Plaza K: 'Soñar con multitudes'

Kirchner, como otros políticos populistas, parece dispuesto a subordinar todo a un par de horas de aplausos en la 'Plaza del Sí'. Al respecto, U24 le acerca el editorial del diario Río Negro:

Los que creyeron que, una vez concluidas las malhumoradas elecciones legislativas de octubre pasado, el presidente Néstor Kirchner dejaría de estar en campaña permanente para dedicarse de lleno a gobernar, se equivocaban.
Por tratarse de un político atento a las variaciones cotidianas de las encuestas de opinión, el proselitismo está en la base de su estilo de gobierno, de suerte que pocos días transcurren sin que pronuncie una diatriba típicamente electoralista.  Dicha realidad no está por modificarse. Antes bien, parecería que en las semanas próximas el presidente, sus ministros y también sus muchos aliados políticos, sindicales y "sociales" –es decir, piqueteros– se concentrarán cada vez más en asegurar que sea un éxito rotundo el acto que se realizará el 25 de mayo para celebrar el tercer aniversario del inicio de su gestión.
Según se informa, Kirchner quiere que quede "reventada" la Plaza de Mayo en la Capital Federal con una multitud tan grande como las organizadas a través de los años por otros mandatarios, entre ellos algunos de facto, para mostrar de una vez y para todas que si algo le falta, esto no es un poder de convocatoria descomunal.
Claro, sólo se trataría de un simulacro, ya que la Argentina ha madurado y en consecuencia se han ido los días de las manifestaciones "espontáneas" en favor de un caudillo determinado. Acontecimientos como el previsto requieren la colaboración de centenares, acaso miles, de especialistas en obligar a sus clientes a dejarse trasladar a Plaza de Mayo para aplaudir la arenga del jefe de turno, pero tales detalles no preocuparán a los oficialistas involucrados en la empresa.  Tampoco les molestará saber que el poder de convocatoria auténtico de un equipo de fútbol o una estrella de rock sería mayor que el del presidente de la Nación. Lo que les interesa es crear la impresión de que Kirchner es el ídolo de la gente. En vista de los recursos de los que disponen, sorprendería que no lo lograran.
A juicio de algunos, la magnitud de la muchedumbre movilizada y el fervor que manifiesten sus integrantes incidirán mucho en los planes de Kirchner para los doce meses siguientes. Dicen que si todo sale como se ha propuesto, comenzaría en seguida la campaña que, se supone, le daría cuatro años más en la Casa Rosada luego de un triunfo electoral aplastante.
Asimismo, el presidente podría anunciar cambios en el gabinete, aunque no tendría por qué hacerlo ya que el actual está conformado por incondicionales que acatan todas sus órdenes sin chistar.  Es posible que tales vaticinios se confirmen, pero la verdad es que no sería del todo lógico basar la política gubernamental futura en el supuesto significado de un acto cuidadosamente preparado, no en un análisis objetivo de la situación en la que se encuentra el país y los desafíos que le aguardan en los años venideros.  Mal que les pese a quienes organizan tales funciones, su importancia es muy limitada. Por lo demás, las decisiones que toman los gobernantes cuando creen estar privilegiados por la aprobación popular raramente sirven para mejorar la condición de alguien.
Con tal que no suceda algo malo en la fase final de su gestión actual, Kirchner parece tener asegurada la reelección en el 2007. Al fin y al cabo, la economía está creciendo con brío y, lo que es más importante aún, la oposición está fragmentada en mil pedazos, ningún rival en potencia ha logrado articular un discurso capaz de persuadir a la mayoría de que al país le convendría que reemplazara a Kirchner y, con escasas excepciones, los legisladores harían cualquier cosa a fin de complacerlo.
Por lo tanto, el presidente no tiene por qué dejarse preocupar por sus perspectivas electorales. Por el contrario, su situación es tan buena que puede darse el lujo de priorizar los problemas "estructurales", pensando menos en las encuestas de mañana que en los intereses a mediano y largo plazo del país, pero parecería que, como tantos otros políticos de mentalidad populista, estará dispuesto a subordinar virtualmente todo a un par de horas de aplauso cuidadosamente escenificado, o sea, al gusto efímero que le supondría dirigirse a una plaza rebosante de personas traídas desde el conurbano y otros lugares del país por sindicalistas y operadores partidarios para vitorearlo.

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