Instrucciones para convertirse en un neoprogresista

Rosendo Fraga (h) publica en www.cartapolitica.org un breve curso para convertirse en neoprogresista:

Si a usted le gusta estar actualizado, presentamos aquí un breve curso para incursionar en el último grito de la moda política: el neoprogresismo.

Lección Nº 1: ¿Qué es ser un neoprogresista?

En primer lugar, es necesario recalcar la paradoja: el neoprogresismo no tiene nada que ver con el progresismo (y mucho menos con el progreso en sí). De hecho, son términos antagónicos. Por esta razón, verá que, al tiempo de haberse convertido en un neoprogresista, hasta los progresistas le harán oposición. Es recomendable, entonces, que usted adopte algunas mañas de los progresistas y, al mismo tiempo, mantenga cierta prudencia y distancia con respecto a estos: tarde o temprano, estarán en la vereda de enfrente.

Lección Nº 2: Muy bien, pero... ¿cómo lo hago?

Calma, amigo, usted ya ha aprendido que el mejor amigo del neoprogresista (en virtud de su particular ambigüedad) es otro neoprogresista (o, en casos extremos, únicamente usted). Las formas y las apariencias del neoprogresismo son su único cuerpo doctrinario: ponemos a su disposición un curso que le garantiza resultados inmediatos, sin la necesidad de bibliografías, grandes volúmenes o autores; nada habrá que lo demore.

Primer punto fundamental: la vestimenta. Hay dos tipos de personas que se visten con clase: los ricos y los dandys. Si usted se encuentra actualmente en uno de estos dos grupos y quiere, sin embargo, convertirse en un neoprogresista, deshágase de sus corbatas Giesso o Dior: el neoprogresista es, ante todo, un enemigo acérrimo de la formalidad protocolar (si dejar la corbata le cuesta mucho, puede optar eventualmente por mantener desabrochado el cuello de la camisa).

En segundo lugar, cuelgue sus trajes y comience a usar sacos de vestir (evite los pitucones, no querrá que lo confundan con un intelectual). Puede, si usted quiere, usarlo abotonado (aunque no lo recomendamos).

En muchos casos, hemos encontrado personas que, si bien muestran un sincero deseo de adecuarse a la nueva ideología, han enfrentado ciertas dificultades a la hora de dejar de parecer ricos o dandys (o ambas cosas a la vez). En ese caso, le recomendamos simplemente que evite comportarse como tal en público.

Lección Nº 3: No hay nada en el mundo que desee más que convertirme en un neoprogresista, pero... mi pasado me condena.

Si éste es su problema, no se angustie: prácticamente todo neoprogresista tiene un pasado que ocultar.

El neoprogresismo se asemeja a un programa de protección al testigo. La única diferencia es que usted conservará su nombre; el resto quedará automáticamente borrado. Las posibilidades de este nuevo comienzo son evidentes: usted podrá actuar y moverse con total libertad, como si hubiese nacido en el año 2003. Le ofrecemos inclusive la posibilidad de acusar a sus adversarios de aquellos pecados que usted mismo cometió en otro momento.

Recuerde: como usted, de aquí en adelante, no tiene pasado, puede acusar a quien quiera. En pocas palabras, usted parecerá ser políticamente invulnerable.

Lección Nº 4: ¡Ey, eso es muy bueno! Pero... ¿y si a pesar de todo siguen criticándome?

Excelente pregunta. En el caso de que usted encuentre una tenaz resistencia por parte de sus opositores a creer que usted no tiene pasado, deberá silenciarlos. No, amigo, guarde el arma en la mesita de luz: nos referimos a silenciarlos... mediáticamente.

Si usted ha estado lo suficientemente atento en el transcurso de las lecciones anteriores, habrá notado un aspecto fundamental: hay que controlar los medios de comunicación. Si usted logra dominarlos (hay muchas maneras, pero nosotros recomendamos la económica), podrá influir en la importancia que en términos mediáticos tiene la oposición. De paso, podrá anunciar con bombos y platillos los logros y progresos de su gestión. No se asuste: no hay razón para que éstos sean necesariamente verdaderos.

