Padres desesperados (1): La estafa Marangoni

Hoy comienza una serie de notas destinadas a plantear algunos de los problemas que enfrentan los padres en el sistema de enseñanza que padecemos. Los de CTERA no luchan para forzar un proceso que garantice que las aulas argentinas aporten a la sociedad recursos humanos calificados para el siglo 21. Entonces, los padres desesperados deben arreglarse por ellos mismos. Aquí va la 1ra. nota. POR EDGAR MAINHARD

Si Claudio Marangoni fue un invento del marketing del fútbol y de algunos periodistas corruptos, tal como hoy día ocurre con Esteban Cambiasso, no es el tema de esta nota.

José Pekerman deberá dar cuentas del ridículo mediocampo argentino con Cambiasso en lugar del solvente Javier Mascherano, desde antes que se lesionara Mascherano. En cuanto a Marangoni se retiró y montó una escuela de fútbol que gozó de un enorme despliegue mediático.

Cuando mi hijo Eric me comentó que en el colegio le daban la posibilidad de asistir a la escuela de fútbol Marangoni, cuyos profesores se instalarían una vez por semana en el campo de deportes, me entusiasmé y acepté pagar los $ 25 por clase que es el cachet establecido por Marangoni, una 'ganga' de acuerdo a lo que su gerente Comercial le explicó a la gente de la cooperadora del colegio.

Por cierto que lo que tengo en claro, luego del episodio Marangoni, es que la contratación no es el fuerte de quienes toman esas decisiones en el colegio, porque o son ciegos o contrataron sin conocer qué contrataban, lo que obligaría a creer en una falta de idoneidad importante.

Pero ayer miércoles decidí ir a ver cómo funcionaba la escuela de fútbol Marangoni a la que estaba asistiendo mi hijo, y el espectáculo ha sido lamentable. Y multiplicando $ 25 por los 100 jovencitos que corrían en el campo de deportes, comprendí que la ineficiencia puede resultar un excelente negocio, considerando además que Marangoni tiene otros colegios bajo un contrato similar.

La escuela Marangoni no le enseña algún concepto futbolístico a los niños; los distribuyen en equipos de 5 ó 6 y los ponen a jugar en partidos simultáneos de baby-fútbol donde ninguno de los asistentes aprende algo. La estafa es descomunal.

Marangoni fue un jugador de fútbol, apreciado tanto en Independiente como en Boca y en San Lorenzo, entre otros equipos en los que jugó; él debe saber que lo que ha montado no es una escuela de fútbol porque los alumnos no aprenden nada.

Ni cómo pararse en un campo de juego, ni cómo detener la pelota. Llegue a ver a niños que durante 25 minutos no tenían contacto alguno con la pelota; obviamente los menos dotados futbolísticamente, pero pagan $ 25 por esa supuesta clase como los más dotados. Y el inexistente sistema montado por Marangoni nunca logrará que los menos dotados avancen en su relación con la pelota Nº5, pero le seguirán cobrando $ 25. Una barbaridad.

Por supuesto que desde que puse el grito en el cielo, mi hijo me dice que no deje de enviarlo a la escuelita porque van todos los compañeritos; o sea que terminaré pagando un espacio de recreo; $ 25 por estimular la sociabilidad de mi hijo, pero teniendo pleno conocimiento de que no lograré que ni siquiera le enseñen las reglas básicas del fútbol.

Para el colegio obviamente es lo más sencillo: contrata una escuela de fútbol con cartel, transfiere el costo a los padres y se quita el problema de encima; seguramente mejorar ese nefasto sistema implicaría un esfuerzo organizativo para el colegio que muchos padres no comprenderían porque Marangoni tiene un nombre.

Pero, ¿qué hace un padre que se da cuenta de la estafa? Bueno, lo primero que puede hacer es denunciarla. Entonces, Ud. ya lo sabe: si su hijo le cuenta que irá a la escuela de fútbol Marangoni, asista y compruebe qué conocimientos recibe su hijo. Al menos si le están robando, que el ladrón sepa que Ud. no es tonto.

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U24, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2006.

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