Spielberg estrena 'Munich', notable relato de un drama israelí contado desde el no-sionismo

De niño, Steven Spielberg se avergonzaba de ser judío. Hasta que se convirtió en director de cine y mostró esa faceta, sin pudores, en 'La lista de Schindler' (aunque pudo haber sido más generoso con la viuda de Schindler, ¿no?). Con 'Munich', que se estrena el jueves 26 en la Argentina, inspirada en el ajuste de cuentas tras la matanza de atletas israelíes en las Olimpiadas del '72, se esperaba algo parecido. Pero esta película ha sido repudiada injustamente por la comunidad judía de USA. Y Spielberg no ha demorado en defenderse de los ataques.

"¡Schmeul, Schmeul!" le gritaba infatigable su abuelo al pequeño Steven Spielberg. El niño, lejos de hacerle caso, prefería seguir jugando fútbol con sus amigos, incapaz de reconocer ante ellos que así era como se decía su nombre en hebreo.

Aunque décadas más tarde se convertiría en uno de los cineastas más militantes de la causa judía luego de filmar 'La lista de Schindler' (1993), lo cierto es que el pequeño Steven estaba lejos entonces de sentirse orgulloso por su sangre. Vergüenza. Eso era lo que en verdad sentía.

Con el reciente estreno de 'Munich' en USA, nuevamente se esperaba un Spielberg militante, especialmente por la temática de la película: un agente del Mossad (Eric Bana), el servicio secreto israelí, lidera una operación para eliminar a todos los terroristas palestinos que estuvieron involucrados en la matanza de 11 atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich, en 1972.

Pero lejos de adoptar una postura pro israelí, como todos se imaginaban, Spielberg ha optado por la corrección política, con un Eric Bana con su conciencia aproblemada, que a medida que transcurren los 164 minutos del metraje comienza a cuestionar los alcances éticos de su misión.

El sionismo neoyorkino (ya se sabe que dentro del pensamiento judío hay quienes son sionistas y quienes no lo son) quería un panfleto barato; y resulta que Spielberg hizo un relato objetivo y pareció molestarle mucho. Peor para el sionismo...

Los ataques de la comunidad judía de USA han sido diversos.

El cónsul general de Israel en Los Angeles, Edu Danoch, consideró que equiparar a los agentes del Mossad con los terroristas palestinos era "una incorrecta ecuación moral", mientras que el escritor Jack Engelhard ("Una propuesta indecente") fue más lejos: "Si nuestros enemigos dicen que Hollywood nos pertenece, ahora hemos perdido a Hollywood y a Spielberg. Spielberg no es amigo de Israel. Spielberg no es amigo de la verdad".

Pero, ¿cuál es el problema de gente detestable como Danoch o un imbécil como Engelhard? El Mossad es un instrumento de terrorismo de Estado, y los terroristas a veces son privados y a veces funcionarios públicos, ya lo saben los argentinos...

Spielberg nació en el Hospital Judío de Cincinnati, Ohio, en 1946, y uno de sus recuerdos de infancia es la primera vez que visitó una sinagoga, junto a su padre. Ese momento le dejó una imagen imborrable, que más tarde rescataría en sus películas, como al inicio de "La lista de Schindler": la luz de una vela roja que alumbraba la Torá, el libro sagrado del pueblo judío.

Incluso el director, alimentando su propio mito, ha relatado en más de una entrevista que aprendió a contar mirando los números que un conocido de su familia, que había estado en un campo de concentración, tenía tatuados en el brazo.

Cuando sus padres se fueron a vivir a Saratoga, en California, sus compañeros de colegio lo molestaban por su origen judío y le tiraban monedas, mientras que uno de sus tantos traumas infantiles fue que, a diferencia de todos sus amigos, en su casa no acostumbraban a tener un árbol de Navidad.

La lenta reconciliación

Asumir su condición judía fue para Spielberg un proceso paulatino, que corrió de la mano con su ascendente carrera como director de cine.

