BUSCANDO DÓNDE ESTÁ LA BOMBA

El cepo cultural

Hay quienes sostienen -Urgente24 entre ellos- que el conflicto socioeconómico argentino tiene un fuerte contenido cultural que, por ejemplo, provoca que se ignore que la redistribución de ingresos siempre, en la torta final, es a favor de los que más tienen. El autor, Luis Rizzi, precisamente trabaja este concepto en su columna:

La sociedad argentina, sin diferencia de clases sociales, tiene una cultura populista que resumiría diciendo que los gobiernos deben saber administrar el despilfarro.

Poco importa cómo se despilfarra, si imprimiendo billetes o contrayendo deuda, dos hechos que generan inflación y afectan negativamente a la economía.

Lo curioso es que siempre se termina paradojalmente transfiriendo ingresos de los indigentes y pobres hacia los ricos o a los más aventajados socialmente.

Esto explicaría porqué motivo las clases sociales media y media alta siempre son oficialistas.

El gobierno optó por el “macripardismo” que bautizó como “gradualismo” que no es más que un circulo vicioso, entre gasto y deuda, para que haya cambios formales que mantienen la situación heredada.

Esto hasta ahora le pasó a todos los gobiernos que se vienen sucediendo desde 1945 y parecería que es imposible dejar ese sendero, que los sociólogos llaman “path dependence”.

Esta ecuación, digna de Dracón, refleja una política extremadamente severa que solo presagia una crisis inminente.

Digo inminente porque en la historia de un país unos pocos años equivalente a decimas de segundos.

Hubert Reeves, cuenta Victor Massuh, explicó que si se redujera la edad del planeta a la duración de un día, un minuto equivaldría a tres millones de años. Esto significa, agrega, que los primeros homínidos habrían aparecido solo en los últimos dos minutos.

Traje a cuento este dato, para advertir que uno de nuestros graves defectos es no ver las cosas en la perspectiva del tiempo.

Este verdadero cepo cultural que consiste en creer que es virtuoso financiar gasto con deuda o emisión espuria, cuyas consecuencias son idénticas, nos viene apresando desde que por lo menos tengo uso de razón. Pero insistimos, con mejores o peores modales, como suele decir el Dr. Alberto Cormillot, el empecinamiento terapéutico agrava la enfermedad, jamás la sana.

El llamado “gradualismo” es otro modo de esconder la basura debajo de la alfombra y pasa que un día no hay alfombra que alcance.

Dicen los expertos que la deuda “cuasi fiscal” que se genera mediante la emisión de las “Lebac” que son pagarés emitidos por el Banco Central, supera en monto a la base monetaria. Estos pagares se emiten para absorber la emisión consecuencia del endeudamiento en moneda extranjera.

De donde es fácil deducir que la inflación es más alta que la publica el INdEC, lo que no quiere decir que ponga en duda sus datos, ya que en algún momento ese dinero, hoy disfrazado de “Lebac” saldrá a la calle o lo que sería lo mismo, se produciría su default por imposibilidad de pago. En el primer caso tendríamos alta inflación y en el segundo trágica deflación.

Nuestra moneda tiene un valor falso que es de casi dieciocho pesos por dólar, cuando debería ser por lo menos un treinta por ciento más, este treinta por ciento es inflación encubierta. Además el uso de la tasa de interés como único medio para bajar la inflación, ya demostró que no funciona, ya que los índices no bajan del 1,5 promedio mensual.

Esto explica no solo el déficit comercial sino la grave cuestión que enfrentan las llamadas economías regionales, como si se tratara de economías de países extraños.

Además como lo explicó Agustín Monteverde, en el programa de Roberto Garcia/La Mirada- si contabilizamos la deuda, el déficit comercial y financiero del año estaría cercano a los US$ 27.000 millones. Un verdadero récord.

Al gobierno le fue fácil suprimir el “cepo cambiario”, pagar los créditos legítimos de los “holdouts”, cambiar la negativa gestualidad “K”, restaurar ciertos buenos usos, pese al pésimo ejemplo de la detención de Amado Boudou, un verdadero espectáculo pornográfico de la política, pero lo que no ha podido cambiar es nuestro “cepo cultural populista”.

La famosa bomba que dejaron los “K” aun está intacta, pero parecería ser que nadie sabe donde está oculta y algún día alguien la pisará sin querer…, salvo que comience la difícil y riesgosa tarea de desarmarla, pero para ello hace falta idoneidad…

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