Bafici: De pliegues ocultos y emociones notorias

El factor sorpresa es prácticamente el principal ingrediente del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. Pero quienes odiamos las fiestas sorpresas nos exponemos a mucho, como perder 93 minutos en la francesa Fantome. La agonía de Lazarescu, por suerte, inyectó una dosis de cine y de realidad entre tanta pretensión inexplicable.

Difíciles las sinopsis. Más difíciles las de la programación del Bafici. Mucho de riesgo tiene incursionar en la 8ª edición del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires y el librito de la programación es a penas un referente difuso de lo que puede llegar a encontrarse en la sala.
De Fantômes, del director francés Jean-Paul Civeyrac, se decía: "Antoine abandonó a su novia de la campiña para irse a vivir a París. El automovilista que se ofreció a llevarlo desaparece en medio de la ruta. La realidad lleva ocultos pliegues difíciles de captar a simple vista".
La cita era "La muerte del señor Lazarescu" a las 22:30 y en los cines del Abasto no eran muchas las opciones para la matinée por lo que una incursión al cine fránces –tras el fallido con la uruguaya del día anterior- significaba una alternativa.
Respecto al resumido argumento, tanto de la programación del Bafici, como de otros tantos que intentan en tres líneas dar un panorama del film, lo que intuyo es que reflejan en su consistencia - en algunos casos – la consistencia de la película.
"Civeyrac prologa Fantômes con un cartel que dice que se trata de "cuentos de amor de hoy", y esa premisa es también una declaración de principios sobre la ficción, sobre el carácter artificial de su película que más explícitamente aborda el tema de la materialidad e inmaterialidad", decía otra reseña en la web .
Y así transcurre la película entre "pliegues", "inmaterialidades", incoherencias, incongruencias y sucesivos in.
Secuencias inconexas unos de otros, planos de una estética difícil (nada del desnudo artístico, bello ni algo que se le parezca) personajes que se encuentran, se desencuentran, aparecen, desaparecen, visiblemente despojados pero al mismo tiempo apasionados hasta la obsesión.
Temática futurista como la de la clonación, o misteriosa como la desaparición sin explicación de los habitantes del lugar, ligadas a una historia poco lineal, desprolija, prácticamente imposible y al mal gusto del director para la elección de planos hacen de Fantômes una experiencia tan decepcionante como inolvidable. Difícil de superar la escalada de Civeyrac en el ranking de lo peor del festival.
Por otro lado "La muerte del señor Lazarescu" (Mortea domnului Lazarescu) el segundo largometraje del director rumano Cristi Puiu inyectó una dosis de cine y de realidad entre tanta inexplicable e inabarcable pretensión de varios films del Bafici.
La reseña de la programación era la siguiente: "Empieza claustrofóbica y luego se convierte en una suerte de road movie en ambulancia junto al borrachín Lazarescu, con cámara en mano y un paso permanente de la comedia a la desesperación".
Un poco sí y un poco no. La película que narra la agónica noche de Lazarescu es claustrofóbica no sólo al comienzo.
Desde que en su casa el hombre hace el primer llamado en busca de ayuda por su malestar físico, el deterioro del protagonista a lo largo de su periplo de hospital en hospital a bordo de una ambulancia, va in crescendo como la sentida angustia del espectador.
 
El "borrachín" no es tal. No se trata de un pícaro bebedor sino de un hombre de 63 años, prácticamente sólo –quien lo acompaña azarosamente durante el recorrido es la mujer de Emergencias que parece dudar hasta el final si dejarlo o no sólo- que ya ha sido operado de una úlcera y cuyo abandono emocional se traduce en una anestesiada iniciativa por superar su abandono físico.
El director –quien por este films ganó el premio de la sección "Un certain regard" del último festival de Cannes- se vale del recurso de la cámara en mano para contar no la muerte de Lazarescu sino el transcurrir hacia ese destino que al correr de las horas cada vez es más inevitable.
A mi entender, de cómico o de tragicómico, el film tiene poco… en realidad, nada. Es verdaderamente dramático y angustiante, en el mejor de los sentidos.
Indigna la secuencia del tercer hospital al que recurren el protagonista –visiblemente descompensado – y los empleados de ambulancia después de dos fallidos intentos donde la sobresaturación de turnos y emergencias no permitía la internación del paciente.
En esta oportunidad los médicos deciden no operar al paciente ya que éste no firmaba –estaba casi inconciente- la autorización de su operación. En este punto, la emoción es casi intolerable.
Puiu se revela en su segundo film como un director talentoso, sensible y observador de una realidad que se juzga a sí misma y no necesita la mirada subjetiva de ningún actor.

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(*) Urgente 24, ciudad de Buenos Aires.

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