La ofensiva de paz de Uribe tras la reelección

El gobierno colombiano se está preparando para una posible negociación con las Farc a días de los comicios presidenciales que le dieron al mandatario Alvaro Uribe la posibilidad de seguir al frente del país.

BOGOTA (Semana) A las pocas horas de haber sido reelegido con el 62 por ciento de la votación, el presidente Álvaro Uribe tomó una decisión que podría cambiar el destino de su gobierno y del país: buscar la paz con las Farc. Después del eufórico puente electoral, se reunió en su despacho con sus asesores más cercanos para comentar las implicaciones de su abrumador triunfo en las urnas.

Pero Uribe tenía en su cabeza otra cosa. Al finalizar la reunión, le pidió al comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo al consejero presidencial Fabio Valencia que se quedaran a solas con él. Los dos quedaron fríos con la pregunta que el Presidente les lanzó sin rodeos: ¿cómo sentamos a las Farc a negociar?

Aunque siempre existió la intención de acercarse al grupo guerrillero, esta vez la orden era clara y perentoria para los dos altos funcionarios del gobierno. Y no menos arriesgada para el Presidente. Uribe ha sido elegido dos veces para ganar la guerra y sabe que no puede pasar a la historia como el hombre que fracasó en alcanzar la paz. El 'síndrome del Caguán' aún está vivo y la opinión no va a tolerar que el mariscal de campo que les devolvió la tranquilidad a los colombianos termine montado en una bicicleta estática que eche para atrás los avances logrados en seguridad en los últimos cuatro años. Pero, al mismo tiempo, Uribe sabe que con su legitimidad popular y su liderazgo tiene la responsabilidad histórica de tratar de resolver el conflicto armado.

Restrepo y Valencia discutieron con el Presidente distintos caminos para iniciar la compleja y tortuosa misión. Ese día descartaron hacer pública una propuesta concreta a las Farc para evitar un posible portazo que los dejara en una sinsalida. Optaron entonces por hacer una rueda de prensa para leer un mensaje escueto pero simbólico en el que quedara renovada su voluntad de acercarse al grupo guerrillero. "El gobierno procederá con toda decisión y prudencia en procura de tal fin", dijo Restrepo en un comunicado leído a los medios.

Y, desde entonces, el dúo Restrepo-Valencia emprendió una maratón de reuniones secretas con embajadores, obispos, ex consejeros de Paz, políticos y emisarios con acceso a la cúpula de la guerrilla, que ya completa dos meses. El objetivo de los encuentros es uno solo: sentar a las Farc sin condiciones, sin agenda y en cualquier lugar de Colombia o el exterior. Una idea que en Palacio se ha bautizado como el 'prediálogo'.

Éste consiste en crear las condiciones para un encuentro con las Farc donde se toquen los puntos concretos que conduzcan a la paz. Según una fuente consultada por Semana, se trataría de establecer una negociación política en la que se discuta el tema del poder. El gobierno estaría dispuesto a reunir una asamblea nacional constituyente para hacer reformas que incluyan transformaciones sociales. Muchos de los consultados por el gobierno piensan que el inicio de un proceso de negociación sería el acuerdo humanitario. Pero para el Presidente ese no es necesariamente el orden de las cosas. Para él, puede haber un proceso de paz que conduzca a la liberación de los secuestrados o una liberación de secuestrados que conduzca a un proceso de paz. Esta flexibilidad pretende tener más puertas abiertas a la hora de concretar a una guerrilla, que ha demostrado ser bastante esquiva.

El 'prediálogo' que propone el gobierno contaría con el acompañamiento internacional de los países que ya han sido facilitadores para el acuerdo humanitario, como Francia, España y Suiza, cuyos territorios se podrían convertir en sede de las reuniones. Tema que también se le ha planteado a Cuba.

Es claro que el gobierno intensifica su ofensiva en la búsqueda de la paz. Sin embargo, para algunos de los interlocutores del gobierno consultados por Semana, el prediálogo concebido por Palacio es muy noble, pero le faltan dos ingredientes fundamentales para seducir a las Farc: reconocer que en Colombia hay un conflicto armado y una disposición para hablar de un despeje territorial. Y en este último punto las diferencias son grandes. Mientras el gobierno ha cedido y está dispuesto a despejar un muy pequeño territorio para hacer el acuerdo humanitario, las Farc insisten en que para un diálogo se deben despejar dos departamentos, Putumayo y Caquetá. Es precisamente para desenredar este nudo gordiano que el gobierno busca este encuentro preliminar.

