10 AÑOS K

2003-2013. La Década Inmoral

Los nombres buscados por los que no coinciden con la presidente para bautizar la década que ella definió como ganada son varios. No obstante, tomando distancia de lo económico y viendo el todo, “la década inmoral”, me resulta apropiada. Los motivos son los componentes de esta nota.

 

por JORGE HÉCTOR SANTOS
Twitter: @santosjorgeh
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). A los diez años que lleva la familia Kirchner en el máximo poder de la Nación, Cristina Fernández lo ha llamado la “década ganada”.
 
Seguramente será así para ella, para su difunto esposo y para sus socios-amigos multimillonarios que se han enriquecido y, al mismo tiempo, han multiplicado de manera incalculable la fortuna personal de la habitante de la Rosada y sus hijos, merced a innumerables actos delictivos que gozan de total impunidad.
 
No fue así para el pueblo, a quien sólo le queda el relato.
 
Para el común denominador de la población será la década malgastada en lo económico y social.
 
Los recursos extraordinarios generados por el viento de cola se han dilapidado y el país ha entrado de lleno en una nueva crisis donde todas las variables de la economía están desequilibradas.
 
Salir del laberinto donde la mujer de negro ha metido a la Argentina no será nada fácil, y una vez más los más débiles pagarán las consecuencias.
 
Sin embargo, surge otro calificativo -para quien escribe- más ajustado para calificar a esos años: la década inmoral.
 
En general por inmoral se entiende a todas las acciones que no se consideran como correctas, que no respetan una guía de convivencia, que se apartan de los postulados sociales.
 
En el terreno de lo jurídico se considera que ningún acto  inmoral es válido, ni produce otra consecuencia que su nulidad.
 
Cuando a una persona se la califica de amoral es que se entiende que la sociedad considera sus formas como indeseables o censurables; al carecer de moral.
 
La inmoralidad creciente a lo largo de la década mostrada por los Kirchner supera todo lo conocido en los treinta años ininterrumpidos de democracia.
 
Con una perversión sin igual se gestionó desde la Rosada.
 
La ficción montada en base a quedarse con casi todos los medios de comunicación masivos encierra la necesidad de un cuento que describe un país inexistente. A la altura de las necesidades estuvieron un importante equipo de comunicadores sociales que vendieron su dignidad y enajenaron su conciencia.
 
El enfrentamiento generado con todos aquellos que no se han sometido al discurso único ha puesto al conjunto de los ciudadanos en un estado belicoso constante, que ha perjudicado incluso el funcionamiento armónico entre padres, hijos, familiares y amigos.    
 
Cuando se quieren rescatar los logros alcanzados, la tarea se ve imposibilitada porque los que podrían haberse tomado como tales, en el tiempo, se vieron transformado en desaciertos. Basta recordar los derechos humanos, donde la principal organización quedó asociada a robo de recursos públicos en viviendas sociales que no llegaron a hacerse; o a la antes intachable Corte Suprema que como, ahora, no falla de acuerdo a lo que Cristina pretende; quiere llevársela puesta.
 
El “vamos por todo” es una manifestación indecorosa de las más altas. Una afrenta a los principios democráticos y republicanos.
 
Un gobierno aislado de la realidad, que ha enrejado hasta la propia casa de gobierno, que no atiende los problemas de la gente y al que solo le importa acumular poder y dinero de cualquier modo; es un gobierno inmoral.
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A la presidente no le importa el dolor de la gente que ha muerto y sigue muriendo por la falta de obras de infraestructura prometidas y no hechas. Tampoco parece importarle el robo de los dineros públicos que la han terminado involucrando a ella misma y a su extinto esposo.
 
Su coro de serviles son iguales. No podría ser de otra forma.
 
Los diputados y senadores oficialistas no discrepan en absoluto con el contexto al que pertenecen. Si Julián Domínguez, Amado Boudou  y la esposa de Alperovich presiden las Cámaras, es porque terminan brindándole la cuota de obscenidad que cobija al poder central.
 
La inmoralidad acrecienta la decadencia constante en que se encuentra el país.
 
Los sobres se dejan en el baño, o corren por debajo de la mesa, o se convierten en bolsas que viajan por dentro y fuera de las fronteras nacionales.
 
La delincuencia gobierna con ciertos rasgos mafiosos que conmueven a los hombres y mujeres de bien que saben, conocen o sueñan con otra Argentina posible.
 
Una angustia generalizada, mezclada con impotencia y creciente rebeldía aflora en la mayor parte de los habitantes.
 
A la par de querer arrasar lo que resta de la República, la justicia; se lanza un deshonesto blanqueo de dinero que beneficiará especialmente a los corruptos descubiertos, o no, y a  los narcos.
 
Más fuera del mundo no puede estar el país de José de San Martín y Manuel Belgrano.
 
No es para menos, escasea en la vida de quienes lo gestionan grandeza, eficacia y sobra ruindad, mentiras constantes, y agravios.
 
La planificación existente está compuesta por aniquilar las instituciones, las libertades, los medios de comunicación independientes, el adoctrinamiento de los jóvenes, mantener y acrecentar la pobreza para asegurarse votos clientelares, quedarse con las pocas cajas que restan, exterminar jubilados, nombrar jueces que le garanticen exención a actos ilegales, trampas electorales para perpetuarse, sumar privilegios, hacer negociados.
 
La política como servicio -tal cual lo señaló el papa Francisco- está muy lejana, sin embargo, la economía hace agua y al gobierno lo agobia el descrédito.
 
Podrán  los ciudadanos de bien salir del tobogán y poner a la sociedad a reguardo de la indecencia.
 
Falta poco para comenzar a saberlo; en el mientras tanto, los ministros de la Corte tienen la oportunidad de ayudar a que eso ocurra.
 
El pueblo debe expresar su opinión en manifestaciones colectivas y pacíficas para que el sol ilumine un horizonte, por ahora, muy sombrío.

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