Lección Nº 5: Reconozco que esto empieza a gustarme, pero... ¿qué tengo que decir?

Buen punto, usted está haciendo enormes progresos. En el neoprogresismo es irrelevante qué se dice; lo que importa es cómo se lo dice.

Póngase frente a un espejo y ensaye varias veces. Si usted tiene un temperamento afable, practique la agresividad hasta el cansancio: en el neoprogresismo, las buenas maneras no tienen lugar. Sabemos que suena difícil, pero practique insultándose a sí mismo: el día que deba insultar a otra persona, le resultará mucho más fácil y llevadero. Inclusive, con el paso del tiempo, comenzará a gustarle. No olvide, como recomendaba

Demóstenes, hablar con piedras dentro de la boca: ello mejorará considerablemente su capacidad de dicción (tampoco olvide quitarlas de su boca a la hora de hablar en público).

En ciertas ocasiones, usted notará (por ejemplo, en un debate televisivo) que su adversario se resiste a callar: hablará del desempleo, de la libertad de expresión, del respeto por las instituciones, de la inseguridad y todas esas cosas que en este pequeño curso poco interesan. Apréndase este truco: cuando se vea acorralado, acuse a su adversario de nazi (puede usted llamarlo fascista, aunque no debe olvidar que el imaginario popular está plagado de imágenes bélicas donde predominan los "nazis" y no los "fascistas"; utilizando este último término, se corre el riesgo de perder el efecto esperado).

En ese momento, su adversario estará más preocupado en demostrar que no es nazi que en insistir con las críticas. Recuerde: esta argucia es infalible. (Para saber más sobre la persuasión, recomendamos como lectura de vacaciones El arte de tener razón de Schopenhauer).

Lección Nº 6: Un momento... ¿quiénes son Demóstenes y Schopenhauer?

Nos sentimos realmente orgullosos de su deseo de aprender, pero ya no hay tiempo para eso: está llegando el final de este breve curso. A esta altura, usted andará con su saco de vestir desabrochado, el cuello libre de ataduras, dirá "Esto es perfecto: puedo insultar a quien quiera, puedo básicamente no hacer demasiado, puedo acusar, no debo guardar coherencia ideológica entre lo que digo y lo que hago, puedo usar los medios de comunicación para vanagloriarme", etc., etc.

Exactamente: todo lo opuesto a lo que le ha enseñado su madre. Pero tenga cuidado. Esta regresión a la desobediencia infantil no debe distraerlo de su último y más importante objetivo: controlar al pobre. No. ¿Lo ve? La próxima vez que alguien diga "pobre", usted no debe taparse la nariz. Deberá, en cambio, practicar su expresión de afligido. Al principio, le costará, pero luego se convertirá en un acto reflejo. Exactamente, como la mascota que tenía Pavlov.

Respecto del pobre y su control, surgen dos interrogantes: cómo controlarlo y para qué hacerlo. Cuando usted llegue al poder, se dará cuenta de una cosa: en algún lugar hay una pequeña caja. Búsquela y encuéntrela. Se dará cuenta que dentro de ella hay bastante dinero. Tómelo y repártalo a los pobres, como Robin Hood, pero no lo regale íntegramente: si así lo hace, todos estaremos en un grave problema.

Quizás usted se pregunte: "Está bien, pero ¿no se supone que uno debe esforzarse por conseguir lo que gana?". En parte sí, pero eso sólo les cabe a quienes pueden trabajar. Considérelo de esta manera: usted reparte las migajas de la caja en forma medianamente equitativa y ellos, en retribución, lo votarán otra vez.

Sin quererlo, hemos llegado al para qué del control del pobre. Se trata simplemente de un medio para perpetuarse en el poder. Un neoprogresista sin poder es como un pájaro sin alas; es, para ponerlo en términos simples e ilustrativos, una caricatura de sí mismo.

¡Felicitaciones! Usted se ha convertido en un neoprogresista. Si en las próximas 48 horas no queda conforme con los resultados obtenidos... le devolvemos su pasado.

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