Sobre ligaduras de trompas y vasectomía (2): Silvia Gallego, a favor

En la sesión del 9 de agosto, el Senado trató un Régimen del Derecho Personalísimo sobre el propio cuerpo en lo referente a intervenciones quirúgicas sobre concepción o procreación. Aqui la intervención de la senadora nacional Silvia Esther Gallego:

Sr. Presidente. — Tiene la palabra la señora senadora Gallego.
Sra. Gallego. — Señor presidente: quiero aclarar que, además, voy a ser la encargada de cerrar el debate.
Señor presidente y señoras y señores legisladores: realmente, hoy se va a votar un proyecto que ha tenido un largo debate en la Cámara de Diputados y, además, fue un tema de largo debate en la sociedad argentina.
En realidad, quienes hemos trabajado y nos hemos ocupado durante muchos años de los temas de género sabemos que es un debate que se da desde comienzos del reinicio de la etapa democrática en la Argentina; es decir, desde 1983.
Creo que para poder situarnos acabadamente sobre qué se vota, es importante que se tenga en cuenta a partir de qué momento aparece la prohibición de la realización de estas prácticas ante la voluntad de las personas.
En la década del '60 la Argentina estaba sometida a un gobierno de facto. No existía la democracia, no existía el gobierno constitucional, no existían los parlamentos y había un señor, que se llamaba Onganía, que dirigía la vida de los argentinos cual patrón de estancia.
¿Cuáles fueron algunas de las cosas que hizo? Además de mantener la proscripción de más de la mitad de la población argentina en sus derechos cívicos, también conculcó los derechos personalísimos de los argentinos.
¿Y cómo lo hizo? A través de la redacción de una ley nacional de ejercicio profesional de la medicina, la odontología y las profesiones auxiliares, ley que se replicó en todas las provincias argentinas por los gobiernos de facto de ese momento, que prohibía expresamente la ligadura de trompas y la vasectomía como prácticas quirúrgicas de la medicina, que además también prohibía recetar anticonceptivos a los pacientes.
Este es un señor que seguramente no tenía, en su pensamiento, a la parte de la población más sensible y vulnerable de la Argentina, y a quien le importaban muy poco de los derechos porque, si había conculcado los derechos cívicos de los argentinos, ¡qué le iban a importar los derechos personales de la gente! Este es el origen de la prohibición en la Argentina.
Quienes venimos trabajando en este tema, en realidad desde el año 83 venimos peleando y trajinando distintos ámbitos, tratando de restablecer derechos y de generar nuevos derechos que han aparecido con la evolución de nuestra sociedad y de la sociedad mundial como tal.
Así, en el primer gobierno constitucional, el del '83, del doctor Alfonsín, primero apareció una resolución del Ministerio de Salud, después apareció un decreto; tímidamente empezaron a trabajar en la posibilidad de la generación de políticas y de servicios, por lo menos en el ámbito nacional, de programas que tuvieran que ver con el cuidado de la salud sexual y con la procreación responsable.
¿Qué pasaba hasta ese momento? En realidad lo que pasaba era que quienes tenían poder adquisitivo podían acceder a estos métodos, como sigue pasando hoy con la ligadura de trompas y la vasectomía. El problema era para aquel que solamente tenía acceso a una obra social y no tenía la plata en el bolsillo para una práctica que no estaba nomenclada y que, por lo tanto, no atendían las obras sociales.
Entonces, a partir de ese momento, empezamos a trabajar en este tema.
Quiero decirles que, de las discusiones que se han hecho públicas en este último tramo, a partir de que la Comisión de Salud de Diputados empieza a discutir este tema con la decisión de emitir dictamen, en realidad, he vivido el replay de épocas anteriores.
Allá por el año '91, en nuestra provincia se produjo este debate y pudimos tener la primera ley de procreación responsable y salud reproductiva de la Argentina; una norma con carácter de ley.
Disculpen esta autorreferencia, pero quiero contarles las cosas que pasamos para lograr esa ley. En realidad, encontrábamos algún sector de la sociedad que nos decía que éramos favorecedores de la prostitución, que con esta ley íbamos a extender la promiscuidad a toda la sociedad, que iba a aparecer el rebrote de las enfermedades de transmisión sexual, que en realidad estábamos atentando contra la formación de las familias, que la gente iba a dejar de tener hijos, que las familias se iban a disgregar, argumento que ya habían utilizado cuando se trató la ley de divorcio.
