El Palacio de Hacienda proyectó para el Presupuesto de 2019 que quedarán netos US$5.800 millones, gracias a que las exportaciones mejorarían 19% y las importaciones caerían 2,3%. El resultado venía siendo deficitario en 2018 y 2017 en US$8.400 y US$4.600 millones, respectivamente.
DEL ERRÁTICO DÓLAR AL USA VS. CHINA
Por fin un superávit (que no se salva de dudas)
No sólo las urgencias financieras del fisco preocupan a los auditores del FMI sino que para pagar los intereses del sideral endeudamiento acumulado en estos 2 años y medio largos sin pedir más plata prestada se necesita del superávit comercial pero necesito no hay una política al respecto más allá del errático tipo de cambio.
La base del cálculo es un dólar casi al mismo valor que se encuentra en el medio de la actual volatilidad a pesar de las fuertes ventas que hace el BCRA para neutralizar la subida.
Difiere, inclusive, de otras hipótesis, como la de la propia consultora Abeceb vinculada al ministro de la Producción, Dante Sica.
Pero otro interrogante, esta vez sí totalmente exógeno al gobierno, se suma al galimatías externo: la guerra comercial entre USA y China, que puede achicar el comercio internacional y con él, el flujo de inversiones, ambos de extrema urgencia en el plan de estabilización acordado con el FMI y volcado al ejercicio fiscal en ciernes.
El gobierno tomó la paridad de ajuste en $40,10 para presupuestar un saldo comercial favorable en US$5.800 millones en 2019, tras sendos resultados negativos en 2017 (-US$ 8.400 millones) y este año (-US$4.600 millones).
La proyección, en consecuencia, se basó en el precario valor de las actuales turbulencias cambiarias, de modo que el Ministerio de Economía se encomendó a los commodities agrícolas, al gas y las automotrices para prever un aumento del 19% en las exportaciones y en una caída del 2,3% en las importaciones, principalmente gracias al ingreso de bienes de consumo y vehículos terminados.
En los números, desde la cartera que encabeza Nicolás Dujovne se estima que a un dólar de $40,10 entrarían US$74.600 millones y saldrían US$68.000 millones. No concuerda ese tipo de cambio imaginado por el área de Hacienda y Finanzas con la hipótesis de $47,6 que, por ejemplo, maneja la consultora Abeceb, dirigida hasta hace poco por el actual ministro de la Producción, Dante Sica, la cual en consecuencia baja aún más el pronóstico de importaciones aunque también corrige en menos el de llegada de dólares por las ventas externas.
El economista Orlando Ferreres, en una columna que publica en La Nación, indica que si el gobierno siguiera la paridad teórica de equilibrio tomando $37,6 que daría en agosto (a una inflación doméstica del 37,6% anualizada más 2,5 USA) tendría que estar en diciembre a $43,50, de modo que restaría devaluar 7,6% en 4 meses.
No cree que haya tentación de subir o retrasar el cambio en función del ingreso de dólares del trigo o de desembolsos del FMI, pero lo desaconseja en función de que el gasto público consolidado, no el 0 a financiar que consta en el Presupuesto 2019 aún se encuentra en el 42% del PBI, 6 puntos menos que el heredado de hace casi 3 años, pero por encima de los 38 puntos anteriores.
También al presidente del capítulo Argentino de ISPI (International Society for Performance Improvement), investigador y profesor del Instituto tecnológico de Buenos Aires (ITBA), miembro consultor del CARI y director de la consultora DNI, Marcelo Elizondo, le resulta poco creíble el cálculo oficial de paridad y por ende del intercambio comercial del año que viene, si bien coincide con que habrá superávit por efecto de la cosecha, y porque en Brasil habrá menos recesión y demandará más bienes industriales argentinos.
Sin embargo, avizora complicaciones por el lado del riesgo en la cotización de los bonos en USA y las consecuencias de las tensiones comerciales desatadas por Trump con los chinos.
Ve venir secuelas inmediatas permisibles, como la baja en el precio de algunos productos internacionales (la soja, por caso), así como una eventual baja en la inversión internacional, fruto de la incertidumbre que genera esta disputa.
Asimismo, podrían producirse excedentes de stocks que ambos quieran colocar en otros mercados.
Adicionalmente, si USA resuelve incentivar la colocación de capital en su propio territorio, puede determinar que las empresas estadounidenses la retaceen en el resto del planeta, un motivo adicional de preocupación en todo el mundo y, en especial en Argentina, donde es el inversor más importante.
La guerra de las galaxias
Plantea Elizondo que una situación internacional de volatilidades (que surge de la incertidumbre del llamado riesgo político inmanente a este conflicto) retrae proyectos y pone a mercados como el nuestro “en espera”, mucho más por las dificultades domésticas últimamente mostradas (la cambiaria, alta inflación, persistencia de riesgos, elevada tasa de interés, etc.).
De concentrarse el conflicto en los dos gigantes, lo probable es que el mayor perjuicio para Argentina sea una demora más larga en recuperar cierto acceso a los mercados financieros.
Advierte el especialista en relaciones internacionales que la guerra comercial no implica una nueva postura ideológica de USA en favor del proteccionismo.
Pone como ejemplo que, en dirección a renovar el NAFTA, acaba de acordar un nuevo tratado comercial con México y está negociando uno con Canadá.
