EL PAPA Y CHINA

La grieta que dejó el comunismo y la revolución, pero que Francisco quiere cerrar

El Papa Francisco seguramente tiene muchas ambiciones que quiere cumplir en su paso por El Vaticano, tal es el caso de cerrar la grieta que dejó el comunismo y la revolución desde el año 1951. Todo parece válido en el camino empedernido de la iglesia católica por recuperar, al menos un poco, el valor de su religión en la República Popular de china, que además es “la súper potencia” más poblada del mundo y que es oficialmente atea.

Aunque China está lejos geográficamente, es un lugar central que ocupa la mente del Papa Francisco. “El pueblo chino y su gran país ocupan un lugar importante en la mirada del Papa Francisco, abierta al mundo”, explica Federico Lombard, quien fue portavoz del Vaticano.
 
Las negociaciones entre la Santa Sede y China están muy avanzadas, y se habla de ‘inminente’ acuerdo. Según parece, de acuerdo a lo que han publicado algunos medios como InfoVaticana, la Secretaría de Estado (Vaticano) tiene órdenes de Francisco de que “hay que firmar como sea”. Ser el primer Papa, y el primer jesuita, recibido en China es el objetivo internacional prioritario del Papa. 
 
El Papa Francisco quiere un acuerdo con China a cualquier precio. El objetivo está muy claro: ser el primer Pontífice, y el primer jesuita, en ser recibido con honores en el país más poblado de la tierra.
 
Pese al secretismo que rodea las conversaciones, la agencia de noticias Reuters reveló el mes pasado que el acuerdo estaba listo para la firma, después de ciertas concesiones por ambas partes. De concretarse, permitiría unir a las dos iglesias existentes en China: la iglesia católica patriótica, bajo los auspicios del Partido Comunista Chino (PCCh), que congrega a unos nueve millones de fieles, y la iglesia clandestina, reconocida por el Vaticano, con unos tres millones de fieles, muchos de los cuales han sufrido persecución.
 
El cardenal y antiguo arzobispo de Hong Kong Joseph Zen reveló en enero que había viajado a Roma para expresar al Papa su malestar por el acuerdo alcanzado con Pekín. El prelado afirmó que los católicos de China tenían derecho a “saber la verdad”: que el Vaticano había pedido a dos obispos consagrados por Roma que dieran un paso atrás para que “dos excomulgados” ocuparan sus puestos. Uno de los obispos clandestinos, Peter Zhuang Jianjian, de 88 años, se retirará para dejar paso a uno nombrado por el Gobierno chino, que a su vez reconocerá oficialmente al anciano cardenal, quien se convertirá en “obispo emérito”. Otro obispo reconocido por la Santa Sede, Joseph Guo Xijin  ejercerá como auxiliar del que tiene la iglesia católica patriótica en la diócesis de Mindong, en la provincia costera de Fujian.
 
Aunque no hay una confirmación oficial al respecto, con este paso se podría avanzar hacia el acuerdo definitivo sobre el nombramiento de obispos, tradicionalmente una de las cuestiones más espinosas de la diplomacia vaticana, ya que es vista por China y otros gobiernos como una injerencia en sus asuntos internos. Entre las soluciones que se barajan está que el Papa tenga la última palabra sobre los nombres que sugiera China para ocupar la diócesis, o bien que Pekín escoja sobre una terna presentada por el Vaticano, fórmulas que ya han sido utilizadas en otros países.
 
Asimismo, en los últimos años, se ha hecho frecuente que grupos religiosos católicos fieles a Roma compartan iglesias con los de la asociación católica patriótica e impartan talleres y clases en sus centros, que están abiertos al público y tienen los permisos necesarios. Este acercamiento es el que mueve a los obispos nombrados por el PCCh a impulsar las relaciones con la Santa Sede.
 
Sin embargo, El presidente Xi Jinping, durante la celebración del XIX Congreso del PCCh en octubre pasado, señaló que no se tolerará que bajo el disfraz religioso se amenace la seguridad nacional o se promocione el separatismo. Todas las religiones deben tener una “orientación china”, señaló al destacar la importancia de la defensa del modelo “ socialista con características chinas”.
 
La intención del Vaticano de cerrar a toda costa un acuerdo en China ha recibido duras críticas por parte del cardenal Zen, obispo emérito de Hong Kong e icono de resistencia de la Iglesia frente a la tiranía comunista, que en una carta fechada el pasado 5 de febrero habla de “rendición” ante el partido comunista.
 
“En los días pasados, los hermanos y las hermanas que viven en el continente chino han sabido que el Vaticano está próximo a rendirse ante el partido comunista chino, por eso están incómodos”, afirma en la misiva. El obispo emérito de Hong Kong señala, además, que “visto que los obispos ilegítimos y excomulgados serán legitimados, mientras que los legítimos serán obligados a retirarse, es lógico que los obispos legítimos y clandestinos estén preocupados por su destino”.
 
En una carta anterior, el cardenal Zen confirmaba la información publicada por AsiaNews que indicaba que la Santa Sede había pedido a dos obispos chinos de la Iglesia fiel a Roma que se hiciesen a un lado para ceder su puesto a obispos de la cismática Iglesia Patriótica. En nota adicional a su carta, el purpurado aclaraba que “el problema no es la renuncia de obispos legítimos, sino la solicitud de dar cabida a los ilegítimos e incluso excomulgados”.
 
Trazada la hoja de ruta del acercamiento entre Pekín y el Vaticano, todavía hay escollos de peso que dificultan la recta final. La decisión adoptada el domingo, 11 de marzo, por la Asamblea Popular Nacional de eliminar la cláusula constitucional que limitaba la jefatura del Estado a dos mandatos de cinco años, no ayudará a levantarlos. Occidente cuestionará cualquier movimiento del papa Francisco que facilite el reconocimiento del Gobierno de Pekín en un momento que apunta hacia el endurecimiento del régimen en torno al PCCh y a la permanencia en el poder sine die de Xi Jinping.
 

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