En verdad, quiero decirles que estas últimas semanas hemos asistido, casi con estupor, a las mismas —absolutamente las mismas— argumentaciones que hace diez años atrás.
La realidad, señores, es que en mi provincia, con ley de procreación responsable funcionando en todos los hospitales y también en nuestra obra social provincial, y con el agregado de la ley nacional, no ha disminuido la cantidad de nacimientos. ¿Qué significa esto? ¿Que las mujeres dejaron de hacerse abortos clandestinos? No; lamentablemente seguimos teniendo un sector de mujeres que continúan recurriendo a esa práctica.
Sin duda hemos bajado la estadística. ¿Por qué? Porque no aparecen los casos sépticos en nuestros hospitales. Entonces, hemos trabajado en esa estadística negra. Al respecto, también nos dicen que el problema es que hacemos una elaboración, una entelequia, pero que en realidad no existen estadísticas ciertas. La realidad es el resultado de la muerte materna. Nadie que trabaje en salud puede desconocer que la gran mayoría de las muertes maternas obedece a los abortos sépticos o a los abortos realizados en condiciones desfavorables, que producen complicaciones y lesiones gravísimas.
Pero, ¿qué logramos con la ley de procreación responsable? Hemos logrado bajar esa estadística negra porque ha disminuido la cantidad de muertes maternas. Hemos logrado que mayor cantidad de familias puedan decidir cuándo quieren tener hijos, qué cantidad de hijos quieren tener y en qué espacios intergenésicos.
¿Qué hemos logrado con esto? Tener menor cantidad de internaciones de niños recién nacidos. No debe haber peor daño para un niño recién nacido que el no sentirse buscado y deseado.
Esto lo ven nuestros neonatólogos y pediatras en las salas de Neonatología y de Pediatría. Hemos bajado la cantidad de internaciones recurrentes en un mismo niño. Las podíamos identificar por grupos familiares.
Sin embargo, la ley no generó ninguna de las siete plagas de Egipto que nos planteaban cuando discutíamos esta norma hace ya más de catorce o quince años. Por eso, quiero decir que he vuelto a retomar el mismo discurso de hace tanto tiempo atrás: creí que habíamos evolucionado.
Ahora nos han agregado algunos condimentos. Nos decían que en realidad lo que estábamos tratando de hacer con esta ley era que los pobres no tuvieran hijos para que en la encuesta la cantidad de pobres bajara; para que el número de la incidencia de la pobreza bajara. En realidad, señor presidente, señores senadores, señoras senadoras, esta no es una ley de política demográfica como las que tienen algunos países del mundo. Esta no es una ley que imponga al ciudadano o a la ciudadana una práctica esterilizante para que tenga solamente una determinada cantidad de hijos.
Esta es una ley que le permite al hombre y a la mujer decidir por sí, con el consentimiento informado, si quieren seguir teniendo hijos o no, y en qué momento.
Quiero decir también que en 2003 en nuestra provincia modificamos la famosa ley "del onganiato", y planteamos una norma que adecuara la práctica médica y de las profesiones de la salud —no las prácticas auxiliares— a un criterio que tiene que ver con lo que pasa en nuestra sociedad hoy. Ahí, ya incluíamos el consentimiento informado; ya incluíamos la práctica de la ligadura de trompas y de la vasectomía; ya incluíamos todos los recaudos y la decisión autónoma de cada una de las personas sin consentimiento ni judicial ni del cónyuge o concubino.
Brevemente, me permitiré leer algunas pequeñas estadísticas correspondientes a estos casi tres años de aplicación de la ley en nuestra provincia. Al amparo de esta ley se han hecho 415 ligaduras tubarias, y aproximadamente ocho vasectomías —los hombres siguen siendo renuentes a controlar per se la descendencia; vamos a mejorar eso, pero todavía sigue siendo responsabilidad mayoritaria de la mujeres la definición de este tipo de cosas.
De las encuestas prequirúrgicas que se hicieron en virtud de nuestra ley surgió que el 50 por ciento de las mujeres que se realizaron la ligadura de trompas vivían en estado de concubinato. De estas 415 mujeres, el 75 por ciento tenía educación primaria completa, el 3 por ciento —un porcentaje mínimo— primaria incompleta, y el resto secundaria completa y, en algunos casos, universitaria.