Si en 'Los cazadores del arca perdida' (1981) mostraba a unos nazis demonizados, al borde de la caricatura y que terminaban derretidos en un apocalíptico final, en 'El color púrpura' (1985) por primera vez intentaba sacudirse de su etiqueta de director taquillero, con un drama sobre la discriminación de los negros, que no fue bien recibido por la propia comunidad afroamericana.

Cuando se entregaron los premios Oscar, ese film no recibió premio alguno.

En su 2do. matrimonio, con Kate Capshaw, en 1991, él se reconcilió con sus raíces. La actriz, a la cual había conocido durante el rodaje de 'Indiana Jones y el templo de la perdición' (1984), decidió convertirse al judaísmo cuando se casó con él y se convirtió en una defensora a ultranza de las tradiciones y ritos de esta religión, con una convicción que ha traspasado a sus hijos, que entre ambos suman siete.

"Esta diosa shiksa (mujer no judía) me ha hecho un mejor judío que mis propios padres", ha reconocido el director.

2 años después de su casamiento con Capshaw, Spielberg sellaría su compromiso con la causa judía con el estreno de 'La lista de Schindler', su visión sobre uno de los episodios más dolorosos para su pueblo: el Holocausto.

Él logró salirse con la suya al rodar una película de más de tres horas, filmada mayoritariamente en blanco y negro, que culminaba con una coda que no dejaba lugar a segundas lecturas: imágenes de la época actual, en que los sobrevivientes o familiares de los rescatados por Schindler acudían a un cementerio en Jerusalén, donde depositaban flores en la tumba del protagonista de esta historia.

Aunque fue acusada de manipuladora por algunos pasajes lacrimógenos, fue la gran triunfadora en los Oscar 1993.

Un singular ajuste de cuentas de Spielberg con la Academia de Hollywood la cual, más allá de sus éxitos de taquilla, sistemáticamente le había negado el reconocimiento a su calidad artística. Antes de alzar la dorada estatuilla de Mejor Director por este filme, Spielberg había sido nominado en cuatro oportunidades, pero sin duda la mayor humillación la sufrió con 'El color púrpura', que después de estar nominada en 11 categorías, incluyendo la de Mejor Director, no recibió ni un solo galardón.

Tampoco faltaron quienes vieron en el reconocimiento a 'La lista de Schindler' la complacencia de una industria en que la comunidad judía tiene poderosos círculos de influencia.

Operación Munich

Al momento del estreno de 'Munich' en USA, en diciembre pasado, Jonathan Rosenbaum, el respetado crítico del Chicago Reader, se encargó de recordar que más que por los méritos de lo que calificó como un "mediocre thriller", esta película debía ser valorada como un acto de expiación de un director que en su momento hizo sentir excitados a los espectadores ante un Indiana Jones que mataba árabes en "Los cazadores del arca perdida".

Una postura muy diferente a un Spielberg que hoy en día no quiere "demonizar" a nadie.

En todo caso, la mayor parte de la crítica ha estado de parte del director, como bien lo sintetiza la opinión de Manohla Dargis en The New York Times, quien considera que "ésta es la película más compleja y angustiada de su carrera".

Ante los temores de que se tildara a este proyecto como pro israelí, rápidamente Spielberg echó a andar su maquinaria para mantener en absoluto hermetismo el rodaje de la película, que comenzó inmediatamente después del estreno de 'La guerra de los mundos' en junio pasado.

No se invitó a periodistas a las locaciones en Malta, Budapest, París y Nueva York, ni tampoco se realizaron exhibiciones promocionales. Incluso muy pocos actores tuvieron acceso completo al guión.

Reacio a dar entrevistas, el golpe mediático llegó con la edición de la revista Time del 12 de diciembre, casi dos semanas antes del estreno en Estados Unidos, que con Spielberg en portada calificaba a la película como "una obra maestra".

También fue el momento de una difundida entrevista, en que el director calificó a la cinta como "una oración por la paz" y, previendo los ataques, justificaba su toma de postura declarando que "el principal enemigo no son los palestinos ni los israelíes. El mayor enemigo en la región es la intransigencia".

