DEMORAS EN UN ANUNCIO

Massa sí, Massa no, Massa ni, Massa so

Sergio Massa insiste en que él será el último mover sus fichas y que hasta el inicio de junio mantendrá oculta su estrategia 2013. Sin embargo, en el interín, no puede detener las expectativas que él mismo provocó...

 

por ROBERTO GARCÍA
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Diario Perfil). Aunque su esposa se llama Malena, Sergio Massa deshoja la Margarita. Duda sobre el primer  bungee jumping que significa desertar del oficialismo y encabezar, desde una oposición lateral, un recorrido –si participara y le fuera bien en las elecciones de octubre– que lo deposite en la Casa Rosada en 20l5. Claro que no todos están dotados para los deportes extremos, y, en su caso, vacila entre incorporarse a la oposición explícita como candidato a diputado o, mustio, continuar en el municipio de Tigre hasta otra primavera. Jura que ya tiene la decisión, pero algo soliviantado expresa que la anunciará cuando lo crea conveniente. Individualismo nervioso ante un huracán que le impone decisiones y que le borró la doble generala, aquel coqueteo que un día lo ubicaba para la gobernación y, al otro, para la presidencial.
 
Ese juego no lo comprometía, lo marginaba de las peleas, se manifestaba municipalmente, era una suerte de Daniel Scioli que lo registraba en cualquier equipo. Hasta en el de la Presidenta, a pesar de controversias pasadas. Parece que se agotó la instancia de gobernador, quizás por una sugerencia del consultor de Mauricio Macri, Jaime Duran Barba, quien una tarde le recomendó jugar por el premio mayor. El consejo, además, se acomoda a los intereses familiares: su mujer también le exige el emprendimiento superior.
 
A Massa lo bendicen las encuestas y empalidece a cualquier postulante K (no se sabe si Cristina elegirá a un tapado, a su cuñada Alicia, al voluntario Berni o a los pulcros Domínguez o Randazzo). Tanta distancia aleja a Massa del cristinismo, por lo que, se supone, no irá representando a esa fracción ni, mucho menos, será capaz de sumar sus votos  a las pretensiones continuistas.  Habló demasiado en reuniones discretas contra el curso oficial, advirtiendo que “seguro, lo que no haré es acompañar al Gobierno”.
 
Pero siempre hay suspicaces que desconfían de sus palabras por el habitual diálogo que mantiene con el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina. Tampoco sería el curso previsto por el núcleo de intendentes que lo respalda, gente que teme el desalojo de sus cargos por una renovación camporista que alimenta la Presidenta. A su vez, en los últimos tiempos él despliega talento seductor (ya embelesó a varios, de Duhalde a Kirchner) ante un innominado arco opositor que parece cautivado por la nueva estrella y lo piropea como una suerte de Kennedy argentino. También lo cubren de elogios como administrador de Tigre (más bien continuó, como él mismo reconoce, la gestión destacable del vecinalista Ubieto). Si hasta estiman que no queda relación con Cristina,  a pesar de que fue su jefe de Gabinete, gozó de sus preferencias momentáneas y de la admiración de su hijo Máximo,  al tiempo que puso en primer plano a Boudou y Bossio.
 
Tanto favoritismo de última hora por Massa –al que acompaña cierta complacencia mediática que cosecha acaso por haberla sembrado– ni siquiera repara en que el “elegido” para los próximos meses políticos cultiva los mismos apoyos empresariales que han rodeado al kirchnerismo en la mesa principal mientras, en otra accesoria, apostaban por Scioli. Condición de los hombres de negocios, claro.
 
Colegía Massa que no iban a realizarse las internas, pero ya tienen fecha. Cae el telón entonces y no le queda más de una quincena para decidir: se queda entre bambalinas (sugerencia de especialistas del exterior, de cobro en EE.UU. pero de origen peruano) o salta sobre el público. Alguien que contrata una agencia internacional, se presume, no aspira a mantenerse como un lirio entre las miasmas del Delta. Suele decir que él irá adonde lo lleve la gente, aunque la costumbre indica que la gente requiere de un auriga para ser conducida.
 
Si se queda como intendente, al acecho de un obsequio natural, amedrentado por algún “carpetazo” y sin desafiar a Cristina, quizás transcurra como un aliado crítico, indeseado pero útil. Casi un Scioli. Pero no ignora, como el gobernador, que Ella –al igual que el periodismo– está enterada de sus opiniones y encuentros, le conoce movimientos y tertulias, episodios que despiertan en su memoria aquellas expresiones de antaño, devastadoras, sobre Kirchner, divulgadas por WikiLeaks cuando Massa jamás sospechaba que trascenderían. Y la mandataria, como es habitual en el género, no olvida ningún detalle del pasado, mucho más cuando se mezcla –como en la comida de fusión– con lo reciente. Al respecto, puede dar  testimonio Cristiano Rattazzi, quien se atrevió a objetar el curso del modelo antes de que Cristina asistiera a una presentación de Fiat, esta semana en Córdoba, y como respuesta en el acto tuvo el desprecio de ser evitado en los saludos, miró para otro lado cuando el empresario se cruzó en el protocolo, al tiempo que disponía de requiebros múltiples para el CEO italiano, Marchione, y un ejecutivo de Iveco, Rigano.
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Si salta en el bungee jump creyendo que el elástico lo contendrá en la caída, sabe que una etapa diferente se inicia: ingresará a Diputados como un par más, los veteranos se lo harán sentir al enviarlo a comisiones menores y se volverá arduo cabalgar hacia la Presidencia desde esa sinecura. Tarea titánica por más que la inestabilidad lo haya clasificado en una grilla que registra a contados exponentes (De la Sota, Scioli, Macri, Sanz, Binner, Lavagna) y en la que, para 20l5, posiblemente no haya agregados por la dificultad del posicionamiento personal y las trabas electorales para cualquier nueva figura. Toda la simpatía derramada encogerá su expansión y, en la pugna callejera, dejarán de ser asociados aquellos que hoy anota como tales en su agenda.
 
Un caso, el gobernador bonaerense, quien hasta ahora ha sido cuidadoso en sus expresiones sobre Massa (al contrario de lo que éste expone sobre Scioli). A pesar de jugar al fútbol, distraerse con los espectáculos, hablar de producción y trabajo, también controla una maquinaria de poder y capta voluntades neutras como el propio intendente. Por no hablar del vengativo imperio cristinista en declive si Massa juega solo en las elecciones, en contra, y demuele el último atisbo de re-reelección desde el gigantesco refugio bonaerense. Si se suma al resto de los críticos, como amenaza, no es atrevido anticipar el jaque mate.
 
Pinta entonces Massa como Reutemann, aunque puede concluir también como aquel corredor sin ambición. Sólo faltan unos días para empezar a saberlo y que la elección a consejeros a la Magistratura no se aplique por inconstitucional. Si esa ley se aplica, Massa volverá a discutir con su almohada.

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