Modelo K: Hay más producción y también más pobres

La desigual destribución de la riqueza es el gran fracaso del plan económico de Néstor Kirchner, y resulta increible que no lo pueda utilizar la oposición para presionar por cambios en la política gubernamental. Muy interesante el documento semanal del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa):

El crecimiento de la economía es más acelerado que la reducción de la pobreza. En el 2005, el ciclo de recuperación económica está cumplido, sin embargo, la pobreza es significativamente más alta que en 1998.

El ajuste producido por la devaluación y la generalizada y sostenida violación de contratos implica motorizar una masiva transferencia de recursos hacia el exterior cuya contrapartida es un menor nivel de inversión y consumo de las familias, especialmente las de más bajos ingresos.

En el 2005, la economía ha crecido un 9,2% y la incidencia de la pobreza ha disminuido al 33,8% de la población. Las mejoras son claras y significativas.

Sin embargo, la recuperación de la economía se produce a un ritmo muy diferente que la recuperación social. En palabras simples, la economía produce prácticamente la misma cantidad de bienes y servicios que antes de la crisis, sin embargo, una proporción muy grande de la población dispone de menos bienes y servicios para satisfacer sus necesidades.

Con los datos recientemente difundidos por el INDEC para el 2005, y comparándolos con los observados en 1998, se puede ilustrar este fenómeno:

> El Producto Bruto Interno –que mide los bienes y servicios producidos por el país– fue en el 2005 un 6% más alto en 1998, máximo valor alcanzado antes de la crisis.

> Como la población creció aproximadamente un 7%, el Producto Bruto Interno per capita es todavía un 1% inferior.

> La incidencia de la pobreza en el 2005 es de 33,8%, mientras que en 1998 era 30%.

Las estadísticas señalan que la Argentina genera una cantidad similar de bienes y servicios, pero a la vez hay más gente que no puede acceder a ellos, al menos en las cantidades que le permita superar la pobreza.

Esto se explica porque han caído las importaciones (el país dispone de menos bienes producidos en el exterior) y ha cambiado significativamente la forma en que se distribuye la producción interna.

Las exportaciones y el consumo público han sido las "ganadoras"; mientras que el "sacrificio" estuvo a cargo del consumo de las familias y de la inversión.

Entre 1998 y 2005, las exportaciones aumentaron un 40% y el consumo público un 6%.

En cambio, el consumo privado de las familias aumentó apenas un 1,5% (mucho menos que el incremento en la población) y las inversiones son un 0,5% inferior.

La composición de la producción interna experimentó cambios pero no tan drásticos ni en la dirección que se suele enfatizar. Como en 1998, en el 2005 aproximadamente 1/3 del PBI es explicado por la producción de bienes y los dos tercios restantes por los servicios.

Al interior de estos grandes rubros se destaca el crecimiento de las actividades agropecuarias (18%) y una modesta variación de la industria manufacturera (2%) y la construcción (3%).

Con los servicios ocurre algo parecido porque la caída en el sector financiero y comercio es compensada por una mayor participación de los otros servicios.

La combinación de devaluación, contexto internacional excepcionalmente favorable y prudencia fiscal y monetaria, fueron suficientes para promover la recuperación de la economía.

Sin embargo, resulta insuficiente para que la recuperación se convierta en crecimiento sostenido y para que los indicadores sociales acompañen a los económicos.

La masiva violación de contratos y la actitud constante de emitir señales cambiantes y contradictorias impone serias barreras para la sustentabilidad del alto ritmo de crecimiento.

Al desalentar la entrada de capitales externos y promover la fuga de ahorros internos se facilita el sostenimiento del tipo de cambio en un nivel muy alto. Esto tiende a perpetuar el "boom" exportador basado en el sacrificio de consumo de las familias, pero aleja las posibilidades de sostener las exportaciones en base a inversiones que son las aumentan la capacidad de producción, como el caso de Chile por ejemplo. Se mantiene un permanente conflicto entre exportaciones y consumo interno como quedó planteado con la carne.

Desde el punto de vista de la equidad, la devaluación junto con regulaciones laborales inapropiadas concentran el sacrificio de consumo entre los hogares pobres.

Por un lado, por la dinámica que impone sobre los precios de los alimentos y, por otro, porque agudiza la segmentación del mercado laboral.

Mientras los ingresos de los trabajadores informales crecieron desde el 2001 un 36%, la Canasta Básica Alimentaria aumentó un 110%. Esta drástica caída en el poder de compra de los hogares más humildes es la clave para reducir el consumo de las familias que pasa a engrosar el incremento de las exportaciones.

La solución no pasa por medidas como la reducción del mínimo no imponible de ganancias, aumentos de asignaciones familiares, incremento en el salario mínimo y en los básicos de convenio, porque al operar sobre el segmento formal del mercado de trabajo prácticamente no llegan a los hogares pobres.

Los cambios tienen que ser estructurales para promover un mercado de trabajo más integrado y aumentar la inversión de manera que la competitividad sea más función de la productividad y menos del empobrecimiento de la gente.

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