# Las reuniones

Restrepo y Valencia han pedido a todos sus contactos discreción. A quienes han sido citados a la Casa de Nariño los reciben por la puerta trasera para evitar el acecho de la prensa. Así pasó con la ex canciller María Emma Mejía y con el ex comisionado de Paz Daniel García- Peña. Cuando se trata de encuentros más delicados o comprometedores, reservan una suite en algún hotel del norte de Bogotá. Allí, por ejemplo, citaron al ex comisionado de Paz de Pastrana, Camilo Gómez, y a Juan Gabriel Uribe, negociador del proceso del Caguán. También, en la más estricta confidencialidad, se vieron con el director del semanario Voz, Carlos Lozano, quien tiene puentes de comunicación con las Farc.

En las reuniones, una vez entrados en materia con sus invitados, los delegados del gobierno explican que están haciendo una exploración con todas las personas del país que saben del tema de la paz para escuchar sus opiniones sobre la mejor forma de encauzar un proceso; después les preguntan si tienen contacto con las Farc y si la respuesta es positiva, piden que transmitan la voluntad política que alienta al Presidente.

Por lo general, Luis Carlos Restrepo es quien lleva la vocería. Valencia Cossio escucha e interviene poco. Su presencia es, sobre todo, un mensaje a las Farc de que alguien conocido por ellos -fue protagonista en las negociaciones del Caguán- estará presente cuando llegue la hora de la verdad. Lo que no implica que su papel sea pasivo. De hecho, uno de los encuentros que más han llamado la atención tuvo lugar en la casa del embajador de Cuba, en donde las palabras de Valencia Cossio fueron el plato principal. Después de almorzar, el asesor presidencial José Obdulio Gaviria les dijo a los asistentes que en la posición del gobierno no había cambios. Debían derrotar a las Farc para llevarlas a un proceso de desmovilización. Los invitados, entre los que estaba Lozano, preguntaron cuál era entonces el propósito de Uribe de sentarse con las Farc. Valencia salió al corte y contradijo a Gaviria. Aseguró que el presidente Uribe se la jugaba por la paz y que el escenario primordial sería la negociación.

Como era previsible en un acercamiento de estos, Álvaro Leyva apareció en escena. El Presidente decidió contactarlo para pedirle sus buenos oficios con la guerrilla. Leyva, conocido en el país por su insistencia en el tema de la negociación con las Farc, y por su interés en mediar en la liberación de los secuestrados, aceptó hablar a solas con Uribe. Según él ha comentado en algunos círculos, por malas experiencias del pasado no confía en Restrepo, y de Valencia asegura que no es el tipo para hablarles a las Farc. Leyva juega solo y así se lo ha hecho saber al Presidente. En la pasada campaña presidencial, su gancho como candidato fue anunciar que tenía la "llave de la paz". Al recibirlo, Uribe le dijo que, como un hombre práctico, lo invitaba a dejar atrás las peleas políticas para que ayudara en la paz. Leyva respondió que siempre y cuando supiera hacia dónde apuntaba la estrategia. Aunque la reunión fue cordial, fueron explícitas las diferencias entre las dos concepciones de paz que tienen ambos. Mientras Uribe piensa en una paz efectiva y pragmática, Leyva tiene un plan integral que para muchos es abstracto y difícil de aterrizar.

El otro contacto clave ha sido Carlos Lozano. Este hombre, además de ser dirigente del partido comunista, es una de las personas que se han ofrecido a facilitar los contactos con las Farc para asuntos relacionados con la paz o el acuerdo humanitario. En el pasado proceso de paz fue uno de los llamados Notables que produjeron el documento que quizá es el mejor itinerario a la paz acordado en su momento tanto por las Farc como por el Estado. A Lozano le pidieron que enviara el mensaje del 'prediálogo' a las Farc y por su intermedio se espera la respuesta.

Pero la búsqueda de los contactos no se ha limitado a Colombia. La renovada voluntad de diálogo ha llevado a que los países facilitadores, como Francia, España y Suiza, reanimen su propuesta para reanudar el acuerdo humanitario. Los delegados de las embajadas de estos tres países alistan maletas para hablar con las Farc e irán próximamente hasta un lugar en la selva a encontrarse con Raúl Reyes, si mejoran las condiciones de seguridad, porque se les ha comunicado que en el sitio de la reunión no cesan los bombardeos de la Fuerza Aérea.

Buscando contactos, el gobierno también volvió sobre la Iglesia. Monseñor Luis Augusto Castro y el padre Darío Echeverri, que han estado al frente de esta facilitación, se sentaron con Restrepo y Valencia a confesar la frustración que les produjo durante el primer período de gobierno de Uribe el tratamiento que les dieron a ellos y a sus propuestas. Dijeron que el gobierno los utilizaba a su antojo y sin respeto y que se apropiaba de las iniciativas que ellos trabajaban. Esta reunión, dura pero franca, le abrió espacio a una segunda, esta vez con el Presidente, a la que también asistió el cardenal Pedro Rubiano. Uribe reconoció un error en la publicación apresurada de propuestas que provenían de los sacerdotes y prometió que, en adelante, sólo las iniciativas que tuvieran algún nivel de aceptación por las Farc serían comunicadas a la opinión. Esto podría explicar la ausencia de una propuesta concreta en los discursos del 20 de julio y del 7 de agosto.