Pese a la corrección política de Spielberg y las acusaciones de establecer una equivalencia moral entre los agentes israelíes y los terroristas palestinos, la elección de esta temática es completamente coherente con el perfil de un director que después de "La lista de Schindler" aportó fondos para la creación de la Shoa Foundation, que tiene un archivo con 52.000 testimonios de sobrevivientes del Holocausto.

"Munich está en Alemania. Y es aquí donde un grupo de judíos vuelve a morir. Para Israel, esto es un trauma nacional", asegura el director. Y la carga simbólica no termina ahí. Fue justamente en Munich donde Hitler encontró apoyo para el nacimiento del partido nazi. El mismo lugar donde décadas más tarde los atletas israelíes fueron masacrados, en parte, debido a la inoperancia de las autoridades alemanas para resolver la crisis.

Otra motivación que lo llevó a filmar la historia es el silencio que ha mantenido el Comité Olímpico Internacional frente a la muerte de los deportistas. "Quise hacer este filme en memoria de ellos, porque ellos han sido olvidados", declaró a Time. En todo caso, fue Kathleen Kennedy, eterna colaboradora de Spielberg como productora, la que compró los derechos del libro "Venganza", de George Jonas, y le propuso el proyecto al cineasta, en 1998.

Este ha sido otro de los puntos que han generado más controversia tras el estreno de "Munich", ya que el trabajo de Jonas está prácticamente desacreditado por su falta de rigor histórico. Este periodista canadiense elaboró su texto a partir del único testimonio de Yuval Aviv, supuesto agente del servicio de inteligencia israelita que habría participado en la revancha contra los árabes después de los hechos de 1972.

Pero el periódico inglés 'The Guardian' consignó esta semana que recientes investigaciones han demostrado que Aviv no perteneció al Mossad ni a ninguna otra organización de inteligencia similar y que a lo más trabajó como guardia de una aerolínea en Nueva York en los '70.

Para ponerse a resguardo de estas acusaciones de falta de rigor histórico, Spielberg se apresuró a aclarar en Time que su película "no es un documental". Y tuvo especial cuidado de consignar al inicio de ella, que está 'inspirada en hechos reales', "porque hasta que los archivos secretos no sean abiertos, nadie sabrá realmente lo que pasó".

Consciente de que su posición generaría polémica más allá de las fronteras de USa, la operación Munich de Spielberg también incluyó una fuerte campaña de apoyo en Israel. Además de mostrarles anticipadamente la cinta a las viudas de los atletas asesinados, el director contó con el lobby de dos figuras de peso: Dennis Ross, antiguo secretario de Estado norteamericano y experto en Medio Oriente de las administraciones de Bill Clinton y George Bush padre; y Eyal Arad, asesor del premier israelí Ariel Sharon y especialista en relaciones públicas, que apoyó la reciente creación del partido Kadima.

El último contraataque vino de parte del propio director, que en una entrevista el pasado 25 de diciembre con el popular crítico Roger Ebert (quien calificó a "Munich" como "un acto de conciencia y coraje") lanzó sus descargos, partiendo por aclarar que su película rechaza ser un panfleto.

"La gente que ataca la película con el argumento de la 'equivalencia moral' son los mismos que creen que la diplomacia es un ejercicio de equivalencia moral, y que piensan que la guerra es la única respuesta", dice el hombre que para demostrar con hechos sus convicciones, ha prometido comprar 250 cámaras de video que repartirá entre niños israelíes y palestinos.

La idea es que los pequeños preparen sus propios documentales, sobre cuestiones tan cotidianas como la música que escuchan o las películas que ven. Spielberg está convencido de que éste es el tipo de cosas que pueden demostrar que finalmente no hay tantas diferencias entre palestinos e israelitas. Y al mismo tiempo que declara su amor por Israel ("la crítica es una forma de amor"), remata: "No hay respuestas fáciles para el más complejo conflicto de los últimos 50 años".

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