DILEMAS ARGENTINOS

Es la inflación, estúpido (¡otra vez!)

Lo que empieza mal es probable que termine peor. Lo que ya falló, es posible que vuelve a fracasar. Y lo que no está funcionando ¿por qué habría de mejorar? Esto vale tanto para el pasado reciente como para el presente. La Argentina necesita modificar y mejorar la estructura de análisis y diagnóstico de los problemas, y de búsqueda de herramientas para superar sus problemas. Ahí comienzan las limitaciones. Aquí va una ayuda para el debate:

En esta columna hemos tratado de dar una visión independiente de los distintos conflictos socio-económicos. Uno de los caminos tomados fue, y es, investigar las fuentes de información, más en en estos tiempos que la credibilidad se ha perdido tanto en los sistemas políticos y como en los partidos políticos. En suma, es una pérdida de confianza en las instituciones.

En nuestra columna anterior señalamos que, después de la caída del muro de Berlín, quedá al desnudo que, bajo el paraguas de la ideología del comunismo, las grandes corporaciones energéticas básicamente se enriquecieron a costa del pueblo. Pero, también, marcamos las distorsiones y fraudes del sistema capitalista en los que participaron desde las mayores entidades bancarias del mundo hasta las indiferentes agencias de calificaciones. En muchos casos, sus accionistas eran los mismos, que no advirtieron la crisis financiera de 2008.

A esto se les sumararon organismos multilaterales, tal como lo reconoció el FMI en su documento de autocrítica, que convalidó la percepción que hubo un trato discriminatorio a los países emergentes respecto de los países desarrollados, de lo cual fuimos una de las víctimas en la crisis local 2001/2002.

Si alguna duda quedara acerca de la subjetividad de estos organismos, el jefe de Economía del Banco Mundial admitió recientemente que muchas calificaciones fueron influenciadas políticamente en favor de un gobierno con respecto a otro.

Tal vez, nuestra investigaciones, que han considerado esas subjetividades, nos han llevado a obtener pronósticos más cercanos a la realidad.

Al principio de 2017, mientras el Ejecutivo estimaba una inflación del 17% ya el FMI lo estimaba en 25,6% para el ejercicio fiscal. Mientras la Administracion estimaba para 2018 una inflación del 10% -ahora del 15%- ya el FMI la estimaba en 18,7%. Sin embargo, nosotros entendimos que la inflación del 2017 estaría mas cerca del 30% que del 20% y estimamos que para 2018 la meta superará el 20%.

A nuestro entender, las diferencias entre las expectativas están dadas en los siguientes puntos:

El gobierno, para llegar al 24,8%, debió diferir el aumento de las tarifas de gas y electricidad en 2 etapas, aplicar la cláusula-gatillo en los salarios por etapas, diferir para 2018 el aumento de los combustibles, postergar el aumento del transporte (subtes autotransporte y tren), peajes etc.

De haber incluido estos aumentos totalmente en 2017 -y a pesar de haber tenido uno de los inviernos mas cálidos de los últimos tiempos-, la inflación hubiera alcanzado cerca del 30%.

Ahora, si ésta es la inflación real pero diferida, uno puede concluir que las tasas de interés promedio que aplicaba el Banco Central eran casi neutras o, tal vez, algún punto positiva en términos reales. Entonces, ¿por qué bajarlas?

Sin negar la influencia de la política monetaria en la inflación, queda en evidencia que dicha política es insuficiente para bajar la inflación, cuando hay otros factores que están impactando.

Para entender algunas decisiones políticas habría que analizar, los antecedentes del Ejecutivo Nacional en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Durante los 10 años de gestión, con estadísticas del nuevo INdEC se estimo una inflación acumulada del 1.000%. De un Presupuesto 2007 de $8.000 millones de ingresos pasamos a uno de $232.000 millones, un aumento del 3.000%. O sea que se triplicaron los ingresos provistos por los contribuyentes, entre servicios como ABL, peajes, parquímetros, VTV y multas de tránsito. Además, el gobierno de la Ciudad fue una de las jurisdicciones que más aumentó el personal, llegando a mas de 130.000, con sueldos jerárquicos que triplican a los de la administración anterior. Por último: de bajar el gasto publico de la Ciudad poco y nada, pero sí mayor endeudamiento.

Si este antecedente lo llevamos al Gobierno Nacional veremos que, si bien las tarifas de servicios públicos estaban atrasadas por no haber sido ajustadas por la administración anterior, ese rezago en energía eléctrica era más cercano al 1.000% que al 1.500%. Pero, hasta la fecha, el gobierno ya aumentó las tarifas más de 1.500%, agregando que todavía falta otro tanto para eliminar los subsidios. Lo mismo ocurre con el gas: con el más reciente aumento, la Argentina pagará US$ 4 el millón de BTU, en sintonía con el precio promedio que se paga en el mundo. Pero, según el plan energético del gobierno, en los 2 próximos años duplicará el precio del gas a mas de US$ 7 el millón de BTU. Si a estos aumentos le sumamos un ajuste cambiario que lentamente se irá acomodando con la baja de tasa de interés, se necesitaría un mandato de más de 4 años para llegara 1 digito de tasa de inflación anual.

Pero ese tránsito no será fácil ya que los beneficiarios de los créditos UVA, por ejemplo, verán que sus expensas del departamento recién adquirido serán iguales a las cuotas que deberá pagar por el préstamo a pagar, mientras el saldo remanente seguirá aumentando.

Los efectos inflacionarios potencian distorsiones preexistentes como por ejemplo: en la evaluacion del ABL realizada por barrio, y no por edificio, sin tener en cuenta la altura, llevan a desvalorizar las propiedades en especial aquellas de pisos bajos con respecto a las nuevas torres, aún en barrios menos cotizados  pero que hoy, por los menores costos de mantenimiento, expensas y ABL se han revalorizado, superando comparativamente el valor por m2 de los barrios más caros.

Por eso: cuidado con la inflación. El truco de no incluir el último trimestre más alto de inflación en el ajuste a los jubilados, o congelar los salarios, mientras se siguen subiendo los servicios públicos y privados, deberá convivir con el deterioro del consumo y no ayudará a mantener la credibilidad necesaria para estabilizar la economía que dejó la anterior administración.

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