Mayoritariamente, el método que utilizaban hasta ese momento era el condón. Y cuando se les preguntó por qué motivo querían hacerse esa práctica, la respuesta categórica fue que no querían tener más hijos. No plantearon una cuestión social ni ningún otro aspecto que ande sobrevolando por ahí; la decisión autónoma de esas mujeres fue no querer tener más hijos.
La edad promedio de las mujeres era de 32 años. Quiere decir que estaban cerca de los ocho años que les restaban para alcanzar la edad con posibilidad de procrear con éxito.
En cuanto al número de embarazos previos —para los que dicen que a partir de ahora cualquiera en cualquier momento podrá operarse, y que una niña de 18 años pedirá la ligadura de trompas y se la harán—, el promedio dio 5,4.
Les comento también que mientras se discutía esta ley tuve oportunidad de hablar con una mujer perteneciente a un sector muy vulnerable —sus características más importantes no las daré porque creo que hay que respetar la vida de las personas—, quien tenía 27 años y siete hijos nacidos en centros asistenciales y por cesárea. ¡O sea que tenía siete cesáreas en su cuerpo! Me vino a ver porque en realidad su problema era que cada vez que quedaba embarazada alguien le decía "andá a la justicia", pero cuando la justicia llegaba con el trámite ya le habían tenido que hacer la cesárea y los médicos del hospital se negaban a hacerle la ligadura de trompas, a pesar de que tendría que ser una práctica de absoluto carácter médico.
En ese sentido, si cualquier otra mujer que tiene una obra social va a una clínica a tener a su hijo y tiene dos cesáreas, el tocoginecólogo ya le dice que tiene que pensar en una ligadura de trompas Sin embargo, esta pobre mujer tenía siete hijos y siete cesáreas. El primero lo tuvo a los 14 años, y ese fue el inicio de su derrotero con las cesáreas; llegaba tarde la resolución judicial, ¿y entonces qué le decían? "Hasta el próximo embarazo".
Me tomé el atrevimiento de ir por ella y hablar con uno de los médicos que la habían atendido, a quien le pregunté cuál era el problema que tenía la institución acerca de esta práctica. Al parecer, no estaba claro si la podían hacer, si se trataba de una operación que mutilaba o si a futuro les podían hacer un juicio. Esto es lo que le pasa a cientos de miles de mujeres en la Argentina hoy, hasta hoy.
No creamos que todas las personas pueden vivir situaciones de relación de pareja o de relaciones sexuales responsables: hay infinidad de personas que son víctimas de violencia, del alcoholismo y de otras situaciones que no les permite tener métodos adecuados para regir su fertilidad.
Esta es una realidad. El que crea que "porque yo lo pude hacer", "todo el mundo lo puede hacer", se equivoca. La triste realidad es que hay cientos de miles de mujeres que no lo pueden hacer.
Ayer, en la reunión de comisión, alguien hizo una manifestación que, realmente, no puedo dejar pasarla por alto. Alguien dijo: "en la década del '70, los jóvenes del 70 nunca hubieran votado una ley de este tipo". Yo quiero decirle, con absoluta honestidad: yo fui joven en la década del '70.
¡Festejábamos que la ciencia se había acordado de la fertilidad y que aparecieron las pastillas anticonceptivas! ¡Esta es la realidad! La diferencia es dónde nací o si tuve posibilidades de acceder o no. Hay cientos de miles de personas que no tienen posibilidad de acceder a estos métodos.
Y no crean que es porque no saben: la gente tiene mucha más información de los que algunos creen. Cuando uno trabaja seriamente, las mujeres piden a gritos la posibilidad de resolver sus problemas de fertilidad, hoy y antes.
Les puedo asegurar que cuando hay alguna dificultad en la provisión de medicamentos, las mujeres se ocupan rápidamente de llamar a las radios, de redactar cartas de lectores; y ya no son las mujeres de la clase media: son las mujeres de los barrios quienes reclaman ese derecho que tienen no solamente a saber que existe esta posibilidad sino al acceso a los métodos que permiten regular la fertilidad.
