G20

"Nueva Normalidad", el eje del enfoque exterior que trae Putin

En ocasión del inminente G20, muy interesante (aunque muy extenso) el ensayo acerca de la "Nueva Normalidad" como eje de la visión de Rusia del escenario global, y cómo se inserta América Latina y el Caribe en ese mapa. Hernando Kleimans identificó y tradujo el trabajo de Vladímir Davídov (doctor en Ciencias Económicas director del Instituto de América Latina, de la Academia de Ciencias de Rusia, que él integra), y de Violetta Tayar, vicedirectora de Ciencia del ILA, próxima doctora en Ciencias Económicas también.

Aquí un compacto del ensayo, útil para conocer cómo se plante Vladímir Putin ante el inminente encuentro del G20:

La situación internacional cambia tan rápido y tan espontáneamente que fundamenta hablar sobre el alto grado de turbulencia en la economía y en la política mundiales. América Latina y Caribeña (LAC) no queda al costado de las perturbaciones generales. Pero ubicarse con la comprensión de lo que ocurre no es sencillo.

A causa del retraso de la asimilación científica y política de los cambios en la aceleración y de los giros inesperados, la realidad contemporánea se presenta como indefinida e imprevisible. Sin encontrar una convincente explicación, muchos representantes de las comunidades académicas y de expertos coincidieron en una fórmula marco: la “nueva normalidad”, que no tiene un tratamiento único.

En un caso se trata del reemplazo del anterior régimen de reproducción del sistema mundial por una configuración más compleja de las premisas básicas de desarrollo con una coyuntura menos favorable de crecimiento económico, riesgos más elevados de diferentes tipos de defecciones, que se acompañan por pérdidas de difícil restauración.

Este reemplazo ya está a la vista.

Se trata del inicio de una etapa que rechaza los anteriores mecanismos de desarrollo y coexistencia. Este proceso es bastante prolongado. Nos aguarda una dificultosa búsqueda de un balanceado e incluyente 'modus vivendi' en la arena internacional en condiciones de cambiantes premisas generales. Al final (en la salida de este proceso), obtendremos aquella conjunción de condiciones de desarrollo que se convertirá en nueva norma.

¿En qué medida la “nueva normalidad” se extiende a los países latinoamericanos?
¿En qué medida modifica la realidad regional y las perspectivas de nuestras relaciones con los estados latinoamericanos?
¿Y qué, al fin de cuentas, es lo que significa para las relaciones ruso-latinoamericanas?

Estas son las preguntas que se encuentran en el centro del presente artículo.

1. Cuando analizamos el contexto mundial general, hoy constatamos una serie de características claves.

Pese a cierto avivamiento de la actividad de negocios en los centros tradicionales de la economía mundial en los últimos 2 años, la dinámica ralentizada en general todavía no ha sido superada y la recesión que siguió a la crisis económica global de 2008-2009, se extendió demasiado.

La separación del ámbito financiero (en su segmento formal y en la sombra) de la economía real no disminuye. Este desbalance, una de las causas centrales de la 1ra. crisis económica mundial extraordinaria de nuestro siglo 21, tiene tendencia a la profundización, lo que significa que aumenta el riesgo de un ulterior default extraordinario.

La globalización conserva la inercia pero cada vez es más evidente que comienza a ceder parte de sus posiciones a favor de una contra-tendencia: la desglobalización en una serie de direcciones. Es evidente la necesidad de nuevos mecanismos de regulación global, lo que está condicionado por la amortización del sistema de Bretton Woods. Pero los nuevos mecanismos no aparecen con claridad. Antes bien, todo lo contrario.

Se ha dicho y se ha escrito a propósito del proteccionismo y extremismo de sanciones que aplica USA, en un proceso de profundización. Quizá ya sea hora de nombrar las cosas por su nombre. Pues, en esencia, tenemos que vernos con un “terrorismo económico”.

Por otra parte, cuánto valen las amenazas del jefe de la Casa Blanca, de retirar a USA dela OMC o la declaración de su consejero de seguridad nacional contrarias a las sanciones del Tribunal Internacional de Justicia por acciones criminales de militares estadounidenses en Afganistán (¡!).

