EL CABARET DE CRISTINA

Los elefantes de Comodoro Py y los umbandas de...

Cuando los tribunales federales se vuelven muy visitados es porque la política argentina se ha complicado. La atmósfera se enrarece. Es tierra de nadie y cualquiera puede quedar enlodado en el charco. Cuidado, vienen tiempos complicados.

 

por OBERDÁN ROCAMORA
 
 
Un solo elefante es agresivamente notorio. Pero, si los elefantes son muchos, en la ciudad pasan inadvertidos.
 
No se sabe bien a qué elefante mirar. Ni distinguir entre el elefante principal y los elefantes accesorios.
 
Entre la manada, todo da igual. “Nada es mejor”. Discepolín.
 
La metáfora del arranque es explicablemente necesaria.
 
Cada vez será más difícil ocuparse, tío Plinio querido, de la política. Sin ser abogado penalista.
 
Como se la llevaron para Comodoro Py, en adelante habrá que especializarse en las jerguitas de los fueros. Los misterios de las casaciones. Las internas de las cámaras. Y en el lenguaje delictivamente irresponsable de “las giradas”.
 
“Hoy cualquier gil te gira”, confirma la Garganta. “Te giran como corrupto y cobran por vos”, prosigue.
 
Los jueces, los camaristas y los fiscales ya pasan a ser condecorados por los fastidios de la sospecha. Y a tener, en el imaginario culposamente colectivo, el protagonismo que añorarían conquistar las estrellitas de la televisión. O -por qué no- los futbolistas.
 
Pero ocurre que es la justicia la que brinda, precisamente, el espectáculo.
 
La Justicia Varieté
 
En el Cabaret de Liza Minelli. Focos para.
 
Boudou y La Banda de Descuidistas.
 
Los hermanitos Schoklender y la tergiversación humanitaria.
 
Macri y la adolescencia del espionaje telefónico.
 
Pronto habrá que darle la bienvenida, también, tío Plinio querido, en la Justicia Varieté, al próximo elefante. Es Moyano.
 
Sobre todo si se acentúa el riesgo de la reelección. Todo depende, en el fondo, de los doce mil millones de pesos que el gobierno, en el fondo, se los quiere quedar. Se los deben a las obras sociales. Como se decía en el barrio: “Pelito para La Vieja”. Si no pagan, sigue Moyano.
 
Relativamente interesa la interna gremial. Para tratarla en otra carta es necesario, como punto de partida, tío Plinio querido, mentirle. Mandársela cambiada.
 
Como mienten orgánicamente, y la mandan siempre cambiada, “los muchachos”. Por principios. Ampliaremos.
 
Y habrá que darle también la bienvenida, en las próximas semanas, en el Cabaret de Liza Minelli, a otro elefante menor, pero pintoresco. Don Jaime Durán Barba, El Equeco.
 
Aquí también Filmus, con la victimización previsible, va a ofrecernos posibilidades expresivas para la nota de color.
 
Descuidistas
 
“Afuera Righi ¿adentro Reposo?” Aún la tiene complicada.
 
“Afuera Rafecas y adentro Lijo”.
 
“Afuera Rívolo y adentro Di Lello”.
 
Es casi como cuando sale el Chori Domínguez y entra El Pelado Aguirre.
 
Desde afuera, las hinchadas suponen que los cambios lo favorecen, estratégicamente, al elefante Boudou. El Padrino de La Banda de Descuidistas.
 
“Pero desaliento la interpretación precoz de los facilistas que creen que, con Di Lello, Boudou la va a pasar mejor que con el Negro Rívolo”, confirma La Garganta.
 
“La unificación de las causas, que hizo El ex Gordo Lijo -prosigue la Garganta versada- fue la manera más elegante que tuvo El ex Gordo para salir del paso”.
 
“Los juristas -sentencia con versación- nunca rifan sus carreras”.
 
Así como hay que saber que Domínguez es El Chori, y que Tévez es El Apache, hay que aprender también que el Fiscal Rívolo es El Negro, y que el Ex Gordo es el Juez Federal Lijo.
 
De manera que el cambio del Negro por Di Lello no es para beneficio garantizado de Boudou. Aunque El Descuidista hoy, por la salida de Rívolo, se siente aliviado.
 
