¡VIVA BENJAMIN FRANKLIN!

La inflación lo hizo: Una luca ($1.000) es piso y no techo

Se viene el hornero rojo con girasoles amarillos de $1.000 para adelgazar las billeteras poselectorales mientras se destruyen los papeles violáceos de $100 que por 25 años representaron el tope monetario. La inflación le agrega, de este modo, un cero más a una economía en la que, para generaciones pasadas, los tres dígitos tenían asignado un valor relevante en el acerbo: se simbolizaban como “luca” y servían para sintetizar sumas que reflejaban vacaciones, autos, inmuebles. Cuando salga, una luca equivaldrá a aquel mango del lunfardo en el argot de los más viejos y al peso de la convertibilidad del resto de la sociedad. A un Domingo Cavallo se le ocurriría que sería una idea cantada empezar de todo de nuevo con 3 ceros menos, o sea que la luca fuera la unidad monetaria, en lugar de que el ave de la Patria famosa por construir nidos impresa en los $1.000 convalide la inflación.

"(...) Dónde hay un mango,
viejo Gómez?
Los han limpiao
con piedra pómez.
Dónde hay un mango
que yo lo he buscado
con lupa y linterna
y estoy afiebrado?
Dónde hay un mango
pa darle la cana
si es que se la deja dar?
Dónde hay un mango
que si no se entrega
lo podamos allanar?
Dónde hay un mango
que los financistas,
ni los periodistas,
ni perros ni gatos,
noticias ni datos
de su paredero
no me saben dar? (...)".
Donde Hay Un Mango?
Tita Merello

 

Hubo un tiempo en que US$ 1 era igual a $ 1. El ardid consistía en tener superávit fiscal pero en la Argentina es la excepción y no regla. Ecuador ni siquiera tuvo problemas en eliminar el peso local y... funciona. En la Argentina, el chauvinismo que cree  de verdad que Aerolíneas Argentinas es una causa nacional y el dulce de leche es un invento criollo consideró blasfemo quitarse de encima la falsa moneda propia (¡¿propia?! Joder... siempre hay tontos en las pampas).

Hubo un tiempo en que con $ 100 se llenaba un changuito en el supermercado. 100 mangos eran 100 mangos. Eso quedó atrás. Nunca más volverá. Y los tontos siguen reivindicando la moneda propia, destructible, devaluable, prisionera de gastos públicos infinitos, desequilibrios fiscales interminables, voracidad increíble de los gobernantes, avaricia impune de sus adláteres. Así quieren tentar a los kelpers a que acepten ser argentinos... Necios.

Otra más para después de las elecciones de octubre: empiezan a circular los billetes de $1.000, que reproduce en rojo suave el ave de la Patria, el hornero, con un par de girasoles amarillos.

Esta nueva emisión sigue con la línea de la fauna autóctona que el gobierno de Mauricio Macri eligió para sustituir la figura de los próceres grabada en el dinero que la inflación devora a pasos agigantados. Empezó con el yaguareté en el papel de $500 y la ballena franca austral en el de $200.

Los relevos vis-a-vis del actual circulante a completar en este año serán la taruca, o venado andino, en los de $100, en lugar de Julio Argentino Roca y Eva Perón; el cóndor en los de $50 en reemplazo de Domingo Faustino Sarmiento; y el guanaco en los de $ 20 por Juan Manuel de Rosas y la Vuelta de Obligado.

Pero no sólo la impresora de última generación que funciona en la Casa de la Moneda está afilada para sacar planchas del nuevo dinero a razón de 120 metros por minuto. Los billetes tienen un tamaño uniforme de 155 mm de ancho y 65 mm de alto. El papel utilizado es 100% de fibra de algodón, con un peso de 83 gr/m2, exento de fluorescencia a la luz ultravioleta, realizándose la impresión en 3 etapas sucesivas, empleando sistemas de impresión offset, calcografía y tipografía.

Otra máquina se le acaba de sumar en el edificio de Retiro. La donaron los bancos para que la opere directamente el personal del BCRA. Pero en vez de imprimir, destruye 10 millones de billetes de $100 diarios y tiene por delante 5 años hasta que termine de desaparecer la existencia de 4.200 millones de unidades con la cara del ex presidente y conquistador del desierto, el venerable Roca. En marzo y abril eliminó $ 40.000 millones: 400 millones de billetes de $ 100 deteriorados.

Actualmente sólo éstos últimos representan alrededor del 65% de la circulación, que en total asciende a 6.400 millones de billetes.

