DEMASIADA DEMORA

Sin nueva ley de semillas, cae el sueño de Eurnekian

Miguel Tezanos Pintos, subsecretario de Agricultura, Ganadería y Pesca del Ministerio de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires, afirma que “cuando alguien multiplica una semilla, está utilizando un derecho, que hay que pagarlo”, pero muchos productores locales no creen eso. De hecho el 90% de los ingresos del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) provienen de regalías cobradas en Brasil. El caso emblemático es el de la soja: en los últimos 35 años, la mejora fue de 28 kilos por hectárea por año, un aumento del 50% más desde el punto inicial (1980). Pero la genética disponible se ha estancado, y la soja argentina ha perdido competitividad en el mercado global, lo que provoca un menor precio. Desde la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea) recuerdan que en 50 años, se aumentó 100% la producción por hectárea de algodón gracias al mejoramiento genético. De todos modos, los productos más modernos no llegan, para frustración de Eduardo Eurnekian, recuerda la agencia Bloomberg. Eurnekian reclama una legislación moderna de propiedad intelectual pero aún en la Sociedad Rural Argentina abundan las restricciones que, en parte, terminan coincidiendo con La Cámpora: el diputado correntino José Ruiz Aragón -acompañado por Agustín Rossi y Máximo Kirchner, entre otros diputados del Frente para la Victoria- impulsa la iniciativa que prohíbe la propiedad intelectual, consagra el derecho al uso propio sin restricción y protege las semillas nativas y criollas, basado en la soberanía alimentaria y una agricultura de tipo tradicional y agroecológica.

"El multimillonario argentino Eduardo Eurnekian quiere volver al negocio del algodón. Tiene 25.000 acres (10.117 hectáreas) y una destilería lista para producir. Apenas hay un problema: no puede disponer de semillas modernas", explica la agencia Bloomberg.

En Argentina, las más recientes semillas de algodón patentadas disponibles tienen al menos una década de antigüedad. Usar esas semillas en 2018 es "como conducir una Ferrari a gas natural comprimido (GNC)", dijo David Hughes, asesor agrícola del holding de Eurnekian, Corporación América.

"El problema consiste en que el país sudamericano, una potencia agrícola y el mayor exportador de harina de soja, no puede decidir cómo actualizar sus leyes de propiedad intelectual. Eso está frenando el progreso en varias industrias de cultivos porque las compañías de semillas no están seguras de los pagos de regalías, de acuerdo a la legislación que se remonta a 1973. En consecuencia, no traerán nuevas variedades genéticamente modificadas", agregó Bloomberg.

Nacido de inmigrantes armenios, Eurnekian supervisa un imperio que abarca desde la gestión de aeropuertos hasta el petróleo. Sin embargo, él puso en suspenso sus operaciones de algodón en 2014 a causa de la falta de semillas modernas. Al empresario de 85 años le gustaría plantar semillas del tipo Roundup Ready Flex, diseñada por Monsanto (hoy Bayer), lo que haría que su negocio facture alrededor de US$ 20 millones al año en ventas a fabricantes de textiles. Los precios del algodón subieron un 11% en el último año.

Esas semillas, dijo Hughes, podrían más que duplicar los rendimientos en los campos del norte argentino, donde los agricultores están cosechando apenas 510 kilogramos por hectárea. Corporación América está arreglándose con las variedades antiguas para un pequeño cultivo de prueba este año.

La tecnología de las semillas avanza constantemente, con científicos que modifican las estructuras genéticas para desarrollar resistencia a las enfermedades, a los químicos utilizados para controlarlas y al clima extremo. En Australia, por ejemplo, donde muchos campos son irrigados en forma artificial y los agricultores tienen acceso a Flex, los rendimientos se acercan a los 2.000 kilogramos por hectárea.

"El retraso es enorme", dijo Pablo Vaquero, presidente de Gensus SA, un distribuidor argentino de semillas de algodón. "Somos 2 generaciones de tecnología detrás del resto del mundo".

Los productores de semillas y las asociaciones agrícolas dialogan desde hace años, infructuosamente, sobre un proyecto de ley para enviar al Congreso.

"La disputa se concentra en el pago de regalías. La costumbre en las pampas, las fértiles llanuras de la Argentina, es que los agricultores reutilicen las semillas sin pagar derechos. Muchos ven las tarifas anuales que se cobran en otros países como un costo oneroso, no una inversión en mejores rendimientos. En marzo, el gobierno dijo que finalmente había negociado un acuerdo que haría que los agricultores pagaran. Su objetivo era aprobar una nueva ley este año, pero un proyecto de ley aún rebota en un comité del Congreso y está lejos de ser debatido en cualquiera de las cámaras", afirmó Bloomberg.

El impasse ha generado críticas, con instituciones líderes como la Bolsa de Granos de Buenos Aires que se unen al coro. Si no se implementa una nueva ley pronto, Argentina corre el riesgo de perder su lugar en el podio de las principales naciones agrícolas, advirtió la Bolsa.

Se lograron algunos avances en 2016 cuando el gobierno hizo una concesión a Monsanto / Bayer AG, lo que permitió intercambios para verificar las cosechas de soja de los agricultores para la tecnología de la tecnología patentada Intacta.

Los cheques se extendieron esta semana al algodón y al trigo. Si bien esa es una nueva señal de progreso, no ha sido fácil para Monsanto cobrar regalías de Intacta, y Argentina aún tiene mucho que hacer para atraer a las compañías de semillas, según Vaquero.

"La nueva ley debe resolver el problema de la implementación", agregó.

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