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A PBI por habitante devaluado, ¡atención con la soja!

La devaluación de la moneda hizo caer a la mitad el ingreso promedio de los argentinos medido en dólares, según surgiría de dividir el PBI de este año por la cantidad de habitantes. Dará US$7.000 contra US$14.400 que supo estar en US$14.400 cuando Cambiemos ganó la elección de medio término en 2017. El economista que dirige el Centro de Estudios de la Productividad de la UBA, Ariel Coremberg, demuestra que el PBI per cápita y el valor de la soja corren por la misma senda, y que cuando no lo hicieron fue porque entre 2012 y 2015 el gobierno de CFK resignó reservas y abastecimiento energético para compensar la desvalorización de los commodities debajo de los US$400 la tonelada. Mientras le daba continuidad a ese sacrificio, aunque sin cepos y con lo que llamó sinceramiento tarifario, la Administración Macri le dio continuidad a ese sacrificio, atrasando a su vez la paridad cambiaria, hasta llegar al mayor bienestar interno medido en divisas que derivó en un déficit comercial de US$8.400 millones por el peso de las importaciones. La soja repuntó aunque no para justificar esa sensación de opulencia que se pagó con una fuga récord de capitales. Ahora, entre devaluación y derechos de exportación, los productores recibirán por la oleaginosa en la campaña en curso el valor neto más alto de la década y por supuesto de la gestión macrista, que en parte compensa los efectos que tuvo la sequía en sus arcas. Habrá que ver cómo se traslada en puntos de PBI y en la dolarización del indicador a la economía doméstica.

La soja, que empezó el año con mal de ausencia por la sequía, lo termina como una de las animadoras centrales de la Tesorería por las retenciones que le impusieron y puntal del cambio de signo negativo a positivo de la balanza comercial venidera.

Considerando la evolución del tipo de cambio y los derechos de exportación, en agosto pasado alcanzó en el mercado interno el nivel de precio más elevado desde 2009 (base 1993), con un promedio mensual de 339,7 la tonelada, según cálculos de la consultora Ledesma, que dirige el economista Gabriel Caamaño Gómez.

Cuando Mauricio Macri comenzó su labor como primer mandatario, el valor real de la soja estaba en 194,9 la tonelada, con lo que la recuperación fue del 74% en términos de poder adquisitivo en pesos de las exportaciones.

Podría significar una buena noticia para la gestión económica de la Administración Cambiemos que, según la visión presidencial, viene siendo castigada por una tormenta cambiaria y financiera, tras asumir en diciembre de 2015 con viento de frente externo y una encerrona doméstica, que la soja vuelva a cobrar protagonismo, cuando la sola falencia climática mandó este año al PBI 1 punto y medio para abajo.

El economista investigador del Conicet, director del Centro de Estudios de la Productividad de la Universidad de Buenos Aires, Ariel Coremberg, estimó en una nota publicada hoy, 24/09, en El Cronista Comercial, que este año la economía se reacomoda al nivel de US$300 la tonelada, como el que tuvo la soja en los ´90, pero que aún así, como consecuencia de la devaluación, el PBI por habitante terminará 2018 en unos US$7.000, siendo el más bajo de los últimos 11 años, con un promedio mensual per cápita de US$583.  

Según este investigador que lidera en Argentina el proyecto Arklems+Land con el que se miden productividad e inversiones, en 2017 la relación PBI/habitante expresada en dólares daba 14.400 y este año bajará a 7.000.

El argentino promedio se sentirá, de un año a otro, casi 50% más pobre, al pasar el ingreso en pesos a dólares. Tuvo tiempos peores, como en 2001, cuando la crisis posconvertibilidad lo derrumbó a US$2500.

Es tan cierto que la paridad cambiaria tiene mucho que ver en el actual desinfle, que si sólo hubiese sido por el incipiente revalúo de los commodities, a más de US$300 en Chicago, se estaría hablando de los US$10,500 de ingreso por persona que había sacado LatinFocus Consensus Forescast sobre la base de datos previos al 2do cuatrimestre, cuando el tipo de cambio estaba a poco más de la mitad que actualmente.

