EL TRASLADO DEL MONUMENTO

Locura K: Van por Todo, también por Cristóbal Colón.

Existe la intención por parte del gobierno de ordenar el traslado del monumento a Cristóbal Colón, ubicado justo detrás del despacho de Cristina Fernández de Casa Rosada, para reemplazarlo por uno a Juana Azurduy. El monumento fue una donación de Italia por el Centenario de la revolución de Mayo. Ya hay un amparo presentado por un estudio jurídico cuyos miembros son todos de origen italiano.

POR ERNESTO MARTINCHUK

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Noticongreso).- El monumento a Colón, que los italianos donaron a la Argentina, en conmemoración del primer centenario, se encuentra en la Plaza del mismo nombre desde su inauguración en 1921. Una gran estatua del descubridor de América, realizada en mármol de Carrara, de seis metros de altura y un peso de 40 toneladas, se encuentra emplazada detrás del despacho de la Primera Mandataria en la Casa Rosada.

La estatua pertenece al distrito de la capital y no se puede mover sin autorización de Mauricio Macri, o en su defecto de Diego Santilli, responsable del Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires. Para calmar a la gente que el gobierno de Kirchner explicó que el nuevo lugar de la estatua se ha estudiado con cuidado, y  terminara en el centro de Mar del Plata, cerca de la playa Bristol, donde planean construir un "paseo de América" con otros monumentos, sin contemplar –según los entendidos- que la erosión del mar daña la textura del fino mármol de Carrara. Parece que todo está listo: los profesores de la Facultad de Arquitectura en Mar del Plata ya tiene el diseño para la transferencia de Colón, cuyo costo rondaría –en principio- los 25 millones de pesos.

Juana Azurduy, había nacido en Sucre, Bolivia, luchó en la guerra por la independencia junto al General Manuel Belgrano. Ambos murieron en la pobreza. En 2008, la Presidenta Cristina Fernández nombró a Juana Azurduy general del ejército post-mortem, y habría convencido al presidente boliviano Evo Morales para hacer una estatua  en Buenos Aires, cuyo costo ascendería al millón de dólares, tras lo cual surgió la idea de desalojar Colón.

Estamos indignados'', subrayan manifestantes de las distintas colectividades italianas, como también reconocidos escultores argentinos, restauradores, ingenieros, y ciudadanos conocedores de la problemática. El tema trascendió las fronteras y los principales diarios de Italia le dedican extensos artículos a la medida.

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El Estudio Jurídico Ruffa-Bell & Associates, (cuyos miembros son todos de origen italiano), presentaron en el Tribunal Contencioso Administrativo , en Buenos Aires, un recurso de amparo "contra" el Poder Ejecutivo Nacional, la acción Legal –que vence la próxima semana- tiene por objeto impedir, si tiene éxito-, el cambio de la estatua de Colón de la actual plaza detrás de la Casa Rosada, a otro lugar.

Nos preguntamos: habiendo tantos temas, mucho más importantes que resolver, ¿es necesario gastar tanto dinero, tiempo y esfuerzo en algo que quedaría –por cuestiones de seguridad- reducido al ámbito del fondo de la Casa Rosada y por tal motivo restringido al público? Si perfectamente, dadas las características del lugar, pueden convivir ambos monumentos y cada uno representaría un momento distinto de la historia.

NO HAY DIALOGO

En el diálogo como fenómeno humano, se nos revela la palabra como algo más que un medio para que éste se produzca e impone buscar, también, sus elementos constitutivos. En esta búsqueda encontramos dos dimensiones, acción y reflexión, solidarias y en una interacción tan radical que, sacrificada cualquiera de las dos, se resiente la otra. De manera tal que agotada la palabra de su dimensión activa, se sacrifica también la reflexión, transformándose en palabrerío, dado que no hay denuncia sin compromiso de transformación, ni compromiso sin acción.

Si por otra parte, se enfatiza la acción, con el sacrificio de la reflexión, la palabra se convierte en activismo y al minimizar la reflexión, niega la praxis verdadera e imposibilita el diálogo. El diálogo se impone como el camino mediante el cual los seres humanos ganan significación en cuanto tales. Es una exigencia existencial. El encuentro que solidariza la reflexión y la acción de sus sujetos encauzados hacia un mundo que debe ser transformado y humanizado. No puede ser reducido a un mero acto de depositar ideas de un sujeto a otro, ni convertirse en un simple cambio de ideas consumadas por sus protagonistas. Tampoco debe ser discusión guerrera, polémica, entre dos sujetos que no aspiran a comprometerse con la búsqueda de la verdad, sino que están interesados sólo en la imposición de su verdad.

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El diálogo es un acto creador. No hay diálogo si no hay profundo amor al mundo y a los seres humanos. El amor es un acto de valentía, nunca de temor, el amor es compromiso con los hombres, mujeres y niños. Los verdaderos revolucionarios reconocen en la Revolución un acto de amor, un acto creador. Si no amo el mundo, si no amo la vida, si no amo a los hombres, no me es posible el diálogo. No existe, por otro lado, el diálogo si no hay humildad.

¿Cómo puedo dialogar, si me creo un ser diferente, virtuoso por herencia, frente a los otros, objetos en quienes no reconozco otros “yo”?

¿Cómo puedo dialogar, si parto de la idea de ser dueño de la verdad y del saber y que los demás son seres inferiores?

¿Cómo puedo dialogar, si me cierro a la contribución de los otros, a cual jamás reconozco y hasta me siento ofendido con ella?

¿Cómo puedo dialogar, si temo la superación y sí por solo pensar en ella, sufro y desfallezco?

La autosuficiencia es incompatible con el diálogo. Las personas que carecen de humildad o aquellos que la pierden, no pueden aproximarse al pueblo. No existe diálogo, si no existe una intensa fe en los seres humanos. Fe en su ´poder hacer y rehacer. De crear y recrear. Fe en su vocación de ser más, que no es privilegio de algunos elegidos, sino derecho de los hombres.

Decir una cosa y hacer otra, no puede ser estímulo de confianza. Hablar de humanismo y negar a los hombres es una mentira.

No hay diálogo sin esperanza. La esperanza es el motor de los seres humanos y a partir del  cual se mueven permanentemente.

Por su parte, la desesperanza es una forma de silencio, de negar el mundo, de huir de él. Si los sujetos del diálogo nada esperan de su quehacer, ya no puede haber diálogo. Su encuentro es vacío y estéril, burocrático y fastidioso.

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