También quiero señalar que me hubiera gustado —y lo comenté hace unos días con el Ministerio de Salud; y celebro que hoy esté con nosotros compartiendo esta sesión— que este proyecto de ley tuviera un registro de objeción de conciencias, porque es importante preservar el derecho a pensar distinto. Así lo interpretamos: cada cual tiene derecho a pensar distinto.
Ahora bien, en los temas de salud, muchas veces sucedió que hemos sido víctimas históricas de una doble ética o de una doble moral. Durante muchos años sufrimos actitudes de algunos profesionales poco escrupulosos —y no digo que sean todos—, que han planteado que determinadas prácticas no se podían realizar en los hospitales; pero, por las dudas, le dan a la paciente una tarjetita con su costo —y "si conseguís un subsidio que te lo pague, mejor"— y le dan la referencia de quién sí hace esas prácticas.
Y todos conocemos —y acá no nos vamos a llamar ninguno a engaño— que son las prácticas "del ana-ana". Hay un sistema donde se comparten, inescrupulosamente, los valores de las prestaciones.
Por lo tanto, la diferencia es, pura y exclusivamente, si tengo 1.200, 1.500 o 2.000 pesos en los bolsillos para hacerme la ligadura tubaria en un lugar donde no tenga una falsa objeción de conciencia, o si soy un pobre de solemnidad o si tengo una obra social o una prepaga que no la reconoce. Esa es la diferencia que existe hoy.
A lo largo de la vida uno cosecha tantas anécdotas sobre esto, que son muy duras porque uno no las recibe impasible. En realidad, a uno le afecta la vida porque se plantea: ¿Por qué pude preservarme de tener hijos con situaciones traumáticas y mi vecina de enfrente no? He tenido que atender a una mujer con cinco hijos a quienes les transfiere una enfermedad genética que les produce esclerosis lateral amiotrófica —creo que se llama así— que imposibilita la movilización porque destruye los músculos de los miembros y, por lo tanto, genera invalidez total. A esa mujer se le negó la ligadura de trompas por años y siguió teniendo hijos. Y pasa lo mismo con una enfermedad que se denomina ceguera pigmentaria —o algo por el estilo— que también se transmite genéticamente.
Hay mujeres que tienen cuatro o cinco hijos con ceguera; a los varones les transmiten la enfermedad y a las hijas la capacidad de repetir la enfermedad en su descendencia. Sin embargo, para estas mujeres solamente la Justicia era la que les brindaba al puerta de la solución.
Por estos motivos, quiero señalar que venimos hoy al recinto con convicción, seriedad y tranquilidad sabiendo que no vamos a votar una ley para un ghetto, vamos a votar una ley para toda la sociedad. No vamos a votar una ley para los pobres, no vamos a limitarle solamente a los pobres la posibilidad de tener hijos. Estoy absolutamente convencida de que la ciudadanía no representa solamente la posibilidad de ir a votar el día que se convoca a elecciones. La ciudadanía también es poder ejercer libremente las convicciones y los deseos; y el derecho a una sexualidad placentera no tiene estratos sociales ni colores, ni género. El derecho a una sexualidad placentera lo tienen los hombres y las mujeres porque así lo determina todo el andamiaje jurídico que resguarda nuestro país.
Por eso, quiero invitar a todos nuestros colegas a acompañarnos en este dictamen.
(...)
Sra. Presidenta (Curletti).— Tiene la palabra la señora senadora Gallego.
Sra. Gallego.— Señora presidenta: me toca la tarea —no fácil— de cerrar este debate en nombre de mi bloque. No es un tema sencillo porque, a veces, en un debate tan amplio y tan extenso, una escucha muchas cosas que se dicen y que no comparte, por lo que resulta difícil hacer una síntesis sin caer en el abuso ante nuestros propios colegas. Sin embargo, creo que esto no me puede impedir contestar algunas cosas que acá se dijeron; y no con el ánimo de debatir sobre lo debatido, sino con el ánimo de intentar aclarar algunas cosas.
En primer lugar, quiero decir que quienes integramos este bloque —y yo en lo personal—, somos profundamente peronistas. No me corren con palabras de Perón dichas en un marco, en un momento de la historia argentina. No acepto la cristalización del pensamiento, porque Perón ya lo dijo en ese entonces: "tenemos que adecuar nuestra doctrina a los nuevos tiempos". Quienes habían sido sus enemigos, habían sido sus aliados. Por lo tanto, creo que intentar cristalizar la palabra de Perón en ese momento, en esa circunstancia, es falaz.
