'Heterodoxia ortodoxa': Solo es cuestión de retórica

El gobierno quiere hacer creer que maneja la economía según criterios muy distintos de los reivindicados por el FMI, pero sólo es una cuestión de retórica. A continuación, el editorial del diario Río Negro:

El gobierno quiere hacer creer que está manejando la economía conforme a criterios que son radicalmente distintos de los reivindicados por el FMI, pero sólo es una cuestión de retórica.

Cuando Roberto Lavagna habla mal del "marco rígido" típico del organismo, alude a las graves dificultades que enfrentaría si intentara alcanzar metas que en otras circunstancias consideraría razonables.

Como todos los gobiernos en el mundo civilizado, el nuestro es heterodoxo por motivos que tienen menos que ver con su apego a teorías determinadas que con el temor a provocar conflictos que no estaría en condiciones de manejar.

Sin embargo, Lavagna entiende que la heterodoxia tiene sus límites, de ahí el anuncio de que en adelante controlará el gasto público con mayor firmeza que antes para frenar la inflación, cuya tasa actual está entre las más altas del mundo entero.

Se trata de una reacción netamente ortodoxa que, sin duda, ofenderá a quienes imaginaban que, merced a la fe "keynesiana" del presidente Néstor Kirchner, la Argentina ya había salido de la jaula monetarista y, por lo tanto, podía mofarse de las recetas clásicas.

Desde el punto de vista de quienes se ufanan de su heterodoxia, el gobierno debería dar prioridad a los intereses inmediatos de los jubilados y de los empleados públicos que, según el ministro de Economía, tendrán que esperar al menos seis meses antes de ver aumentar sus haberes que, en la mayoría de los casos, son decididamente magros.

Puede argüirse que no ayudarían del todo a los jubilados y a otros que dependen del Estado incrementos que pronto se verían devorados por la inflación que contribuirían a potenciar, pero gracias en buena medida al discurso oficial muchos suponen que pensar en tales términos es propio de "neoliberales".

También es ortodoxa la preocupación evidente que siente Lavagna por la falta de inversión. A diferencia del ministro de Planificación, Julio de Vido, sabe que se da un vínculo estrecho entre la rentabilidad, por un lado, y la voluntad de los empresarios tanto locales como del exterior de invertir grandes sumas de dinero, por otro.

A juicio del planificador, "llegarán inversiones al país" sin que haya necesidad de "masacrar los bolsillos de los consumidores", o sea, aumentar tarifas que están virtualmente congeladas desde hace varios años.

Sería bueno que resultara que De Vido está en lo cierto, pero sucede que sólo los gobiernos -el nacional o, tal vez, uno extranjero, como el venezolano o el español- estarán dispuestos a operar a pérdida porque lo que más les interesa son los eventuales réditos políticos.

Mal que le pese a De Vido, todo tiene su costo, de modo que si, por razones políticas, el gobierno quiere que los consumidores de energía sigan disfrutando de un subsidio importante, otros tendrán que financiarlo.

Si Lavagna consigue mantener bajo control el gasto público y poner los excedentes en un fundo anticíclico intocable, correrá el riesgo de enfriar la economía antes de que el producto por habitante haya recuperado el nivel que tenía en 1998.

Si esto ocurre, aun cuando la expansión continúe en el 2006, al avanzar el año la desaceleración sería muy fuerte, a menos que para sorpresa de muchos lleguen inversiones en cantidades suficientes. Para que ello ocurriera, empero, el gobierno tendría que modificar drásticamente su actitud hacia los empresarios.

Por razones comprensibles, éstos son reacios a arriesgarse en un país que es notorio por el desprecio que sienten sus dirigentes por las reglas internacionales, pero algunos podrían cambiar de opinión si el gobierno consiguiera convencerlos de que por fin entiende que, a menos que logre impulsar un buen clima de negocios, no podrá hacer nada para mejorar el estándar de vida de la más de la mitad de la población que se sabe pobre.

Así y todo, tendría que apurarse, porque el panorama internacional es menos promisorio de lo que era hace un par de meses. El aumento de las tasas de interés en Estados Unidos está succionando dinero que antes iba a los mercados emergentes con el resultado de que en el futuro próximo será más difícil atraer capitales. Puesto que, por las razones conocidas, la Argentina no pudo aprovechar la bonanza de los últimos años, no le será nada fácil reconciliarse con los grandes inversores en un período signado por una mayor escasez.

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