REORDENANDO IDEAS

La corrupción ¿un mal menor?

El puente que cayó en Génova obliga a la pregunta: ¿El Mani Pulite eliminó la corrupción en la obra pública italiana? Por supuesto que es un tema muy delicado cuando al grupo italiano Benetton le pueden quitar las concesiones viales. Tampoco se puede suponer que el Lava Jato eliminó la corrupción en Brasil. Ni que las ejecuciones que ordenó Xi Jingping acabaron con la corrupción en China. Pero también es cierto que quien las hace, las debe pagar cuando es 'enganchado'. Las leyes existen para respetarlas, y marcan el límite entre lo legal y lo ilegal. Esto va más allá que, a menudo, la corrupción es utilizada como herramienta política contra el adversario, un tema vinculado más bien a la imperfección del sistema judicial argentino. La corrupción no es un tema menor aún cuando también es cierto que puede ser utilizada para encubrir otros males. En definitiva, hay que profundizar el análisis. Aquí una visión al respecto:

Días pasados escuchaba decir que la corrupción es un hecho inevitable de la política y que su penalización o juzgamiento judicial, si se prefiere, al fin de cuentas lesiona la gobernabilidad o gobernanza, consecuencias más grave, no deseada.

Se suelen poner como ejemplos para darle crédito a esa suerte de sofisma, el caso del “Lava Jato” en Brasil que sería responsable de su crisis política y económica actual o el advenimiento al gobierno de Silvio Berlusconi, en Italia que, le habría abierto la puerta a los llamados “partidos antisistema” que proliferan por toda Europa.

Participo de la idea que la corrupción es endémica a la política y a la economía, sea socialista o capitalista, es quizás su enfermedad más grave, pero discrepo con el sentido fatal de la expresión.

No pretendo caer en el cinismo de decir que un mínimo nivel de corrupción sería razonable ni que ese mínimo, de ser posible, debería permanecer impune por el inútil costo que tendría su castigo.

Si se tolerara su mínimo con el correr del tiempo condicionaría totalmente las decisiones políticas ya que siempre las malas praxis se desarrollan mucho más velozmente que las buenas.

Precisamente lo que deslegitima a la gobernabilidad es la corrupción, no su represión.

Su avance y su impunidad deterioran la institucionalidad, siendo Venezuela nuestro ejemplo más cercano de un país gobernado por la corrupción que pasó de la tragedia de varias décadas de gobiernos que respondían a partidos políticos definidos como el COPEI, socialcristiano y ADECO, socialista a la farsa del “Chavismo-madurismo”.

La tolerada y negociada impunidad de un sistema de corrupción controlado, terminó en su funesto presente.

La corrupción siempre aflora porque siempre los corruptos se consideran eternos y además creadores de un nuevo sistema moral sustentado, precisamente, en la propia corrupción.

En el mundo de la corrupción, el decente es mirado como indecente o zonzo.

La corrupción no es un mal menor, es un mal, del mismo modo que no hay bienes menores o mayores, solo existe “el bien”.

“Los cuadernos del Señor Centeno” nos han sumergido en un clima muy extraño que, pone al descubierto algunas caras de nuestra “forma de ser” o nuestra hipocresía sin el más mínimo pudor.

Estos cuadernos nos sirven como una suerte de providencial detergente para lavar nuestra moral y nuestros usos.

Nuestros rostros de sinceros escandalizados celebran detenciones, arrepentimientos muy tardíos y ya pedimos castigos ejemplares, para todos y todas, es como si pretendiéramos crear una “zona franca y liberada del bien, para el bien y solo para el bien”.

Lo que veo de riesgoso es que ya como sociedad esta especie de sed de justicia, tenga el mismo efecto de una epidemia con su secuela de victimas y que en última instancia sea solo una reacción espasmódica de nuestra ancestral cobardía o una muestra de mera valentía utilitaria que no es más que una de las formas de la cobardía misma.

Ya comenzamos a separar a las empresas envueltas en el escándalo de sus directivos, sin advertir que también son sus dueños y ya estamos viendo como eludir el cumplimiento del art. 10 del decreto 1023/01, referido a la “anticorrupción” para que puedan continuar siendo “patriotas contratistas”.

Incluso se justifica a esta pléyade prebendaria por sus arrepentimientos parciales y circunstanciados a los doce años “K” durante los cuales fueron presionados, como dijo el ingeniero Calcaterra, como si antes, con los otros gobiernos, hubieran obrado como carmelitas descalzas.

Nadie dice nada de devolver los favores obtenidos, los llamados “botines” que, seria la prueba de un verdadero y sincero arrepentimiento. Evidentemente los dinerillos deben estar a buen resguardo. Por eso más que arrepentidos se comportan como alcahuetes y correveidiles sin darse cuenta que han confesado delitos que podrían conformar un verdadero concurso real, en los que las penas se suman hasta un máximo de 50 años. Quizás aspiren al beneficio de la prisión domiciliaria, en la que en cierta, forma ya están.

Entre tanto lucen su arrepentimiento como si fuera un título de nobleza que los muestra en su real dimensión de absoluta desnudez en pleno invierno.

El oportunismo, como las buenas intenciones, suele conducir también al frio del infierno.

Por el lado de los “ex”, parecería que se ha quebrado el llamado pacto de silencio.

Las obsecuentes lealtades cuidadosamente cultivadas, oximorón K por excelencia, muestra lo efímero de la adulación y el filo del resentimiento acumulado que, para los conversos, carece de todo límite.

Entre tanto “ella” usando el estrado judicial, mas como diván que como tribuna, pone en evidencia lo sesgado de su personalidad discursiva y que su única defensa, defensa al fin, consiste en dinamitar el resto de institucionalidad que aún queda en pie.

No puede negar su provechoso setentismo.

En este piélago de calamidades, a los que se suma, el riesgo país, la volatilidad cambiaria, el 45% de la tasa de interés, inflación, pobreza en crecimiento, la Argentina tiene un presidente que dice “acá no pasa nada” (¿solo por el dólar?) o porque cree que “ella” es su gastado “as” de bastos que puede no ser suficiente…según ya lo anticipan algunas encuestas, aunque el 2019 está mas lejos que el sol…

¿Será el signo de un cambio de época, a pesar de Cambiemos?

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