“Le sacaron El Negro de encima”, se atreve otra Garganta.
 
Debe aceptarse que Los Descuidistas hicieron un poco de tiempo. El recurso resultó transitoriamente eficaz. Mientras tanto, la estantería se derrumba, y en la sociedad crece el hartazgo. De todos modos, parecen recomponerse. Aunque embadurnaron, en lodo, hasta a la bella Agustina.
 
“Boudou tiene que cuidarse del afecto, y sobre todo del respeto, que se le tiene al Bebe”, confirma otra Garganta.
 
Hay que saber también que Bebe se le dice al septuagenario doctor Righi.
 
Es el discursista camporista ante los policías del 73, que resultó un kirchnerista intocablemente poderoso en los dos mil. Jefe de los Fiscales, pero hasta que lo tocó Boudou. Y lo mandó hacia su estudio, a preparar la sistemática revancha.
 
Es que El Descuidista la tiene, a Nuestra César, tío Plinio querido, de rehén.
 
Pero guárdeselo. Lácrese. No lo repita. Ni se lo diga a tía Edelma.
 
Lo que desconoce Boudou es que el Bebe Righi, según la Garganta, dejó más amigos al irse, de los que tenía al llegar.
 
Boudou era el elefante que centraba la atención exclusiva de la sociedad. Los Descuidistas adquirían, por lo tanto, merecida popularidad.
 
Con decirle que Nariga comenzaba a resultarnos simpáticamente familiar. Y ya se comenzaba a pronunciar, incluso, el apellido “Vanderbrule”.
 
Los elefantes de Oyarbide
 
Pero  el carismático Juez Oyarbide, con su irreprochable manejo del tiempo procesal, de pronto soltó dos elefantes más.
 
Primero a Sergio Schoklender. Junto a su hermanito Pablo y a su contador veloz.
 
Gotkin contiene -según otra Garganta-, elementos suficientes como para equipararse a “Vanderbrule”. Muy poco tiene, en todo caso, que envidiarle.
 
La gran hazaña del kirchnerismo consistió en captar a las Madres de Plaza de Mayo. Para convertirlas, tío Plinio querido, en una constructora gigantesca, quebrantada y fraudulenta.
 
De habérselo propuesto, Videla nunca lo hubiera hecho mejor.
 
Ensuciaron, con millones, hasta la memoria de los pañuelitos blancos.
 
“Si para amargarlo a Scioli basta con Mariotto, para atormentarlo a Macri basta con Oyarbide”, confirma otra Garganta.
 
El último elefante que soltó Oyarbide es Mauricio, el Niño Cincuentón. Justamente es el Jefe del Artificio de la ciudad multiplicada de elefantes.
 
Debe aceptarse, tío Plinio querido, que el drama se reduce, casi, a una idiotez.
 
Es menos grave ser acusado por chupar algún teléfono, en el país donde nadie dice más nada gravitante por teléfono. Que quedarse, entre una pandilla de atorrantes, con la producción monopólica del papel moneda. O que desplumar, abiertamente y con complicidades múltiples, la ilusión del humanitarismo, que resultó políticamente tan redituable para el cristinismo. Con lo que duele investigar las penumbras administrativas. Aunque puedan encontrarse severas sorpresas si se avanza en los detalles de los cobros de determinadas indemnizaciones.
 
Comisiones y manganetas que podrían alterar la tonalidad de los homenajes hacia algún humanista muerto. En vida, fue demasiado vivo.
 
Dígale a tía Edelma, para terminar, que ya está reconfirmada la existencia de la reunión de los umbandas.
 
Fue en un templo de las afueras. En Florida. Vinieron, dígale, 14, de todo el país. Entre umbandas y kimbandas. Pero sólo uno llegó de Brasil.
 
Dígale, como detalle complementario, que hubo 32 sacrificios de animalitos.
 
El objetivo consistió en apoyar al que ella sabe. Hasta ahora, el ritual les salió. Aún sobrevive.
 
Con respecto al otro tema delicado, a la gran culpa de Ella, dígale a tía Edelma que la pobre se da mucha máquina. Exagera.
 
Que no la protegieron, en su oportunidad, de más. No se les fue, para nada, a los protectores, la mano.

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