BEIJING PRESENTA BATALLA

Backstage de la guerra comercial de Trump contra China

China le ha quitado algunas banderas a USA relacionadas con principios rectores del capitalismo tal como la flexibilización de los flujos comerciales. El tradicional déficit de USA en el intercambio ha provocado una reacción que pone a prueba la capacidad de China para improvisar y resolver el obstáculo. De esto trata la siguiente columna:

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó una guerra comercial contra China, la cual está haciendo temblar el sistema económico internacional. Según fue justificado, este ataque unilateral tendría como objetivo resolver un problema estructural de la economía estadounidense: El enorme déficit comercial con China (estimado en unos US$ 375.000 millones en 2017).

No obstante, la retórica de Trump al respecto está plagada de falsas promesas. Se trata de una visión primitiva del comercio internacional, enmarcada en su slogan del America First. Lejos de resolver el problema, con esta temeraria guerra comercial Trump dañará los intereses grandes empresas estadounidenses integradas en las cadenas de valor globales y de los propios consumidores.

Como era de esperarse, tras las sanciones impuestas a productos chinos por más de US$ 60.000 millones, el gigante asiático ha comenzado a retaliar con imposición de tarifas a sectores estratégicos de la economía estadounidense, afectando productos agrícolas, cuero y aviones, entre otros rubros. Para la mayor parte de ellos, a China se le abren perspectivas interesantes en otros mercados.

Por otra parte, cabe destacar que China es el mayor tenedor extranjero de deuda de EEUU (19% del total). El 38% de las reservas chinas en divisa extranjera están en dólares. Es otra poderosa arma en favor de la potencia comunista que, en paralelo, está creando con buen suceso instituciones y mecanismos internacionales de financiamiento, alternativos a los de Occidente. Tal es el caso flamante Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. La entidad ya cuenta con 84 países miembros, pese al feroz lobby en contra que hizo los EEUU.

En definitiva, con la guerra comercial Trump no resolverá el déficit con China ni recuperará puestos de trabajo para su economía. Quizás sólo logre bajar un poco el déficit, con un costo político y económico gigantesco. Esta movida contribuye a que se siga acrecentando el descrédito y aislamiento internacional de los Estados Unidos. Trump está yendo a contramano del mundo globalizado y cada vez siembra más desconfianza en sus aliados, también ahora afectados por sanciones comerciales.

¿Sólo guerra comercial?

Dicho esto, resulta interesante ampliar la mirada hacia lo que podría haber detrás de esta guerra que enfrenta a las dos mayores potencias, por ahora sólo en el plano comercial. Hay varias señales que resultan alarmantes. Trump acaba de purgar de su gabinete a las pocas voces moderadas que le quedaban a su alrededor. Se fueron Rex Tillerson, secretario de Estado; y Herbert MacMaster, asesor de Seguridad Nacional. Ambos fueron reemplazados por dos halcones de línea dura en política exterior: Mike Pompeo y John Bolton, respectivamente.

En este contexto, la retórica agresiva de Trump hacia China ha escalado notablemente. El magnate neoyorquino pareciera entender el imparable ascenso chino como una amenaza directa, no sólo al declinante liderazgo global de los EEUU, sino también a sus intereses y los valores que representa.

En la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los EEUU, presentada a fines del año pasado, China y Rusia son definidos como “dos poderes revisionistas que buscan erosionar la prosperidad americana y crear un mundo antagónico a sus valores”. El lenguaje rememora los álgidos tiempos de la Guerra Fría, planteando una supuesta carrera de superpotencias por la hegemonía global.
“China y Rusia están decididas a hacer a las economías menos libres y menos justas, a hacer crecer sus ejércitos, controlar la información y reprimir sus sociedades para expandir su influencia”, expresa el documento. Washington señala explícitamente como “rivales” a Moscú y Beijing.

Según la nueva estrategia, Estados Unidos considera que China y Rusia intentan revisar el statu quo global. En el caso de China, sobre todo mediante la reafirmación de su soberanía en el Mar del Sur de China. Respecto a Rusia, con su expansionismo militar en Europa del Este y sus operaciones cibernéticas desestabilizantes.

La perspectiva de China y la hipotética confrontación militar

A diferencia de los Estados Unidos, en casi 5.000 años de historia China nunca disputó la hegemonía global, siendo durante varios siglos la mayor potencia mundial. En ese sentido, su ascenso reciente ha sido pacífico, basado en la apertura al comercio y la cooperación internacional. Ahora bien, también es cierto que China nunca antes tuvo tanto poder y, ante cualquier cosa que considere una agresión directa de los Estados Unidos a su soberanía, sin dudas China responderá.

En principio, los escenarios que se plantean como más probables de esa hipotética confrontación serían los mares del Este y Sur de China, espacios de soberanía innegociables para el presidente Xi Jinping, cada vez más disputados. Ya ha habido varios ejercicios navales y aéreos que desataron intercambios de protestas diplomáticas. Con la tensión in crescendo, crece el riesgo de errores de cálculo que podrían ser fatales desencadenantes de la confrontación.

De alguna forma, China se encuentra cercada por la fuerte presencia militar de los Estados Unidos en la región, con bases en Corea del Sur, Japón, Taiwán y Filipinas, entre otros puntos estratégicos. En definitiva, habrá que prestar cada vez más atención a lo que allí sucede. Ojalá que no, pero ese podría ser el escenario de una fase ulterior de lo que, por ahora, se presenta tan sólo como una guerra comercial.

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