Yo soy tan peronista como el que más y desde mi convicción de peronista y desde mi inclinación a trabajar sobre los derechos de las personas partiendo de mi base ideológica peronista, digo que no me corren con la vaina —para usar un término popular— con este tipo de declaraciones.
Y hay algunas fundamentaciones que para algunos son, cuanto menos, curiosas. Tal vez algún senador no me escuchó o no estaba atento cuando hice mi otra intervención y comencé expresando algo así como que lo que había escuchado en estos días, a partir de la aprobación en la Cámara de Diputados de este proyecto de ley que estamos considerando, me hacía recordar a un debate que ya tuvimos. Como decimos en mi pueblo: "Esta película ya la vi". Y no estaba queriendo significar que la ley que se votó hace tres años en este Congreso no dio resultado, o que fracasó. Por el contrario, estaba diciendo que en este momento se repiten casi al unísono en algunos sectores los mismos fundamentos que se emplearon antes para decir que no a las leyes de salud sexual y procreación responsable.
Quiero volver a traer ese debate porque hoy me encontré con una opinión de algún miembro de este Cuerpo que traía a colación que el no uso del profiláctico, en función de la posibilidad de la ligadura de trompas o de la vasectomía, iba a traer como consecuencia el crecimiento del HIV.
Son los mismos que nos decían que no podíamos utilizar el profiláctico porque estaba prohibido, porque no era seguro y que además cada vez que trabajábamos en alguna campaña de sensibilización entregando profilácticos en la calle nos cuestionaron esta actitud. Hoy nos dicen que si no se usa el profiláctico... ¡Oh, caramba! Hemos mejorado en el pensamiento, hemos entendido lo que los médicos vienen diciendo desde hace mucho tiempo: que el profiláctico, además de ser un método anticonceptivo, favorece el no contagio del HIV e impide la proliferación del SIDA.
Algunos pequeños pasos estamos dando, con muchas dificultades, pero los estamos dado.
Creo que la senadora Vilma Ibarra habló muy bien respecto de los derechos. No voy a entrar en este tema, sobre todo desde el punto de vista jurídico, pero sí quiero plantear el tema de la objeción de conciencia de las instituciones. Cuando se defiende esto con tanta vehemencia se están defendiendo intereses sectoriales concretos, detrás de los cuales hay un negocio redituable.
Quiero decir esto con absoluto respeto por las opiniones del resto de los senadores. No lo digo peyorativamente, no estoy intentando hacer lo que han hecho con quienes hemos defendido este tipo de leyes. Antes nos decían que eramos favorecedores de la prostitución y ahora nos dicen que vamos a favorecer la transmisión del HIV-SIDA y también nos hacen planteos de confabulaciones internacionales, como si los argentinos fuéramos tan mansos, tan fáciles, tan tontos y sin capacidad de discernir.
Quiero decirles a estos sectores confesionales, que generan empresas de salud, que debieran tomar dos medidas muy importante: en primer término, hacerles saber a todos sus posibles pacientes que ellos tienen objeción de conciencia antes de que firmen contratos para la prestación de servicios esenciales de salud porque, de lo contrario, están cayendo en la defraudación. El paciente va a una institución con la confianza de que van a resolver sus problemas de salud. Si tienen una objeción de conciencia, la primer medida que debieran tomar es aclararles cuáles son esas objeciones.
Y, en segundo término, en lugar de atender a toda la población que desea tener atención en su institución porque está prestigiada, porque tiene determinadas condiciones o porque tiene una hotelería de determinadas calidades, debieran prestarle servicios de salud en forma restrictiva a quienes tengan sus mismas objeciones de conciencia y eliminarían rápidamente el problema de la objeción de conciencia de la institución versus el deseo y la necesidad del paciente de exigir un servicio o una práctica determinada como esta.
