'El negocio de la política': El salto de Borocotó

El mismo Lorenzo Eduardo Borocotó sabe que la polémica por su repentina conversión al kirchnerismo continuará. Hoy varios diarios del interior del país hicieron eco de la sorprendente noticia. A continuación, U24 le acerca algunos editoriales al respecto:

Hace muchos años, quizás demasiados, hacer política en la Argentina implicaba un compromiso acérrimo con la divisa partidaria que se defendía. Se podía ser conservador, liberal, socialista o radical. Y eso era hasta la muerte. Jamás a ningún militante (y mucho menos a un legislador electo por un partido) se le hubiera ocurrido cambiar de bando, y nunca antes de haber asumido.

Podía haber, desde luego, fracturas o escisiones dentro de las mismas estructuras partidarias. Pero nadie abandonaba sus raíces, o si lo hacía, era luego de un largo proceso de mutación, jamás de la noche a la mañana.

Todo esto viene a cuento por la decisión del conocido médico y comentarista deportivo Eduardo Lorenzo (h), Borocotó –electo diputado nacional por la agrupación que en la Capital Federal lideró Mauricio Macri– de liar sus petates e incorporarse a las perdedoras huestes oficiales de Rafael Bielsa, con lo cual le dio al kirchnerismo el tan ansiado cuarto legislador en la ciudad de Buenos Aires.

O sea que lo que el oficialismo capitalino no consiguió por los votos propios, lo obtuvo gracias a los sufragios ajenos.

Cuánto pudo haber costado esa "transferencia" que el propio Borocotó asegura haber sido por "simpatía", es algo que sólo el futuro podrá develar.

No es la primera vez que esto ocurre en los últimos años –aunque sí la primera de estas características– en una comunidad política donde los principios son sistemáticamente dejados de lado y los reacomodamientos se orientan hacia donde está el poder, y por supuesto, la caja con el dinero.

Sin embargo, hay cuestiones que pueden comprenderse.

Los gobernadores de provincias, por ejemplo, dependen sí o sí de la canilla financiera oficial, y esa la administra el presidente Kirchner. Por lo tanto los mandatarios tienen pocas chances. O se enrolan detrás del santacruceño y consiguen el dinero que necesitan para cubrir los baches en sus maltrechas economías, o quedan librados a su suerte y eso puede ser funesto.

El propio jefe de Estado lo vivió en carne propia cuando era gobernador de Santa Cruz y no le quedaba otro remedio que endulzar los oídos de Carlos Menem y de su cancerbero financiero, Domingo Cavallo.

Cualquier acción de rebeldía o de cuestionamiento hubiera implicado un sufrimiento innecesario, traducido en la imposibilidad de pagar sueldos públicos y generar entonces situaciones de tensión social. Es más, fue Cavallo quien allanó el camino para que Santa Cruz percibiera sus genuinas regalías petroleras y fue él mismo quien aconsejó a Kirchner depositarlas en el exterior para ponerlas a cubierto de la debacle que podría venir, como finalmente ocurrió.

Kirchner no olvidó esa lección. Ahora tiene la llave de la caja fuerte, y es el que manda. Y vaya si lo puso en práctica en las últimas elecciones, donde reclutó por igual a cuanto candidato andaba dando vueltas, tanto en el plano nacional como en las provincias, sin fijarse demasiado en su color de camiseta.

Así armó unos desbarajustes de novela. Hasta los propios radicales perdieron su añeja convicción y dignidad y terminaron por poco trompeándose frente a la necesidad de participar en esa tan generosa como interesada oferta.

Pero, volviendo al principio de la historia, nunca antes se había dado tan crudamente como lo de Borocotó. El "libro de pases" se manejaba algo más discretamente y luego de algún tiempo de haber representado (o al menos aparentado hacerlo) los intereses de los votantes. Será interesante seguir este comportamiento, y será también necesario que el propio Macri revise qué es lo que pasa en sus filas, donde no es la primera vez, aunque no tan groseramente desde luego, que se le disparan los soldados al otro bando.

Es que la política ya no es política, simplemente es un negocio.

* Editorial del diario bahiense La Nueva Provincia:

Mientras la tensión política se traslada a la Capital Federal, el presidente se recluye en Santa Cruz, y ordena a todos congelar, por el momento, los pleitos locales, evitando así un reagrupamiento desordenado de oficialistas que permitiera a la oposición cierto respiro capaz de darle alguna cohesión.

Aunque no tanto como para dejar de concluir ciertos contratos que estaban pendientes. El de Eduardo Lorenzo, por ejemplo, diputado del macrismo porteño que se pasó a la bancada kirchnerista poco antes de la ajustada votación sobre la suerte de Ibarra o el de María del Carmen Rico que ha dejado el duhaldismo, mediante el cual se había hecho elegir.

Como se sabe, los oficialistas tienen un bloque propio al que se agregan los eufemísticamente llamados transversales, que en su mayoría son acomodaticios, los cuales van saltando con garrocha hacia el sol que más calienta.

Lo que demuestran estos saltos es que hay políticos que no tienen precio; hay quienes se venden y, finalmente, están los que se alquilan. El gobierno --que sabe esto-- compra y alquila a destajo. Es la nueva política de la que blasona Kirchner.

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