2. La “nueva normalidad” se asocia con el crecimiento de la desigualdad, antes que nada social.

En los casos de naciones que, al parecer, serían las más favorables a lo social, han subido los indicadores de fracturación patrimonial (incluyendo el coeficiente Gini). Llama la atención que esta tendencia apareció luego de erradicarse la antípoda representada por la figura de la URSS. Al parecer, desde entonces quedó liquidada la necesidad de demostrar, por parte de Occidente, su capacidad competitiva social. Es más, comienza el desmontaje del Estado social, que ocurre en USA Francia y otros países de Europa Occidental.

En la 'avant scene' del liderazgo económico aparecen centros alternativos. Son especialmente imponentes los resultados de China y la India. Y no se devalúan pese al nuevo ritmo de crecimiento del PIB del 6% a 7%. Al mismo tiempo, la desaceleración del potencial económico de los demás miembros BRICS en los últimos años resultó bastante sensible (incluyendo a Brasil).

Por cierto, esto no tacha sus perspectivas sino que en un modo evidente señala la necesidad de una seria corrección de modelos y estrategias de desarrollo, la necesidad de un enfoque más enérgico de la práctica innovadora en el espíritu del paradigma tecnológico en avance.

La desigualdad del desarrollo de las economías nacionales en el contexto mundial, por una parte, y las consecuencias destructoras de la mediatizada “exportación de democracia”, por el otra, conduce a la intensificación de los torrentes migratorios internacionales que desestabilizan la sociedad en los países receptores y generan la despoblación en los países de partida, agotando su capital humano.

3. Los medios y tecnologías de expansión informativa se convierten en un arma cada vez más poderosa.

El omnipresente ojo del monitoreo electrónico está capacitado para lograr resultados favorables al interés hegemónico del Norte. Luego, pueden ser utilizados los logros de la “ingeniería social”. Y si esto no fuese suficiente para obtener el “resultado ambicionado”, se ponen en marcha sanciones tanto legales como ilegales.

Hay que decir que en la comunidad internacional hay desazón con la decisión voluntarista de la administración washingtoniana de, en esencia, torpedear con su retiro el Tratado de París de 2015 sobre los cambios climáticos. Un acuerdo que costó muchos años de tensas negociaciones en la búsqueda de un difícil compromiso. En tanto, cada año nos convencemos más del incremento de los riesgos y la fuerza destructiva de los cataclismos naturales, provocados por las desviaciones climáticas.

4. Como vemos, la “nueva normalidad” implica una seria complicación de la coyuntura de desarrollo de los grandes y pequeños socios.

La situación provoca nuevos riesgos y amenazas de carácter tradicional y no tradicional. Entre ellos el surgimiento de agudos conflictos geopolíticos y geoeconómicos, que ascienden a una prolongada confrontación, acompañada por una presión de sanciones que los capitanes de la OTAN utilizan para debilitar las posiciones de los centros alternativos de influencia y para el reemplazo de los regímenes que no le son favorables.

No es posible dejar de ver también que la “nueva normalidad” crea un terreno fértil para las ambiciones separatistas y los cambios en la inclusión integradora (Brexit, etc.). En las actuales condiciones, la autoridad de la nación-estado, la soberanía nacional, con frecuencia aparecen en un conflicto con la confirmación de la identidad local (nacional, étnica, lingüística, etc.).

Al parecer, en nuestras esperanzas de avanzar hacia un orden mundial policéntrico no tuvimos en cuenta la resistencia del “Occidente colectivo”, su contraposición a los cambios en la jerarquía del liderazgo mundial, lo que no sólo complica sino que desestabiliza las relaciones en la arena mundial.

Esto provoca no sólo las fricciones y los conflictos, sino el deslizamiento a una confrontación a escala mundial.

La nueva estructura del sistema global de relaciones internacionales, que complementa la experiencia de la ONU, está llamada a minimizar las pérdidas de la confrontación. Pero por ahora sólo potencialmente.

Surge involuntariamente una pregunta: “¿en qué medida la “nueva normalidad” es normal?

En esencia, ella es anómala. No sólo porque el mundo ingresó en una reconstrucción sin precedentes sino también porque el pasado no quiere resignarse y actúa destructivamente contra el futuro.

Metamorfosis en terreno latinoamericano

5. La globalización provocó que el grado de inclusión de LAC (Latinoamérica y Caribe) en los procesos mundiales creciera esencialmente.

