'Opción derrotista': Barreras o el ALCA, seguridad o desarrollo

Sería trágico que dirigentes racionales se dejaran conmover por quienes protestan contra el ALCA por hostilidad a USA. A continuación, U24 le acerca el editorial del diario Río Negro:

Lejos de dar un nuevo impulso al Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), como esperaba el gobierno de Estados Unidos, la cumbre marplatense sirvió para reducir aún más la posibilidad de que el proyecto se concrete en los años próximos.

Estaba en lo cierto el presidente mexicano Vicente Fox cuando dijo que "hay casi treinta países que estamos a favor de la línea y tres o cuatro países que no están de acuerdo", los contrarios incluyen a Brasil acompañado, según parece, por la Argentina, de suerte que la resistencia no es tan insignificante como habrá querido hacer pensar.

De todos modos, mientras que en Brasil la oposición al ALCA está liderada por el poderoso lobby paulista que da prioridad a intereses bien concretos, aquí se inspira tanto en el presupuesto de que el país más beneficiado sería Estados Unidos, lo que es de por sí suficiente como para descalificarlo, como en la idea de que la apertura parcial de los años noventa fue un desastre sin atenuantes y por lo tanto la liberalización del comercio plantearía una amenaza contra la cual los latinoamericanos tendrán que defenderse replegándose y entonces reagrupándose en mercados comunes locales.

Es cuestión, pues, de una manifestación más del espíritu proteccionista que ha incidido en las actitudes asumidas por casi todos los gobiernos de la región y que tanto ha contribuido a su atraso.

Los proteccionistas latinoamericanos suelen señalar que muchas potencias económicas actuales se resistieron durante décadas a reducir barreras destinadas a impedir que empresas extranjeras penetraran en sus mercados nacionales.

No se equivocan, pero mientras que los estadounidenses, alemanes, japoneses y, últimamente, coreanos del sur siempre entendieron la necesidad de ponerse a la altura de los mejores del mundo y por lo tanto no permitieron descansar a los empresarios, los latinoamericanos tienden a favorecer a los más letárgicos en desmedro de los vigorosos que, arguyen, están en condiciones de valerse por sí mismos.

Demás está decir que como resultado de tanta benevolencia la región está llena de industrias ineficaces y poco competitivas que se desmoronarían por completo si fueran privadas de sus subsidios directos o indirectos.

Puesto que la mayoría de los gobiernos entiende que serían muy altos los costos políticos y sociales de abrir más sus respectivas economías, los más prefieren dejarlas como están.

Dicha opción dista de ser promisoria. La negativa a competir, porque es de eso que se trata, significa que países como el nuestro seguirán perdiendo terreno frente no sólo a los ya ricos sino también a China y la India que, luego de muchos años en los que procuraron sin éxito crecer hacia adentro, decidieron abrirse, con resultados asombrosos.

Como no tardaron en darse cuenta, la globalización supone más oportunidades que riesgos y siempre y cuando un país pobre aprovechara mejor sus recursos humanos, podría superar a los más prósperos en muchos ámbitos, sobre todo en aquellos en los que el nivel educativo y la voluntad de trabajar con denuedo importan más que el dinero ya acumulado.

Aunque en América Latina se ha hecho habitual atribuir al "neoliberalismo" de los años noventa los desastres económicos más recientes, en China y la India, países que suman casi el cuarenta por ciento de la población mundial, los enfoques son muy distintos.
Desde su punto de vista, la liberalización produjo resultados aún mejores que los previstos por sus partidarios occidentales.

En el fondo, el ALCA no es más que un esquema para reducir de forma drástica las barreras comerciales que existen en América Latina. Tales barreras pueden brindar una sensación de seguridad, pero también frenan el desarrollo y de esta manera conservan el atraso y la pobreza.

Puede que los que protestan contra el ALCA por hostilidad hacia Estados Unidos estén más que dispuestos a sacrificar el futuro de los pobres en aras de sus propias obsesiones, pero sería trágico que dirigentes más racionales se dejaran conmover por sus posturas, oponiéndose a una apertura programada en nombre del pueblo aun cuando ellos sepan muy bien que son pasajeros los beneficios aportados por el proteccionismo indiscriminado pero que andando el tiempo las desventajas serán colosales.

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