los turcos habrían sido expulsados de Europa a principios del siglo XIX de no haber recibido el apoyo de Inglaterra y Francia. Rusia también dominó a los pueblos musulmanes del Cáucaso y de Asia Central. Igualmente, impidió que los chinos marchasen hacia el Oeste.

Los europeos debemos reconocer a Rusia la misión que ha cumplido, pero hemos de ser conscientes de que no está en condiciones de seguir realizando su papel tradicional.

El islam emplea los vientres de sus mujeres como arma de conquista, como nos hemos cansado de oír a docenas de imanes y de ideólogos fundamentalistas. Dentro de unos pocos años, ¿qué soldados y que pobladores podrá desplegar Moscú frente a los nuevos invasores?

Los rusos no sólo están menguando, sino que también se están retirando de Siberia y de Extremo Oriente; a esta última zona pertenecen las regiones de Chukotka y Magadán, donde la población ha menguado tres y dos veces respectivamente.

Si las inmensas llanuras de Asia Central, con sus enormes recursos minerales, quedan desguarnecidas ante la ola musulmana, Europa, el mayor botín del planeta, estará atrapado. Los musulmanes estarán en el Mediterráneo, los Balcanes, el Cáucaso y al este, y, sobre todo, dentro de Europa.

En una época en que las relaciones internacionales por fin prescinden de los criterios ideológicos y vuelven a regirse por las directrices geopolíticas, Europa tiene que plantearse la colaboración con Rusia en la lucha contra el enemigo común, el mismo que nos masacra en Nueva York, en Madrid y en Beslán.

Si se deja a Rusia sola, Moscú puede reforzar su alianza actual con China, también atacada por los extremistas musulmanes, y entonces se formaría la mayor potencia del mundo, con un gigantesco potencial económico y militar.

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