Preocupan los reiterados fracasos en política exterior de Kirchner

Conflictos e impericia con Chile y Uruguay, y una situación aún no resuelta con Paraguay, sin ignorar el fracaso en la negociación con Bolivia (se pactó el precio del gas exigido por Evo Morales desde el comienzo), obligan a repensar el rol de la Argentina K en el Cono Sur:

Joaquín Morales Solá, en el diario La Nación:
"(...) Kirchner controla el país como las amas de casas obsesivas controlan la cocina. Los asambleístas de Gualeguaychú nunca llegaron al círculo de sus decisiones hasta que pusieron en jaque la relación con Uruguay, la más cercana y entrañable de la Argentina. Los asambleístas entrerrianos no son piqueteros, aunque Kirchner no enfrenta ni a los piqueteros. Los asambleístas son, en su mayor medida, exponentes de una sociedad aterrada y movilizada.
Kirchner sabe ahora que su reclamo a Uruguay de una paralización total de las obras ha perdido solvencia después del fallo en Holanda. Las cosas han cambiado, se lo oyó decir el viernes; es un tribunal internacional el que no encontró razones para detener la construcción de las papeleras. Esa condición (que la finlandesa Botnia no aceptó) hizo fracasar, horas antes, la firma de un acuerdo. El trabajoso borrador, que era casi perfecto para los dos países, está terminado y aguarda las rúbricas presidenciales. Los negociadores (el argentino Alberto Fernández y los uruguayos Gonzalo Fernández y Francisco Bustillo) sobrevivieron al naufragio. Sólo hace falta que regresen al trabajo.
Siempre habrá un problema con la dura e intransigente Botnia. La española ENCE es otra cosa: paralizó las obras, suele criticar en reserva a su colega finlandesa y estaría dispuesta a trasladar su fábrica de Fray Bentos. Se eliminaría así el efecto acumulativo que dejarían las dos pasteras juntas. El gobierno argentino valora a la española y se ofusca con la finlandesa.
(...)
Chile es la otra relación histórica, cercana y sometida a tensión. La democracia argentina nunca estuvo en tensión, al mismo tiempo al menos, con Chile y con Uruguay. Chile vivió siete años, desde 1997 hasta 2004, acostumbrándose al gas barato y abundante de la Argentina. Un chileno prominente aceptó que hay cierta adicción chilena al gas argentino. En ese corto tiempo, la economía chilena elevó de cero al 37% su dependencia del gas argentino.
El gas escasea ahora en la Argentina. Evo Morales aumentó casi un 60% el precio del gas que Bolivia exporta a la Argentina. Digamos las cosas como son: el gas argentino puede ir a Chile sólo porque la matriz energética argentina se abastece del gas boliviano. Es la solución que nadie dice, pero que todos saben. Chile y Bolivia no tienen relaciones diplomáticas desde la Guerra del Pacífico.
El problema no es un invento de Kirchner. Pero Kirchner lo ha manejado a su manera: todo lo decide él mismo. Los chilenos son formales y tienen una fe ciega en el Estado. La ministra de Energía chilena estuvo en Buenos Aires, negoció con Julio De Vido y quedaron en seguir las tratativas. De Vido, que tiene tantas condiciones de diplomático como de astronauta, declaró dos días después que él fijaba el precio del gas y que no había negociación con el gobierno chileno. El precio es el que está: lo toman o lo dejan , explotó, elegante.
Chile se estremeció. (...) Michelle Bachelet denunció segregación y le dedicó la declaración más dura de su corta gestión a la administración Kirchner.
¿Qué había pasado? Los chilenos tienen una sensibilidad especial para percibir la segregación, que detestan desde el fondo de la historia. Kirchner fue fiel a sí mismo: no les anticipó nada a Bachelet ni a los otros presidentes. Y la oposición a Bachelet, que tiene un viejo dejo nacionalista, la vapulea con acusaciones de debilidad e ineficacia que bordean el machismo. Bachelet le habló a ese frente interno y no tanto a Kirchner. A Chile le importan más las garantías de abastecimiento de gas para su industria que los buenos precios. Kirchner no se las da. Ese es el centro del problema. (...)".