Entonces, los países de la región se presentan cada vez más nen el papel de protagonistas reales, de sujetos de evolución y reconstrucción del sistema de relaciones internacionales. Esto no significa que el status de periféricos quedó denegado. Por supuesto que se da a conocer en el retraso que mantienen en el nivel de bienestar, en las escalas y calidad del ámbito científico y del sistema de educación, en los ritmos de la renovación tecnológica.

Desde principios del siglo 21, LAC experimentó metamorfosis esenciales. Uno tras otro, los países de la región rechazaron decididamente el neoliberalismo vulgar y, utilizando los resultados del tránsito democrático, abrieron paso a la renacida izquierda hacia las palancas del poder electoral. Esa fue la voluntad de las mayorías, que rechazaron las elevadas pérdidas sociales de la práctica neoliberal.

El “giro a la izquierda” tuvo muchas variantes (desde el estatismo radical al ligero centroizquierdismo), testimoniando la objetividad y la similitud de las bases de reproducción de la cultura política de izquierda, y la diversificación de la existencia económica y política. Si se mide en su conjunto, la población de la región y su participación en el PIB llevó el “giro a la izquierda” a los dos tercios del total.

En las vísperas de la crisis económica global de 2008-2009 se hablía alcanzado una diversificación de la presencia de países de LCA en el mercado mundial (por geografía y por nomenclatura), su utilización de crecientes reservas líquidas para liquidar el lastre de la deuda externa y rechazar las recetas impuestas por el FMI. Los reguladores económicos en los países de LCA aprendieron a frenar el proceso inflacionario y se elevó la eficiencia de los organismos impositivos.

Puede ser considerada como sin precedentes la afirmación de estándares de orientación social de desarrollo. En muchos países fueron puestos en marcha grandes programas de respaldo a los sectores no pudientes. Comenzaron a utilizarse más activamente los mecanismos de redistribución. Como resultado de ello, hacia principios del 2do. decenio del siglo 21, más de 40 millones de latinoamericanos emergieron de la zona de pobreza, completando la masa de contribuidores con capacidad de pago y fortaleciendo de esta forma el mercado interno de la región.

A esto favoreció el ciclo de elevados precios de materias primas y semi-primas, que conservan un importante peso en los suministros de exportación de la región.

Todo esto permitió a los países latinoamericanos superar la anterior crisis económica mundial con pérdidas mínimas a diferencia de la zona del “Occidente colectivo”.

Sin embargo las reservas y las reformas adoptadas resultaron insuficientes para sostener una dinámica aceptable de crecimiento económico.

En una situación de recesión post-crisis, de caída de precios y de demanda de los productos de exportación de la región, los gobiernos de centroizquierda no pudieron conservar las palancas del poder.

La disminución de las reservas para alimentar a las clases bajas condujo el crecimiento del disgusto social, lo que utilizó activamente la oposición de derecha y los manipuladores externos.

Pero existe otra circunstancia: por desgracia muchos líderes de izquierda y sus compañeros fueron fascinados por las delicias del poder, que permite “manejar” lucrativamente los flujos financieros. El resultado fue su desacreditación en la percepción colectiva y, luego, la reducción de la zona de credibilidad de las fuerzas de izquierda.

6. Parecería que la “revancha de la derecha” adquirió derecho de ciudadanía en la región.

En una serie de casos las izquierdas aún controlan el poder (Uruguay, Bolivia, Ecuador, Salvador, Venezuela, Nicaragua y Cuba). Un nuevo argumento es la victoria en las elecciones presidenciales de México del centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador.

Además, lejos están los procesos en marcha de ser una unívoca expresión del giro a la derecha.

Por lo visto, es más bien un giro al centro.

Sucede que, para lograr una retención del poder, las derechas se ven obligadas a tomar en cuenta los reclamos de las bases, acostumbradas a cierto distribucionismo de los gobiernos de izquierda en la etapa anterior.

Las izquierdas, en cambio, tanto en el discurso como en la práctica, se inclinan a una línea más pragmática de conducta, tomando en cuenta la prioridad del Estado de Derecho, reconociendo y utilizando estímulos para el empresariado constructivo. El pragmatismo de ambos lados ofrece no pocas sintomáticas sorpresas. Lo testimonian las coaliciones electorales, con frecuencia compuestas por centroderechas y centroizquierdas, a causa del principio de “amistarse en contra de... ”.