Pero claro, el negocio no está allí, sino en atender a todo el mundo. Entonces, obviamente aparece el conflicto de intereses. Si no se aclaran cuáles son las limitaciones, si la publicidad y el marketing hacen que sea una empresa de gran predicamento y prestigio, si se revisten todas las prácticas que se brindan de un halo de seriedad y responsabilidad, obviamente mucha gente va a desear la prestación de esa empresa. Pero también debe existir honestidad comercial, porque la salud tiene una faceta comercial, no nos hagamos los distraídos; es una realidad de nuestro sistema prestacional. Entonces, debe existir la honestidad empresarial de las empresas de salud de clarificar a los pacientes acerca de cuál es la objeción de esa empresa. Creo que así estarían resolviendo el 80 por ciento de sus dificultades en materia de objeción de conciencia.
Por otra parte, también se afirmó que este proyecto va a mutilar a cientos de niñas y se tipificó en los 21 años y en los 18. Tengo que confesar, señora presidenta y colegas, que en realidad he visto en mi provincia niñas de 10 años embarazadas. Sin embargo, a mucha gente no se le mueve un pelo.
Como ministra de Salud de mi provincia tuve en una oportunidad que derivar al Hospital Moyano a una paciente para la cual mi provincia no tenía una respuesta adecuada. Voy a contar esta historia, porque tiene que ver con el hecho terrible de cuando creemos que no solamente tenemos el poder que nos otorgan las leyes y la Constitución, sino además uno superior según el cual podemos obligar al otro a hacer lo que se nos ocurre, porque es nuestra manera de pensar.
Entonces, en esa ocasión tuvimos que derivar a esa mujer al Hospital Moyano. A los 15 días una asistente social de dicho hospital me pidió la autorización, como organismo derivante, para colocarle un DIU. Como era una persona que tenía un problema psiquátrico y existía una causa judicial de por medio, como ministra del área tuve que pedir la autorización a la jueza para que se proceda a la instalación de ese dispositivo. La jueza, en aquel momento una mujer, aplicando su criterio ético y su línea de creencias y valores sobre esa paciente con problemas mentales que teníam bajo su órbita —porque había un expediente de incapacidad en trámite— le negó la colocación del DIU; y la Dirección de ese instituto nos comunicó que no se haría cargo de lo que pasara con la fertilidad de esa paciente. El hecho pasó.
Transcurrieron unos meses y un día el marido de esa paciente vino con un bebé y se me sentó delante. Entonces, me dijo lo siguiente: quiero que me diga qué hago; mi mujer está internada en el Moyano desde hace muchísimo tiempo, pero vino el servicio social y me trajo este bebé, que es hijo de mi mujer pero no mío. Pero me lo ponen a mi cargo porque como mi mujer está casada conmigo es mi hijo.". Nunca esa jueza se hizo responsable de lo que había hecho, jamás, y ese hombre se hizo cargo de un niño que era el producto de una violación a su mujer discapacitada adentro del servicio de Salud. Esto no pasó en Tanzania, sino que ocurrió acá, en la Argentina, en nuestra Argentina.
Por eso, cuando me hablan de las niñas, en realidad, quiero decirles que no hay ninguna mujer que vaya divertidamente a pedir una ligadura de trompas, como seguramente no hay ningún hombre, de los pocos que solicitan una vasectomía, que lo vaya a hacer casi como una fiesta.
Todos los que piden este tipo de prácticas lo hacen cargando sobre sus espaldas una historia bastante complicada y a quienes creen que estamos planteando esta norma porque no funcionó la ley de salud sexual y procreación responsable quiero decirles que no es así. Desde lo médico y desde las relaciones interpersonales hay gente, como muy bien planteaba la señora senadora Ibarra, que no le alcanza con la ley de protección responsable porque, a veces, desde lo médico los métodos anticonceptivos comunes, aún los de barrera, son ineficaces. Porque, además, en la Argentina, en algunas mujeres hay una fertilidad que supera lo imaginable. Pero también debemos reconocer que no todos tienen la misma posibilidad de acceder y de aplicar los mismos métodos, esto ya no por la imposibilidad de que el Estado no se lo garantice, sino porque las relaciones interpersonales no son todas florcitas y pajaritos: también hay violencia, adicciones, represiones, etcétera, además de los deseos y de las voluntades personales.