Hace unas semanas empezó a hablar con la Unión Europea para reducir a cero los aranceles y los costos de medidas no arancelarias en el comercio entre ambos, por lo que la guerra comercial puede ser usada también por parte de terceros para explicar sus movimientos internacionales.
Concretamente, la Unión Europea en su negociación con el Mercosur podría quedar expectante y dilatar decisiones según avancen las relaciones con USA en este marco.
Podría darse el caso de que ambos gigantes comiencen a reclamar adhesiones y alianzas de terceros en una disputa que es más que comercial y en ese contexto se exija a países como Argentina a adherir a uno.
En ese aspecto, Washington está efectuando fuertes manifestaciones de alianza (incluyendo el apoyo en el FMI) por lo que eso podría comprometernos a mostrar más afinidades. Para Argentina, Estados Unidos y China son clientes equivalentes.
En 2017, las exportaciones al País del Norte alcanzaron los US$4.433 millones y las ventas al gigante asiático llegaron a los US$4.326 millones. Ambos, después de Brasil, son los principales mercados en el mundo para nuestras exportaciones (aunque también los 3 son los generadores de los más altos déficits comerciales bilaterales del país).
De todos modos, la composición de las exportaciones a ambas potencias es sustancialmente distinta: el 72% de lo despachado al gigante oriental son bienes agropecuarios (sean primarios o manufacturados, preeminentemente basados en soja), mientras a USA se compone, en buena parte, de bienes industriales —químicos, metales y automotores explican más de la mitad—.
Un problema general para Argentina es que la guerra comercial transcurre como medición de fuerzas entre ambos contendientes fuera de los canales institucionales internacionales, lo cual debilita las instituciones legales como la OMC (el comercio basado en leyes y reglas).
Perjudica en mayor medida a los que no son los más poderosos por su dependencia de las normas. Los grandes prevalecen por sus fuerzas y los intermedios, como Argentina, también están supeditados a reglas endebles.
En definitiva, todo el sistema internacional de comercio orientado a normativas entra, así, en crisis.
La otra mala noticia para emergentes endeudados como Argentina es que la guerra comercial contribuye al escenario de alza en las tasas de interés y retracción de capitales.
El FMI advirtió hace 2 meses que el agravamiento de la situación podría contraer el PBI mundial hasta en medio punto porcentual, lo que complicaría por supuesto el comercio y las inversiones, en momentos en que el crecimiento mundial está previsto para 2018 y 2019 en 3,9%.
Sin embargo la otra cara de la moneda para Argentina de una restricción en el comercio en 2019 podría generar oportunidades de proveer a China de productos agrícolas que USA tendrá dificultades en colocar.
La amenaza estaría dada por posibles volatilidades bursátiles o financieras, afectaciones en precios de commodities o impactos en los tipos de cambio en el mundo, que no alientan mayores negocios transfronterizos,ya que requieren previsibilidad.
Y Argentina, por más que represente apenas 0,33% del comercio mundial, para su comercio exterior depende no solo de su oferta sino también de la demanda mundial.
Conspira esta convulsión contra la estrategia del país de promoverse como destino para inversores, ya que los flujos internacionales, que en 2018 llegaron a US$1,45 billones en todo el mundo, operan muy vinculados a los del amenazado comercio internacional.
Elizondo subraya que habrá que estar atentos a que aparezcan ciertas oportunidades potenciales de los tres principales emisores de inversión extranjera en el mundo en 2017 que fueron USA, Japón y China.
Siendo Argentina un gran exportador de agroalimentos (según la OMC, si se computa a la Unión Europea como mercado único, estaría entre los 10 principales proveedores de bienes primarios del mundo), sería beneficiado si China Impusiera límites a productos agropecuarios estadounidenses, aunque a menores precios.
Pero, además, si esta tensión comercial se volcara a Europa (donde Argentina exporta US$8.700 millones, de los cuales casi dos tercios son bienes primarios o manufacturados de origen agropecuario) Argentina encontraría también allí algún provecho, dada la necesidad europea de diferenciarse de USA en esta materia, que podría hacer mirar con mejores ojos al Mercosur. Detrás de la misma lógica, debería seguirse el devenir de las relaciones de USA. con México.
Hoy solo un 19% de la población de AMBA encuentra valores positivos en el empresariado, según un estudio realizado por Cecilia Mosto para la consultora CIO. El 64% de los líderes encuentran poco o nada confiable el rol de los empresarios, según otro barómetro, y el 63% de la población afirma que el caso Odebrecht representa la forma tradicional de actuar de las empresas y solo un 26% piensa que es una excepción.
En un mercado de fuertes regulaciones, el poder del lobby escaló durante los últimos años cada vez más alto en el mapa de las corporaciones y en un 81% de los casos reporta directamente al CEO o al presidente de la compañía. Hubo patrones compartidos. Al punto de que hay consultoras que hoy tienen a todos sus clientes tras las rejas y empresarios de una curiosa liga que decidió no pagar los honorarios a sus lobistas por no anticiparles lo que venía.
A nivel nacional existen 910 entidades, contando cámaras empresariales (797) y asociaciones de criadores (113).
El promedio de miembros por cámara es de 103 personas, con un máximo de 4613 socios y un mínimo de dos.
En la Argentina hay 856.300 empresas, 83% de las cuales son microempresas; 16,8%, pymes, y solo 0,2%, grandes compañías. Además, las firmas de hasta 200 empleados representan el 66% del empleo formal privado del país, según datos de la Secretaría de Transformación Productiva.