Hacia fin de 2017, los que salgan de $1.000 llegarán al 11%, mientras el “cambio” de $500 y $200 ocupan juntos el 25% del monto en la calle.

Al ritmo que crecen los precios de la economía, el poder adquisitivo de un hornero equivaldrá desde su aparición al del violáceo Roca de la 2da parte de CFK. Los "Roca" fueron emitidos por primera vez en 1992 y entonces equivalían a US$100 (regía el 1 a 1 de la Convertibilidad). Ahora, se pueden cambiar por US$6,30, es decir que perdió más del 90% de su valor en relación al dólar. Y eso que la paridad está atrasada en más de 20%....

Hasta el año pasado, cuando salieron los billetes de $500 y $200, era el de más alta denominación. Los de $100 que aún andan vivitos y coleando habían visto la luz el 3 de diciembre de 1999, apenas una semana antes que asumiera la Presidencia de la Nación, Fernando De la Rúa. Fue la gentil ratificación de la convertibilidad que ya venía a los tumbos legada por el Banco Central de Carlos Menem y el gobierno de la Alianza recibió de bienvenida. Detrás de ese caballo de Troya irrumpieron en poco tiempo el padre del languideciente uno a uno, Domingo Cavallo, los corralitos, corralones, helicópteros. Así y todo, los $100 resistieron 25 años como moneda tope.

La fobia de Sturze

Mientras se convierten en papel picado en la Casa de la Moneda, los de $100 se extinguen también en la calle: cerca del 40% el año pasado, más de 20% en éste, en el mejor de los casos, y expectativas para los próximos 12 meses en alza desde mayo hasta llegar al 21%, de acuerdo con el índice mensual que elabora el Centro de Investigación en Finanzas (CIF) de la Escuela de Negocios de Universidad Torcuato Di Tella.

“Fede Sturze”, que no se quiere mover de la meta inflacionaria del 17% a la que ajustó la pauta monetaria, les tiene fobia y los condena a la hoguera, mientras hace que el Banco Central luego deposite electrónicamente los fondos en cada banco que se deshace del cash. La idea es ir discontinuando, en lo que quede contante y sonante, a los tarucas de 100 que tomarán el lugar de RoCa y Evita.

Cada billete modelo 2017 de $1.000 alcanzará sólo para US$60, cuando al asumir Néstor Kirchner la Presidencia 1 papel de $100 versión 2003 compraba US$ 35, aunque de una moneda estadounidense mucho más robusta que la actual.

Este es uno de los argumentos de los que abogan por sacarle un cero al peso argentino si el resultado electoral de octubre permite relanzar la economía aplicando un plan antiinflacionario que se lo crea todo el gobierno y no un solitario Sturze.

De ser así, el hornero moriría, como el centroforward de la película clásica escrita por el dramaturgo Agustín Cuzzani, al amanecer. De todos modos, el BCRA también prepara para el último trimestre, poselectoral, el monedero: entran a tallar la metálica de $5, a la que se sumará la de $10 en 2018, con lo que el guanaco de $20 será el papel de menor denominación.

Imaginando las proporciones del cono o pirámide monetaria en una caja registradora, la perspectiva para el año que viene sería que haya 15% de horneros, 45% entre yaguaretés y ballenas y 40% de venados, con lo que los fajos se reducirían casi a la mitad que actualmente.

‘Achicar el bulto’ es precisamente la consigna de los bancos y, en el nuevo mercado de compra venta de efectivo, del que el Banco Central se corrió y ya no participa más, los yaguaretés, que ocupan 5 veces menos de lugar físico en las tesorerías, cotizan más que los Roca y Evita de $ 100. Además, el costo de imprimir cada billete es de $ 2 y su vida útil de un año y medio. Las monedas que completarán la circulación de los #20 para abajo son prácticamente eternas y mucho más baratas de hacerlas, ya que desde hace 5 años no se fabrican más de cobre (que, al ser un commodity, con el alza del precio podría encarecerla), sino de acero con un revestimiento especial, que sirve para que una máquina expendedora pueda leerla.

El excesivo acarreo de efectivo y su custodia que trae como consecuencia la inflación se convirtió en un dolor de cabeza para el sistema financiero, que debe cubrir faltantes y sobrantes estacionales a un costo logístico sideral del que deben hacerse cargo los bancos desde que el BCRA se abrió y los tesoros regionales no anclan esos movimientos.

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