Se ha machacado mucho sobre el tema de la educación. Y ya que trajeron aquí a Perón, recuerdo que Evita decía que donde hay una necesidad hay un derecho sin satisfacer. Y ahí donde hay un derecho es donde tenemos que estar. Mientras se decía esto yo recordaba lo siguiente: si Evita hubiera esperado a que la gente humilde, a que los que menos tenían, pudiera acceder a determinadas cosas Evita no hubiera sido en nuestra historia lo que es hoy. Evita tuvo la visión de saltar por encima de los prejuicios, de los que plantean determinadas cosas como un sistema de dominación, como un sistema de aplicar el poder, como un sistema que implica decirle al otro: "vos no tenés poder de discernimiento; yo soy el que tengo que decidir por vos.".
Reitero lo que ya se ha dicho hasta el cansancio: esta no es una ley que obligue a nadie. Los argentinos no somos una recua de asnos a la que llevan y empujan para hacer cosas que no queremos contra nuestro propio cuerpo. Y, afortunadamente, las mujeres argentinas hemos logrado una importante condición de defender los que creemos que son nuestros derechos.
También se habló aquí, y no quiero dejarlo pasar por alto, del tema del consentimiento del cónyuge. En realidad yo me preguntaba, cuando se la engaña a la mujer —y con esto no quiero bajar el nivel de la discusión o del debate—, ¿se le informa?, ¿se le pide el consentimiento?
En las relaciones personales hay de todo. Ahora, me parece que estamos planteando esto desde algunos lugares en donde la única manera que tenemos para responder es casi desde el absurdo.
Honestamente, señora presidenta, colegas, sé que es tarde, que muchos hubiéramos querido decir muchas más cosas, pero creo que hoy estamos votando una ley que garantiza derechos, que es una ley que considera a todos pares, que no cree que algunos tienen derecho a tener dos hijos solamente porque son iluminados y si uno no es profesional o si no accedió a determinados grados de educación tiene que tener todos los hijos que le vengan, más allá de las circunstancias, más allá de las situaciones.
Creo que estamos haciendo uso, en realidad, de las herramientas que la democracia nos da. En este cuerpo podemos opinar distinto, aun de nuestros propios bloques, y podemos tener distintas miradas.
Por eso, señora presidenta, señores senadores y señoras senadoras, les solicito que nos acompañen con el voto favorable porque seguramente va a haber mucha gente que va a mirar a este Congreso no como un Congreso legislando en un carril distinto de lo que siente y necesita la sociedad, sino como una institución comprometida con las cosas que cotidianamente le pasan a la gente común.
Sra. Presidente (Curletti). — Corresponde votar, en primer término, la solicitud de inserciones.
— Se practica la votación.
Sra. Presidente (Curletti). — Aprobado. Tiene la palabra el señor senador Pichetto.
Sr. Pichetto. — Solicito que se realice una sola votación, en general y en particular. No se van a aceptar modificaciones. Si hay acuerdo...
Sra. Negre de Alonso. — Pido la palabra.
Sra. Presidente (Curletti). — Tiene la palabra la señora senadora Negre de Alonso.
Sra. Negre de Alonso. — Señora presidenta: atento a lo que ha dicho el señor presidente del bloque y para que quede constancia en la versión taquigráfica, quiero manifestar que yo había pedido la modificación del artículo 6°, y que pensaba introducirla en la votación artículo por artículo. En consecuencia, si se me permite, voy a dar lectura a esa redacción y luego votamos todo en conjunto.
Mi propuesta consistía en que en el artículo 6°se reemplazara el segundo párrafo por el siguiente: "Las instituciones privadas de carácter confesional que brinden por sí o por terceros servicios de salud podrán, con fundamento en sus convicciones, exceptuarse del cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 5°.
Sra. Presidente (Curletti). — Si el resto de los senadores presidentes de bloque coinciden con la propuesta formulada por el senador Pichetto, vamos a proceder a la votación.
—Asentimiento.
Sra. Presidente (Curletti). — Se va a votar el texto completo, sin modificaciones, tal como vino de la Cámara de Diputados.
— Se practica la votación por medios electrónicos.
Sr. Secretario (Estrada). — Se registran 35 votos por la afirmativa, 9 por la negativa y ninguna abstención.
— El resultado de la votación surge del Acta N° ...8
Sra. Presidenta (Curletti). — Queda definitivamente sancionado el proyecto de ley. Se comunicará al Poder Ejecutivo. Como se ha concluido con el plan de labor, queda levantada la sesión.
— Son las 23 y 59.

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