Mientras con una mano Uribe sigue empuñando firme el fusil en su política de seguridad, en la otra empieza a ondear una bandera blanca. Este gobierno ha venido demostrado que tiene voluntad de paz y ha cedido en varios temas del intercambio humanitario. El problema es que, para hacer la paz, no sólo se necesita voluntad política, estrategia y buenos oficios. ?

# ¿Qué tan viable es una negociación?

Una negociación con las Farc no depende tanto del buen ánimo del Presidente -por muy popular que sea- o de los jefes guerrilleros, como de las realidades militares y políticas. Los procesos de paz que han sido exitosos en el mundo se han hecho después de que una de las partes le ha inflingido derrotas insuperables a la otra. Así lo demostró una juiciosa investigación sobre 50 años de guerras civiles en el mundo que hizo la prestigiosa académica estadounidense Barbara Walter. Su tesis es que la paz duradera sólo es posible sobre la base de la derrota de uno de los bandos. Cuando hay equilibrio militar, suele haber negociaciones que unos y otros aprovechan para sacar ventaja en el pulso bélico.

Este planteamiento subyace en el discurso del gobierno. Hace cuatro años, cuando Uribe inició su primer mandato, el mensaje que les dio a los militares fue derrotar a la guerrilla. Lo cual no significaba matar hasta el último insurgente, como se cree popularmente. El Presidente y los militares saben bien que una derrota estratégica significa quebrantar la voluntad de lucha del otro. Romper su horizonte de crecimiento y su fe revolucionaria. Y llevarlo doblegado a la mesa de negociación. Eso es lo que se podría llamar, un punto de inflexión en el conflicto. ¿Se ha logrado esto en Colombia? Definitivamente, todavía no.

El Plan Patriota, como estrategia de guerra en todo el país, buscaba golpear a las Farc en tres áreas: su proyección, su logística y su organización. En la primera, se trataba de frenar su plan estratégico de llegar a la toma del poder, controlando regiones enteras en el sur y el oriente del país, tomándose las ciudades y áreas neurálgicas de la economía como las carreteras, las hidroeléctricas y las zonas petroleras. Ese plan estratégico fue contenido en estos años.

El control territorial de las Farc está en uno de los momentos más bajos de toda su historia. Las regiones del Caguán y de La Macarena están en plena disputa. Aunque los guerrilleros siguen allí, su poder ha menguado. En regiones cercanas a las grandes ciudades como Cundinamarca, el oriente antioqueño, o Santander, las operaciones militares los sacaron de las troncales y carreteras principales, y han vuelto a lo profundo de la montaña.

Sin embargo, las Farc han crecido en otras zonas, especialmente en las fronteras. En Nariño y Putumayo están más robustas que nunca. Los ataques más duros los han realizado allí, como fueron el asalto a la base de Iscuandé y la emboscada en Teteyé. En Catatumbo están a la ofensiva y en menos de cuatro meses les han asestado golpes sangrientos al DAS y al Ejército. También están fuertes en el Eje Cafetero, el Valle y Cauca. Ni qué decir de la Amazonia donde tienen miles de kilómetros cuadrados para actuar. Pero una cosa era estar en las goteras de Bogotá, y otra, en lo profundo de Vaupés y Guanía. En conclusión, territorio sí han perdido, y mucho.

En cambio, la logística sigue siendo fuerte y les permite resistir la ofensiva del gobierno. Las Farc actúan con una idea de 'guerra popular prolongada' donde el tiempo juega a su favor. Pueden pasar períodos enteros a la defensiva, acumulando fuerzas para atacar. Esto lo pueden hacer gracias a que sus finanzas están robustas. Cada vez dependen menos del secuestro y la extorsión, y más del narcotráfico. Las fumigaciones los han incomodado un poco, pero no han afectado su economía. Simplemente se adaptaron a la situación y buscaron otras zonas donde seguir explotando la coca. Mientras la guerra contra las drogas no se replantee, difícilmente la economía de las Farc sufrirá algún efecto.

El otro aspecto que está bastante intacto es la organización. Las Farc acondicionaron su estructura de frentes pegados al territorio y se llenaron de columnas móviles que son grupos de ataque. Rotan a los combatientes y la ofensiva del Ejército les ha servido para foguear a muchos de sus hombres y mujeres. Hoy son mejores combatientes que antes. Adicionalmente, han hecho de los explosivos su mejor arma. Tanto es así, que lograron incluso que fracasara la operación de erradicación manual en La Macarena.

