POR MENOS MALA PRAXIS QUE ÉSTA A SAMPAOLI LO ECHARON

La superinflación, o como quieran medirla, fondeó la economía familiar

¿Alguien sabe para qué alcanza y cuánto dura cada AR$ que nos llega al bolsillo? Las estadísticas darían al salario mínimo, por ejemplo, perdedor neto en estos 2 años y medio de gobierno macrista frente al Índice de Precios al Consumidor (IPC) y al dólar. Quedó a mitad de camino de uno y un tercio relegado del otro. Pero la economía de la mayoría de los hogares desmiente ese resultado cristalizado. Con sólo ponerse a sumar el ticket mensual del supermercado, la Sube, la suma de las facturas de los servicios públicos, alquileres o cuota de la vivienda e impuestos nacionales, provinciales y municipales, a la tasación fiscal del inmueble o los ingresos, sean por ventas, honorarios o ganancias en sueldos y jubilaciones, el básico que se gasta en cualquier casa. Van quedando fuera de la cuenta salud, educación, bienestar, etc, ya que el presupuesto individual inflacionado supera a cualquier remuneración promedio que no sea la que surge de la renta financiera. La Administración Macri se planteó grandes objetivos macroeconómicos y de reinserción en los mercados internacionales, que tampoco los logros concretos hasta ahora convalidan, prescindiendo del difícil día a día de la mayoría de la población y encandilándose con resultados efímeros que genera una minoría que disfruta del esparcimiento, viaja y participa de de la bicicleta de tasas y dólar en la City, que alimenta las ganancias de los bancos y los operadores.

A Mauricio Macri su antecesora en la Casa Rosada, CFK, le legó el 10 de diciembre de 2015 un dólar poliedro: la cara oficial cotizaba a $9,75, la versión ahorro (que se vendía contra DDJJ en AFIP) $11,69, el que liquidaba la tarjeta de crédito $13,17, el sojero $6,36 y el blue casi $15.

Levantar el cepo significó para la nueva Administración arrancar 2016, y prácticamente la gestión, que ya lleva 2 años y medio largos, con una paridad simplificada en torno de los $14.

Aunque en el medio hubo un cambio de metodología para medir la inflación en el instituto oficial de estadísticas, INdEC, entre la versión kirchnerista y macrista, en todo este tiempo los precios de la economía subieron 112% y el tipo de cambio se duplicó: de $14 a $28, en tanto que el Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM) se llevó desde $6.060 a los $10.000 actuales, o sea, fue incrementado en un 65%.

La foto testimonia la pérdida estadística que sufrió el piso de las remuneraciones reguladas por el Estado, casi a mitad de camino del índice de precios al consumidor y un tercio debajo de la valorización del billete norteamericano.

Pero no refleja la realidad que se vive puertas adentro de los hogares, si bien se los podría diferenciar con una grieta imaginaria que divida:

-a los que paran la olla y les queda resto para ahorrar en el sistema financiero, con casi dos años de tasas reales positivas que son superpositivas si se comparan con el atraso cambiario computado desde la devaluación inicial macrista hasta la elección de término medio de noviembre de 2017, cuando el dólar estaba a $17,55 y en 2 años acumulaba 25%, la tasa que las Lebacs superaban por un solo año;

-de los que centran la economía familiar en la subsistencia básica: alimentos, vivienda, servicios, salud, educación y corren de atrás el costo de vida, la inmensa mayoría, aunque cabe distinguir entre clase media y baja.

La titular de de la Asociación de Defensa de los Consumidores y Usuarios de la Argentina (ADECUA), Sandra González, marcó la cancha al hacer la lectura estadística: si bien los sectores más empobrecidos son quienes más sufren la escalada de precios, esto "impacta también en la clase media" ya que "la baja de consumo es masiva, el cambio de hábito es masivo".

El denominador común de las cuitas propias y familiares que vive más de la mitad de la sociedad (53,2%) se simplifica, sin embargo, en una contundente mención de la inflación y las tarifas en una encuesta a nivel nacional llamada Monitor de Democracia VIVA, que realiza la consultora Taquion junto a Trespuntozero, en la que se explora la relación de la ciudadanía con la democracia, el nivel de intensidad política, las deudas y referencias democráticas.

Entre desocupación e inseguridad, que no son precisamente panaceas de la vida cotidiana, suman apenas 23,2% de las preocupaciones detectadas en el sondeo, ni la mitad que ocupan inflación y tarifas.

Sensaciones versus estadísticas

Si se comparan las sensaciones reveladas por una muestra de la población en las encuestas con los exacerbados datos numéricos que surgen de las variables macroeconómicas cobra vigencia la famosa frase atribuida al primer ministro del Reino Unido, Benjamín Disraeli, o al escritor Mark Twain: “Hay tres tipos de Mentiras: Las Mentiras, las Malditas Mentiras y las Estadísticas”.