Inclusive superaba, en ese momento, a los de Colombia y Brasil, ubicados en la franja entre US$6.000 y 9.000, pero aún quedaba muy por debajo de Uruguay y Chile, encima de los US$16.000.

Coremberg traza un paralelo en la línea histórica entre el PBI per cápita y la soja que entre los ´60 y los ´70 venían parejos hasta que en el ´74 se despegó la oleaginosa y tímidamente la siguió el PBI/US$.

Se juntaron allá arriba en 2013, en plena declinación de la soja, que había bajado de US$600 del viento de cola de la primera década del milenio a los menos de US$400 en que recaló tras el crítico período 2012/15.

En 2011, el ingreso con el commodity a más de US$500 había sido de US$13.000 per cápita y al año siguiente con la cotización a menos de US$400 se derrumbó a US$600.

Nivel de vida con reservas

Pero, precisamente, en la 2da presidencia completa de CFK, se establece una serie de cepos y controles que, a contramano del descenso de la soja, solventan con reservas y desabastecimiento energético, según el economista, un alto nivel de vida inercial que se traslada desde la parte final de la gestión kirchnerista a la inicial macrista, hasta que el fortalecimiento internacional del dólar y el costo del financiamiento por la suba de tasas de la Reserva Federal le marcaron el final al ciclo, con el consecuente empobrecimiento de los argentinos medido por la paridad cambiaria.

Coremberg adjudica la permeabilidad del valor agregado nacional al precio de los commodities a la falta de ahorro para enfrentar tales contingencias, aunque también la inexistencia de alternativas de producción competitivas acentúa la sojadependencia.

Hoy, aduce, la Argentina exporta en dólares constantes lo mismo que hace 100 años, y en ese período la moneda perdió 13 ceros: en los últimos 30 años hizo 8 default o reestructuraciones de deudas, y confiscación de depósitos graves.

Recuerda que los imprevistos son en realidad una constante, que en el país no se tiene en cuenta porque no existe la planificación y la política, atada a sus propias urgencias, entiende el largo plazo como la sumatoria del corto plazo.

Enumera las inundaciones que limitaron las cosechas del 2016 y 2017; luego vino la sequía; y en simultáneo cambió la política monetaria en los EEUU; y el presidente Donald Trump inicia una guerra comercial con China; y además Brasil atraviesa un escenario político incierto.

Afirma que, como si eso no fuera suficiente, aparecen "los cuadernos" de la corrupción, y se desmorona lo que el Gobierno creía que era "el inicio de un ciclo largo de crecimiento sostenido, con 7 trimestres ininterrumpidos de aumento del PBI".

No obstante, también hay otras expectativas que se pueden incorporar al haber en el futuro próximo, como una eventual oportunidad ambiental que se abriría si el gobierno de Trump se aviene a aumentar en 2019 la proporción de biodiesel en la mezcla con gasoil, de acuerdo con lo que vienen solicitando las autoridades de National Biodiesel Board (NBB) y American Soybean Association (ASA).

Pidieron que se “brinde ayuda adicional a los productores y comunidades rurales por medio de la promoción de políticas que incrementen la producción y el uso interno del biodiesel (que en su mayor parte es elaborado con aceite de soja)”.

Pero también reabriría el juego para Argentina, ya que las retenciones a la exportación de los granos y aceites de soja, que serán equiparadas en febrero, permitirán renovar gestiones para el levantamiento de las sanciones antidumping aplicadas al biodiésel que enviaba al Norte el complejo sojero.

En cuanto a la guerra comercial con China, cuya demanda de poroto de soja representa el 60% del total mundial, la repercusión en el precio es por ahora un diferencial a favor entre US$70 y 90 del producto Mercosur respecto del norteamericano.

Argentina aún no ha podido capitalizarlo, porque debido a la sequía no tiene en estos meses participación activa en la venta.  

 

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