Con base en estas realidades, las Farc mantienen alta su voluntad de lucha. También está intacta su capacidad de comunicación, comando y control. A pesar de que hay debates internos, no existen indicios de fracturas o disidencias. Cualquier intento de fraccionamiento es castigado duramente, y el Secretariado sigue teniendo la última palabra en todo.

El balance militar, sin embargo, no es de fracaso. La estrategia del gobierno de copar los territorios de retaguardia de las Farc y de llegar a todos los rincones del país ha resultado correcta. Lo que no significa que se esté ante una derrota inminente de las Farc.

La pregunta es si con un nuevo impuesto de guerra, con el poder de fuego que darán los 24 aviones que compró la FAC y con un nuevo envión en operaciones que seguramente le dará el gobierno, se puede lograr el anhelado punto de inflexión que lleve a la guerrilla a la mesa y la atornille en la silla.

Difícilmente. Varias cosas conspiran contra una solución militar. Primero la geografía. Ejército y guerrilla pueden jugar al gato y al ratón durante muchas décadas más, si el gobierno no resuelve el crucial problema de cómo ejercer la soberanía en las dos terceras partes del país que son selva.

Segundo, el contexto regional es complicado y las Farc sacan provecho de ello. Ecuador y Venezuela se sienten amenazados por el Plan Colombia y la presencia de los norteamericanos en el país y no cooperan lo suficiente para combatir a las Farc en la frontera. Por eso cuando las operaciones acosan mucho a los guerrilleros, ellos simplemente se pasan al otro lado y les hacen guiños a unos militares que no pueden pasar la línea divisoria, so pena de un escándalo internacional.

Tercero, la triste realidad es que Colombia ha vivido años con un conflicto en los márgenes. Muchos consideran un milagro que haya crecimiento económico y democracia institucional en medio de la guerra. Pero si la guerra se queda en la periferia, en la zonas pobres y aisladas, a la clase dirigente deja de interesarle. Lo cual es una seria garantía para prolongar el conflicto sin que se resuelva.

En medio de estas dificultades, importa saber qué piensan las Farc. Hasta ahora esta guerrilla no muestra señales de agotamiento. Su voluntad de combate parece inquebrantable. Ni las operaciones para rescatar a los secuestrados, ni las detenciones, ni la extradición parecen menguar su moral. "Las Farc están enfrascadas en una paradoja militar: si miran hacia atrás, ven un progreso constante desde Marquetalia, aun con su reciente debilitamiento; y si miran hacia adelante, está claro que nunca cumplirán su plan estratégico", dice Sergio Jaramillo, director de Ideas para la Paz. Según Jaramillo, esto, junto a eventos intempestivos como la muerte de Marulanda o la captura de algunos mandos, pueden inclinar la balanza hacia la paz. Para el analista Antonio Sanguino, "la guerra es cada vez más marginal. Las Farc pueden llegar a la paz por falta de espacio político". Pero hasta ahora no hay gestos que permitan creer que según sus matemáticas, ganen más fuera de la guerra que dentro de ella.

Justamente ese es el temor de Uribe. Que la guerrilla utilice un escenario de paz para ganar nuevamente terreno militar y oxigenarse políticamente. Pero el dilema de "no llegar a la paz y retroceder en seguridad" que planteó el Presidente en su posesión existe, aun sin negociación. Si la campaña militar se empantana y el Estado no es capaz de consolidar lo que ha logrado, este sería un escenario bastante posible. Una verdadera profecía autocumplida.

Lo que Uribe sabe de sobra es que si en los próximos cuatro años no sienta a las Farc en la mesa, la guerra, que ha sido su bandera y su estandarte, se puede convertir a la vez en su talón de Aquiles. También sabe que si se sienta con ellas, tendrá que convertirse en un estratega para lograr un proceso definitivo. Lo peor para Uribe sería iniciar un proceso que termine en un nuevo ciclo de violencia. Y dejar al país tal como lo encontró hace cuatro años. Su "temor", expresado en el discurso de posesión, es entendible.

El primer Presidente reelegido para un período inmediato en más de 100 años quisiera que su legado no se limite al de haber avanzado un poco en la guerra. La controvertida introducción de la reelección se justificaría si sirve, más bien, para avanzar en la paz. Desde hace algunos meses, las encuestas indican que la gente cambió de opinión y hoy, mayoritariamente, respalda el diálogo. En la última de Invamer-Gallup, un 64 por ciento prefiere esa opción, contra un 31 por ciento que prefiere no dialogar y derrotarlos militarmente. Pero el Presidente sabe, también, que el fin de un conflicto con una contraparte terca no se logra a base de simple voluntad.

Por eso, más que un dilema, el Presidente está ante una verdadera encrucijada. John Stuart Mill dijo "la guerra es terrible, pero hay cosas peores" y una de esas es una paz mal hecha. Basta con venir a Colombia para entenderlo.

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