Unánime: La inflación es un problema y Kirchner luce desorientado

Importante negociación de Repsol YPF con el Gobierno por el precio del gas, en días de ajustes discrecionales de tarifas.

Joaquín Morales Solá en el diario La Nación:
"(...) Kirchner tiene un problema con la inflación. Decidió tomar de la solapa a los productores de carne. Pero subió la demanda externa e interna de carne roja como consecuencia de la gripe aviaria, por un lado, y porque la Argentina es el país con más consumo de carne por persona en el mundo. La oferta no alcanza a satisfacer la demanda. Hay un problema, entonces, no una conspiración.
En tal caso, lo que se impone es una negociación entre el Estado y los sectores productivos para resolver el problema. La Secretaría de Agricultura y Ganadería está paralizada por una lucha interna despiadada. Cualquier funcionario que promueve una mesa de negociación es calificado en el acto de lobista de los ganaderos. La ministra de Economía, Felisa Miceli, no contribuye en nada cuando cambia de opinión con el correr de las horas y sólo está pendiente del humor presidencial.
No habrá solución si lo que se espera es la derrota y la humillación de sectores a los que somete, también, al petardeo piquetero. Hay cerca de 200 mil productores de carne en todo el país y los frigoríficos, que dependen en gran parte de la exportación, comenzarán a cerrar sus puertas. El país tiene, además, una historia que se reclina sobre el hombre de campo. Kirchner está a punto de pelearse hasta con el Martín Fierro.
La inflación puede saltar por otros lados. Kirchner se desespera, por ejemplo, por aumentar las reservas desde que le pagó al Fondo Monetario. Es una obsesión cotidiana. Sin embargo, la acumulación de reservas necesita de la emisión de pesos para comprar dólares en el mercado. La emisión es inflacionaria según cualquier manual de economía. Se la puede usar en momentos de serenidad de los precios, pero no cuando estos están impacientes.
También es potencialmente inflacionario el aumento del gas sólo para empresas y comercios. ¿Por qué no incluyó a las tarifas residenciales y dejó fuera de cualquier aumento a los sectores pobres de la sociedad? Artemio López volvió a ganar en el combate constante entre la razón y las encuestas.
Con todo, el mayor desafío a la inflación lo están dando los dirigentes sindicales. El gobierno espera que los aumentos salariales no superen en ningún caso una banda que va del 15 al 18 por ciento. La excepción sería el 20 por ciento.

Eduardo van der Kooy en el diario Clarín:
"(...) El control de las expectativas inflacionarias no le asegura la solución del problema. Hubo en ese campo un trabajo que dio frutos, pero que tuvo que ver con la política antes que con un encaje natural de las variables económicas. Los acuerdos básicos de precios funcionaron, pero esos acuerdos tienen vida limitada. ¿Cómo seguirá la historia? Es un interrogante que desvela a Kirchner.
Hay otro. La batalla por el precio de la carne se ha tornado más prolongada e incierta de lo que supuso. El cierre de las exportaciones no arrojó los resultados esperados. El bolsillo popular tampoco sintió alivio delante de los mostradores. El consumo no descendió en proporción a la inversión política y económica que hizo el Gobierno para forzarlo. El Presidente pareciera cosechar empates y derrotas en el pleito con el sector ganadero.
(...) El Gobierno detectó más de 15 mil operaciones de exportación de carne en los pocos días que mediaron entre el anuncio y la oficialización de la medida. Registró además un aumento sospechoso de los volúmenes de convenios bilaterales que fueron eximidos de aquella restricción. Esos negocios serán revisados por orden presidencial.
Kirchner bramó por una manifestación de ganaderos en Salliqueló y otra en Corrientes. Creyó descubrir allí hilos de la supuesta confabulación. No se explica por qué razón el sector se resiste a un acuerdo que los demás sectores aceptaron. Habría que convenir que la gestión no parece la mejor. El subsecretario de Agricultura negocia a espaldas del jefe del área, Miguel Campos. Javier de Urquiza —de él se trata— es el hombre de confianza del Presidente en ese tema. Habla con algunos pero no con todos. Insuficiente para una solución.
Los expertos del sector explican aquello que quizás el Gobierno no entiende. No hay en el ámbito ganadero una cadena integrada de producción, industrialización y comercio. Nadie representa al conjunto. Y predomina la reticencia a querer discutir sólo de los precios. Se demandaría una política a mediano y largo plazo que establezca prioridades estratégicas para asegurar el abastecimiento interno sin afectar los mercados externos recuperados.
La inflación tiene además otras acechanzas. Está la actualización de las tarifas y también la recomposición de los salarios. Al Gobierno le quedan por cerrar cinco o seis convenios con empresas privatizadas. Pero ya cerró alrededor de 50 con retoques tarifarios que no llegaron de modo directo a la sociedad. Esa pulseada generó tensiones, como la que derivó en la partida de la francesa Suez y la reestatización de Aguas Argentinas. Y las sigue generando. Julio De Vido espera para los próximos días el arribo de Antonio Bruffau, el titular de Repsol-YPF.
El Gobierno empezó a facturar un aumento del gas para empresas y comercios. El cálculo es que si la actividad productiva sigue como hasta ahora hará falta mayor cantidad de combustible. Un trabajo oficial señala que existiría una explotación despareja en las áreas patagónicas disponibles de petróleo y gas. ¿Problema de falta de inversión? Ese sería el reproche que escuchará el directivo catalán.
La empresa tiene otra perspectiva. "La explotación es despareja porque hay áreas que, sencillamente, son mejores que otras", explican. Repsol viene madurando un gesto que podría corresponder las aspiraciones de Kirchner: abriría su paquete accionario para el ingreso de capital nacional privado. Faltaría un paso —como sueña De Vido— para que el Estado pudiera intervenir en el control de algunas áreas. (...)"