Eduardo van der Kooy en el diario Clarín:
"(...) Volvamos a aquel aislamiento del Gobierno. La Argentina enfrenta varios conflictos en su política exterior, algunos de ellos de carácter regional. El más trascendente es con Uruguay por las papeleras en Fray Bentos. Pero están además los roces repetidos con Chile. El Presidente hace y deshace sin correr tranqueras para permitir el intercambio con otros sectores. Están en juego muchas veces políticas de Estado. La oposición repite entonces el reflejo de la crítica sistemática.
Chile se quejó por el aumento del precio del gas que le suministra la Argentina. La queja es entendible porque la presidenta Michelle Bachelet se encontró al arribo al Palacio de la Moneda con problemas inesperados. Incluso su popularidad está en declive. Pero al Gobierno le asiste la razón. Nuestro país debió renegociar el precio del gas con Bolivia que en su mayor volumen es derivado a Santiago. ¿Por qué motivo debería cargar con todo el costo? El suministro de gas acordado desde 1996 le posibilitó al Estado chileno beneficios de casi U$ 12.700 millones en diez años.
También es verdad que, por el bajo precio interno, la Argentina sufre un contrabando de combustible enorme en las zonas de frontera. El punto neurálgico es la Triple Frontera que nuestro país comparte con Brasil y Paraguay. Pero la aplicación de precios diferenciados en esas regiones también golpeó a Chile. Sobre llovido, mojado para Bachelet. ¿No podría haber esperado el Gobierno a que pasara el efecto inevitable que produjo el aumento en el precio del gas? La mujer socialista es una aliada y los aliados no le sobran al Gobierno.
El pleito con Uruguay es de otro calibre. El fallo de la Corte de Justicia de La Haya dio luz verde a la instalación de las plantas pasteras aunque también habilitó a la Argentina a continuar litigando. ¿Es ese el camino conveniente para ambos? Tabaré Vázquez tiene un escollo por delante y Kirchner tiene dos.
El dilema del mandatario uruguayo es amansar a la empresa finesa Botnia que boicoteó la posibilidad de un acuerdo —al no paralizar sus obras— bocetado en Chile con Kirchner. El Presidente tiene que lograr una mejor predisposición en La Haya para continuar con el juicio y, a la vez, neutralizar el desencanto que el fallo adverso regó entre los ciudadanos de Gualeguaychú.
La relación bilateral ha mejorado. El conflicto por las papeleras parece haber sido encapsulado. De hecho, el ministro de Planificación, Julio de Vido, garantizó a su colega uruguayo de Industria, Jorge Lepra, una cuota extra de suministro energético que no le puede brindar ahora Brasil. Pero ciertas desconfianzas permanecen. El Gobierno recela de la información técnica que esconde Botnia. Uruguay le sigue temiendo a la reiteración del bloqueo de pasos fronterizos y a la ambigüedad oficial sobre si lo que resiste es la posible contaminación o, en realidad, pretende el derrumbe del proyecto (...)".

Eugenio Paillet, en el diario La Nueva Provincia:
"(...) Fiel a su estilo de confrontación a ultranza, el presidente Néstor Kirchner tardó apenas 24 horas en echar por la borda los aprestos dialoguistas que se venían operando en el gobierno para encauzar por la vía del diálogo la relación con el Uruguay. (...)
Lo primero a decir --y que se escucha con sordina en despachos oficiales-- es que el Presidente acusó como una goleada impactante el resultado de la votación en la Corte Internacional de La Haya que ordenó no frenar la construcción de las papeleras de Fray Bentos por una razón que se caía de madura: nadie puede alegar contaminación ambiental de dos plantas que apenas han empezado el enladrillado de sus obras. Fue así nomás: el 14 a 1 --con el agregado gravoso de que el único voto a favor fue del juez argentino designado 'ad hoc' por el país-- prendió luces de alerta en los despachos presidenciales. (...)
Tras aquel abrazo de Caracas, Kirchner había dejado correr en su gabinete alguna línea benevolente hacia Tabaré y el Uruguay. Tanto Alberto Fernández como Jorge Taiana fueron instrumentos visibles de esa decisión de tender puentes con la vecina orilla. (...) Un encuentro a solas entre ambos presidentes era posible y hasta deseable, según la visión de no pocos hombres de la administración. Kirchner bajó la iniciativa de un plumazo y mandó a Fernández a aclarar que en la capital mediterránea "sólo se hablará de temas regionales, no bilaterales" con Vázquez. Peor: hizo un desconocimiento virtual del fallo al sugerir a la banca internacional que no financie las plantas. "Es penoso", hostigó desde Montevideo el ministro Mariano Arana.
(...) Vale mostrar el comportamiento de uno y otro en las últimas horas para entender razones y sinrazones: Kirchner se mostró como lo que es, un hombre irascible y alejado de las mínimas formas de la diplomacia y la convivencia. No es novedad que las relaciones internacionales jamás figuraron entre sus manuales. Tabaré convocó para mañana a todos los dirigentes de la oposición, sin excepciones, para explicarles personalmente cómo sigue la política uruguaya en el tema de las papeleras después del fallo que lo ha beneficiado.
(...) Dicen en la Casa Rosada que la estrategia oficial apunta en dos direcciones: por un lado, a demostrar que el gobierno mantiene viva la llama de su decisión de hacer del cuidado ambiental una política de Estado. (...) Romina Picolotti, la secretaria de Medio Ambiente, a quien Kirchner ya ha mandado a medir como eventual candidata a gobernadora de Entre Ríos para 2007, trajo esa duda de su paso por Gualeguaychú. Los vecinalistas, en especial el grupo de los duros, no cortarán rutas por ahora. Pero no hay garantías de que no lo hagan en el mediano plazo si el presidente --ése es su reclamo-- no endurece su posición con Uruguay. (...)
La siguiente cuestión es de más largo alcance y hasta tiene ribetes de aquellos que sólo suelen ocurrírseles a los políticos: dicen que, con la postura de confrontación con la que emergió Kirchner tras el pelotazo en contra, se apunta a fogonear un escenario en el que se plantee con visos de certeza la posibilidad de un fallo de La Haya que condene a Uruguay en la cuestión de fondo de la demanda argentina, o sea la violación por parte de Montevideo del Tratado del Río Uruguay. Los expertos dicen que esa resolución puede llevar años. En la Casa Rosada se relamen, afirmando que tienen indicios de que podría ocurrir hacia fines de 2007, tal vez cuando todavía los argentinos no hayan concurrido a las urnas para elegir Presidente (...)"

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