"Piqueterismo" por debilidad principista

De haber actuado nuestros gobernantes con firmeza desde el vamos, el piqueterismo nunca hubiera adquirido sus dimensiones actuales. El editorial del diario Río Negro:

Siempre ha sido ambigua la actitud del gobierno del presidente Néstor Kirchner hacia los piqueteros. A comienzos de su gestión los creyó útiles porque a su juicio servían para recordarle a la gente lo terribles que fueron los años noventa.

También le gustó comparar su propia negativa a reprimirlos, como en circunstancias similares ordenarían las autoridades en virtualmente cualquier otra parte del mundo, con la firmeza mostrada por gobiernos anteriores, que arrojó el saldo de varios muertos en choques entre policías y militantes.

Asimismo, los kirchneristas se supusieron capaces de incorporar a los piqueteros al movimiento "transversal" de perfil izquierdista que, imaginaron, andando el tiempo les permitiría liberarse de su dependencia de los aparatos peronistas tradicionales, motivo por el que no vacilaron en aliarse con ciertos grupos presuntamente manejables.

Pero los tiempos han cambiado. Ya son pocos los que toman a los piqueteros por víctimas inocentes del menemismo; antes bien, la mayoría los considera típicos de la Argentina resultante del golpe civil que puso fin a la gestión del presidente Fernando de la Rúa.

Además, el que algunos cabecillas piqueteros como el inefable Luis D’Elía se hayan sumado al kirchnerismo no contribuyó a fortalecer al gobierno sino que, por el contrario, lo está desprestigiando a ojos de sectores que hasta hace muy poco estaban dispuestos a darle el beneficio de toda duda concebible.

Y lo que podría resultarle más ingrato aún es la reacción pública frente a la agresividad creciente de las bandas piqueteras que se han propuesto sembrar el caos no sólo en la Capital Federal y el conurbano bonaerense sino también en provincias como el Chaco, donde activistas con armas de fuego hirieron a tres camioneros.

Según distintos voceros oficiales, no se trata de piqueteros "genuinos" sino de militantes de agrupaciones ultraizquierdistas que, a juzgar por los escasos votos que suelen recibir en elecciones, no representan a nadie. Aunque tienen razón los que hablan así, limitarse a fustigarlos verbalmente no ayuda a solucionar los problemas que están causando.

Puede que en algunos ámbitos, como el supuesto por la economía, la táctica oficial de amonestar con "dureza" a los hipotéticos responsables de la inflación, la desocupación y otros males haya servido para hacer pensar que las apariencias no obstante el gobierno está trabajando día y noche en un esfuerzo por solucionar los problemas de la gente, pero en el caso de los piqueteros no está funcionando.

Mal que le pese a Kirchner, está difundiéndose la convicción de que la resistencia del gobierno a dejarse "provocar" por quienes cortan calles, extorsionan a los automovilistas y hasta acampan en la Plaza de Mayo no es una manifestación de fortaleza sino más bien una señal inequívoca de debilidad.

Ahora bien: el primer deber de todo gobierno digno de llamarse tal consiste en garantizar el orden público. Si no puede o no quiere hacerlo, tarde o temprano la gente girará hacia otros que se comprometan a hacer respetar la ley.

Es de suponer que el gobierno de Kirchner comprende esta regla básica de la política, pero es reacio a ordenar la represión porque no confía en que la policía actúe de tal modo que no haya muertos o heridos que, convertidos inmediatamente en "mártires", brindarían a los cabecillas pretextos para organizar manifestaciones masivas de repudio.

Claro, de haber actuado nuestros gobernantes con firmeza desde el vamos, el piqueterismo nunca hubiera adquirido sus dimensiones actuales, pero cuando este movimiento tan característico de la Argentina del siglo XXI estaba formándose, demasiados políticos creyeron que les convendría dejarlo crecer, razón por la que se pusieron a favorecer a agrupaciones determinadas con la esperanza de agregarlas a sus propias redes clientelistas.

De más está decir que el oportunismo así supuesto tendría consecuencias muy negativas para el país. También podría tenerlas para aquellos políticos que alimentaron a un monstruo que ya no están en condiciones de controlar si muchos ciudadanos, hartos de tener que soportar la agresión cotidiana de bandas de extremistas con la cara tapada y armados con palos, terminan manifestando en las urnas lo que piensan de la pasividad oficial.

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