Eugenio Paillet en el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca:
"(...) Kirchner no está dispuesto a ceder un centímetro en su pelea con los ganaderos hasta lograr que la carne vuelva a tener --a su juicio-- un precio accesible para las clases populares en los mostradores. Y no lo hará, pese a que esa feroz pulseada pueda arrastrar la cabeza de la ministra de Economía. Felisa Miceli viene de aguantar otro tirón de orejas del mandatario, que se suma a otros varios desde que fue promocionada al sillón que ocupaba Roberto Lavagna. Esta vez, el presidente bramó cuando leyó que desde el Palacio de Hacienda estaban poniendo el carro delante del caballo. Miceli había habilitado conversaciones con los dirigentes de entidades rurales para fijar reglas en torno a la polémica decisión de no exportar carne. A cambio, los ganaderos debían comprometerse a bajar el precio final de algunos cortes de consumo masivo.
(...) Suele comentarse en los pasillos del poder que, aunque no lo parezca, Kirchner no ha modificado en algunos aspectos una gimnasia que Eduardo Duhalde solía practicar durante el desayuno: mirar encuestas y calibrar día a día sus índices de popularidad. "No hay retorno en su discurso y en su decisión de que la gente menos pudiente pueda volver a consumir carne", remarcan.
Un ejemplo de esa voluntad férrea: el presidente ignoró olímpicamente el ruego de dos gobernadores que se muestran como firmes aliados suyos, el santafecino Jorge Obeid y el cordobés José Manuel de la Sota, para que sus provincias obtuvieran un decreto de excepción que les permitiese exportar ganado en pie. Por separado, los dos habían pasado por el despacho de Miceli para explicar lo vital para sus economías que resultaba esa medida. Un puñado de horas después de esa gestión, Kirchner ordenó extender al ganado vivo la prohibición de vender el producto al extranjero.

La estabilidad de Miceli --como la de Aníbal Fernández, que pagaría con el despido haber desafiado antes de tiempo la decisión presidencial sobre candidaturas en Buenos Aires-- ha quedado en la mira. La funcionaria se ha convertido en una mera secretaria de ejecuciones que ordena el presidente, sin ningún margen para decisiones propias. ¿Soportará? Era la pregunta que rondaba el viernes. "Vea, el que toma decisiones es el Presidente, y le doy un ejemplo: hay ministros que no lo ven nunca y, sin embargo, sus carteras funcionan igual. El que no está de acuerdo con eso puede dejar el cargo y volver a su casa", explican en encumbrados despachos de la Casa Rosada. (...)"

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