De un modo más prosaico, la presidenta de ADECUA expresó algo por el estilo cuando analizó que las modificaciones, tanto al interior del INDEC como también en la forma de calcular la inflación y en las herramientas de política monetaria para reducirla, no dieron sus frutos. "El kirchnerismo y el macrismo tienen dos metodologías diferentes para el mismo problema, pero en el primero no se podía hablar sobre las cifras. Más allá de eso, en ambos, los que pagan la inflación son siempre los mismos, los consumidores", concluyó.

Aún así, y admitiendo las diferentes percepciones, la mesa familiar fue la que recibió el mayor castigo devaluatorio, un impacto directo en los sectores más vulnerables: luego de la fuerte depreciación de la moneda iniciada a principio de mayo, en el 1er semestre los productos de la canasta básica explotaron: 83% la harina, 33,3% las pastas secas, 29,3% la polenta, 13,5% las gaseosas y 13,1% la leche.

Nada más que en junio, la encuesta oficial registró que el tomate subió 54,5%, la harina de trigo 25,8%, la batata 12,2%, el aceite de girasol 11,8%, y el pan francés 10,8%, pero además la carne picada se pagó 8,4% más cara, el café molido 8,1%, las arvejas 7,7%, los fideos secos 7,6% y la yerba mate 6,3%.

Pero como no sólo para comer vive el hombre, el transporte le representó una erogación estimada en 5,9% por el aumento en el boleto mínimo, salud 4,3% más por los incrementos en las cuotas de prepagas y un 4% adicional en "Equipamiento y Mantenimiento del Hogar".

Un artículo que firma Ignacio Ostera, en BAE Negocios, entraña una nueva desmentida al sofisma comunicacional impulsado desde la Jefatura de Gabinete y comprado por los formadores de opinión, según el cual la línea divisoria entre el gobierno y el círculo rojo (empresarios, economistas, intelectuales, periodistas, o sea el ex establishment) pasa por la divergencia en la forma de aplicar un ajuste con gradualismo o shock.

Subraya 3 subestimaciones o malas praxis, como las llamó Carlos Melconián:

-Haber dado por sentado que los precios ya estaban ajustados al valor del dólar blue con la salida del cepo cambiario;

-No tener en cuenta la magnitud de los ajustes en los servicios públicos que cada 6 meses aceleran la inflación y afectan el control que pretendía ejercer el Banco Central exclusivamente por vía de la tasa -y su contracara, el explosivo incremento en el stock de Lebacs;

-la apertura indiscriminada a capitales especulativos para canalizar la política de sobreendeudamiento que generó una apreciación ficticia y un agujero externo que se puso de manifiesto en la corrida y la desconfianza del mercado respecto de la sostenibilidad del modelo monetario implementado por el BCRA.

El 28 de diciembre, con el recálculo de la inflación y el anuncio de bajar las tasas, sobrevino el quiebre mayor y dio comienzo un estado de shock en el tipo de cambio que apuntaba a corregir estas distorsiones y que, lo que hizo, fue acelerar no sólo la inflación "núcleo", sino también el precio de los combustibles, en un mercado energético dolarizado que tendrá su correlato a la hora de fijar los nuevos valores de la luz y el gas.

El círculo de la mala praxis se cerró, con el costo de una vulnerabilidad cambiaria imparable aun para la intervención del Fondo Monetario Internacional, que empobrece a la ciudadanía y erosiona el nivel de actividad, con el consecuente impacto sobre el empleo.

Y eso que  lo peor todavía no pasó  para la mayor parte de los hogares, por más que el dólar se haya mantenido en el molde de los $28 en las últimas 2 semanas. Nada más hay que mirar el Índice de Precios Internos al por Mayor (IPIM), que duplica al del mismo mes del Índice de Precios al Consumidor (IPC), con un alza del 30,3% acumulada en el año contra el 16% de los precios minoristas.

En el horizonte inmediato asoman más tarifazos de luz y gas previstos para antes de comenzar el último trimestre del año, y los permanentes reajustes en los combustibles y el transporte instituidos.

El verdadero índice básico familiar urbano estaría virtualmente compuesto, de mayor a menor, por:

-el ticket mensual del supermercado,

-la Sube y

-la suma de las facturas de los servicios públicos, alquileres o cuota de la vivienda e impuestos nacionales, provinciales y municipales, a la tasación fiscal del inmueble o los ingresos, sean por ventas, honorarios o ganancias en sueldos y jubilaciones.

Cualquiera sea el monto que dé en cada caso explicaría por qué la ciudadanía en general está desencantada con el gobierno, más allá de falsos eufemismos controversiales como gradualismo o shock. Que tampoco vea soluciones por el lado de la oposición y le esté transmitiendo de algún modo a la dirigencia sindical que aún no quiere sentarse a hablar de un recálculo del 25% al tope salaria del 15% con que empezaron las paritarias antes que las malas praxis potenciaran la situación internacional adversa y causaran las penurias y desventuras de una mayoría a la que la frazada corta de la especulación financiera no alcanza a cubrirle los dedos de los pies.   

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