La inversión, el eslabón perdido del "modelo" económico

Todos concuerdan en que para continuar creciendo a un ritmo aceptable sería necesario que la inversión llegara al 23% del PBI, una meta que por ahora parece inalcanzable. A continuación, U24 le acerca el editorial del diario Río Negro:

Desgraciadamente para el país, al "modelo" económico de perfil desarrollista y proteccionista que fue armado por Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Roberto Lavagna, le falta una pieza imprescindible: la inversión.

Según las cifras oficiales, en la actualidad la tasa de inversión es de aproximadamente el 21 por ciento del PBI, pero a juicio de muchos especialistas privados es en verdad inferior al 20 por ciento y, de todos modos, consiste en buena medida en la compra de teléfonos celulares y en la construcción financiada por quienes prefieren los ladrillos a las acciones en empresas productivas o cuentas bancarias.

Sin embargo, todos concuerdan en que para continuar creciendo a un ritmo aceptable sería necesario que el país invirtiera por lo menos el 23 por ciento del PBI, una meta que por ahora parece inalcanzable.

Así las cosas, los "agoreros" no son los únicos que prevén que nos espera un ‘parón’ que podría darse el año que viene o en el 2007 antes de que los salarios se hayan recuperado por completo de la caída estrepitosa que experimentaron en el 2002 y mucho antes de que la pobreza se haya visto reducida a un nivel menos escandaloso.

Asimismo, seguiremos dependiendo de las exportaciones de productos agrícolas y materias primas, no de bienes manufacturados, lo que quiere decir que el "modelo" que efectivamente está formándose se asemeja mucho más al "agroexportador" tradicionalmente denunciado por quienes ahora militan en el kirchnerismo, que al soñado por los peronistas cuando desplazaron al gobierno del presidente Fernando de la Rúa.

Mientras que el gobierno de Kirchner está procurando solucionar este problema fundamental pidiéndoles a los empresarios ayudar a seducir a los inversores del exterior, quienes se dejaron impresionar por las oportunidades disponibles en la Argentina de los años noventa del siglo pasado siguen batiéndose en retirada.

Poco después del anuncio de que se iría el gigantesco conglomerado francés Suez, Aguas de Barcelona dijo que acompañaría a su socio. Aunque tuvieran razón el gobierno y sus simpatizantes al insistir en que fueron exagerados y por lo tanto inaceptables los planteos de los directivos de Suez y de Aguas de Barcelona, entidad en la que los franceses controlan la mayoría de las acciones, el que empresas de renombre internacional con fuertes intereses aquí hayan optado por irse transmite un mensaje inequívoco a los inversores no sólo extranjeros sino también argentinos.

Para colmo, lo hace en lo que podría resultar ser un momento clave en vista de las posibilidades que día a día están surgiendo en China, la India y otros países de Asía que por cierto son mucho más dinámicos que cualquiera en América latina.

Lo entienda o no el presidente, gracias no sólo al default sino también a su manera de manejar algunos problemas resultantes, cuando de la economía se trata nuestra reputación es pésima, motivo por el que por un rato nos sería muy difícil atraer a capitales que no sean meramente especulativos incluso si el gobierno se esforzara por convencer a sus dueños de que en adelante respetaríamos las normas internacionales cueste lo que costare.

Demás está decir que Kirchner no parece tener ninguna intención de procurar hacer pensar que la Argentina se ha reconciliado con el capitalismo globalizado. Puede que se haya dado cuenta de que al país le convendría modificar su imagen en el ámbito así supuesto, pero también sabe que le sería políticamente peligroso comenzar a tratar bien a los inversores extranjeros después de haberlos acusados de ser gente predadora que comparte con el FMI la responsabilidad por el estado todavía calamitosa del país.

Así, pues, lo que en otras latitudes, sobre todo en Asia oriental, sería considerado una manifestación de sentido común porque, al fin y al cabo, los más comprenden muy bien que los inversores no carecen de oportunidades en todas partes y que por lo tanto es forzoso darles algunas garantías creíbles, en nuestro país sería tomado por evidencia de debilidad imperdonable frente a las empresas multinacionales.

Puesto que Kirchner eligió "construir poder" en base a su hostilidad a veces prepotente hacia dichas empresas, si cambiara de actitud como para atraer a inversores importantes, correría el riesgo de perder el apoyo de sus simpatizantes más fervorosos.

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