'Integración virtual': El Mercosur y la decepción estructural

En el mundo actual, el comercio es uno de los grandes motores del progreso económico, pero ni la Argentina ni Brasil lo aprovechan. A continuación, U24 le acerca el editorial del diario Río Negro:

El Mercosur está por cumplir veinte años y, como suele suceder en vísperas de la fecha, los dirigentes de los países miembros se han puesto a hablar de la necesidad de relanzarlo por entender que sigue siendo, a lo sumo, una buena idea.

Aunque el Mercosur ha servido para facilitar el movimiento de bienes, servicios y personas entre la Argentina, Brasil, Bolivia y Uruguay, además –en menor medida– de Chile, con el que la agrupación ha firmado algunos acuerdos especiales, la integración supuesta no puede compararse con la posibilitada por la Unión Europea.

La razón fundamental por la que su desempeño ha resultado decepcionante es estructural: Brasil, con aproximadamente 180 millones de habitantes, está en condiciones de dominarlo por completo y, como es natural, no vacila en hacer valer su peso frente a la Argentina, que cuenta con menos de 40 millones, Uruguay, con poco más de 3 millones y Paraguay, con menos de seis millones.

La eventual incorporación de Venezuela, que tiene 25 millones de habitantes, no modificará demasiado el desequilibrio.

Tal y como están las cosas, la profundización del Mercosur significaría la transformación de los demás socios en satélites económicos de Brasil. En cambio, en la Unión Europea ningún país miembro tiene más del 18 por ciento de la población total.

Muchos en la Argentina creían que el Mercosur resultaría ventajoso porque le permitiría al país ampliar su mercado doméstico sin exponerlo a la competencia de las naciones ya desarrolladas.

Sin embargo, aunque Brasil ha sido un buen cliente para ciertos productos básicos, el proteccionismo sistemático patrocinado por el poderoso lobby industrial paulista, más la competitividad superior de la mayoría de las empresas brasileñas, ha significado que, merced en parte al Mercosur, andando el tiempo la Argentina adquiriría, en contra de la voluntad de los comprometidos con la integración regional, un perfil agroexportador más nítido.

Por desgracia, no parece posible revertir esta tendencia. Es fácil sostener que sería positivo eliminar las "asimetrías" para que todos los países miembros se beneficiaran del Mercosur, pero no es realista esperar que los brasileños acepten hacer muchas concesiones.

Por ser Brasil uno de los países más proteccionistas del mundo, el Mercosur nos impide emprender una estrategia como la adoptada por Chile, que apuesta por el libre comercio y ha firmado acuerdos en tal sentido no sólo con Estados Unidos y la Unión Europea sino también con China. En el corto plazo, el escudo proteccionista podría traer algunos beneficios para quienes temen a una "apertura indiscriminada", pero a la larga los costos del aislamiento se harán cada vez más onerosos.

En el mundo actual, el comercio es uno de los grandes motores del progreso económico, pero ni la Argentina ni Brasil han podido aprovecharlo plenamente. No es muy probable que logren hacerlo en los próximos años, en vista del compromiso de los dirigentes brasileños con su propia estrategia industrial y de la mentalidad igualmente proteccionista de los nuestros.

Si el Mercosur sólo fuera un proyecto económico, como hace pensar su nombre, con la excepción de Brasil sus integrantes ya comprenderían que a causa del desequilibrio estructural que lo caracteriza no podrá funcionar, pero en el fondo su atractivo principal es político, por inspirarse en el sueño de la integración latinoamericana que, huelga decirlo, emociona más a los hispanohablantes que a quienes hablan portugués.

Es por este motivo que el caudillo venezolano Hugo Chávez quiere ser miembro del club que, imagina, podría ayudarlo en su enfrentamiento con el gobierno de los Estados Unidos.

Sin embargo, el Mercosur no puede considerarse una alternativa genuina al Area de Libre Comercio de las Américas que impulsa Washington.

Mientras que el ALCA, que cuenta con el apoyo de la mayoría abrumadora de los gobiernos latinoamericanos, propone la creación de un espacio económico que además de ser aún más grande que el supuesto por la Unión Europea incluiría el mercado de consumo más rico del planeta, por su poder de compra el Mercosur en su conjunto es menos importante que Italia, un país cuyos líderes nunca pensarían que el mercado doméstico sea lo bastante grande como para que el proteccionismo fuera una estrategia viable.

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