En tanto la fuerzas de centroderecha, que suplantaron los gobiernos de orientación izquierdista en una serie de estados de la región (entre ellos Argentina y Brasil), se enfrentan y seguirán enfrentándose con los estados de protesta de los menos favorecidos y, en medida creciente, de las capas medias de la sociedad. En la coyuntura del mercado mundial, la “nueva normalidad” no favorece la consolidación de sus posiciones económicas y sociales.

Al prestar atención a los rasgos principales de la “nueva normalidad” en LAC, corresponde destacar una sensible disminución de la dinámica económica. Luego de 2 años con crecimiento negativo del PIB regional (-0,2% en 2015 y -0,8% en 2016) sólo en 2017 se observó una salida de la caída cíclica: el ritmo de crecimiento del PIB fue del 1,2% por datos de la Comisión Económica de la ONU para América Latina y la Cuenca del Caribe (CEPAL). Consecuencia de ello se conserva por ahora la reticencia inversora de las corporaciones propias y extranjeras. En 2017 se observó una dinámica negativa de las inversiones en capital básico (-0,8%). El promedio de inversiones, como norma, permanece debajo del 20% del PIB.

Sin embargo las evaluaciones de la CEPAL para 2018 son más optimistas. El crecimiento del PIB regional se estima en 2%. Al parecer, la economía de los países de LAC en 2017 comenzó a despegar de la prolongada caída. Tuvo lugar un avivamiento del comercio exterior de la región: a excepción de algunos países como la Argentina, la exportación en su conjunto creció un 11% y la importación un 9%, en tanto que se frenó la inflación.

En el resto de LAC puede hablarse de una relativa estabilización de las divisas nacionales y del crecimiento de las reservas internacionales. Al mismo tiempo se ha conservado el elevado nivel de desocupación: el 9,4% de la población económicamente activa, el déficit fiscal fue del 3,1% del PIB regional, el nivel de la deuda estatal es significativo (55,3% del PIB de LAC) y de la deuda externa (38,6% del PIB de LAC). La reducción del ingreso de inversiones extranjeras quedó en -5%. Los principales factores de inestabilidad y fragilidad de las economías latinoamericanas siguen siendo la dependencia de la dinámica de precios por materias primas y las débiles posiciones en el mercado mundial de producción de la industria elaboradora.

7. LAC está de nuevo ante una difícil elección.

Se debilitó la confianza en el regionalismo cerrado. Se siente la polarización dentro de los grandes grupos regionales: en la Comunidad de países de América Latina y la Cuenca del Caribe (CELAC) y en la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). En este último caso ocurrió la salida de la unión de casi la mitad de sus miembros, poniendo en duda su futuro.

La deriva en dirección al regionalismo abierto aumenta su aceleración. Hasta hace poco -incluso con una desfavorable contingencia en los mercados internos- los mercados de la región intentaban incrementar las chances de inclusión en los procesos globalizadores. Fuera esto por medio de la inclusión en las cadenas transfronterizas de creación de valor, por medio de tender puentes de comercio preferencial para los mercados extranjeros más dinámicos o en orden de asociación con tales o cuales megabloques.

Washington DC les presentó a los países de la región no pocas sorpresas y en una serie de casos indujo a sus vecinos sureños a confusión.

El torpedeo del actual gobierno de USA del proyecto de asociación transoceánica y el intento de cambiar las “reglas de juego” en las negociaciones por la asociación transoceánica, así como la revisión del NAFTA, y una serie de acuerdos bilaterales de “libre comercio”, medidas proteccionistas con el objetivo de “retornar la producción y los puestos de trabajo” a USA y, por fin, el muro que lo separa de México (con el intento de cargarle el costo de la obra), cambia esencialmente el contexto de las relaciones del gran vecino del Norte con la comunidad latinoamericana.

Se congeló el proceso de normalización de las relaciones con Cuba. Trump intenta desautorizar el curso de la anterior Administración.

Pero, a la vez, incrementa la práctica de sanciones (por ejemplo, contra Venezuela), que tanto utilizó el gobierno de Barack Obama. La imprevisibilidad y la presión de Trump empujan a los países de LAC a la diversificación de su política internacional, la ampliación de vínculos con centros alternativos de poder, incluyendo China y Rusia.

Con la aparición de contra-tendencias, que disminuyen o neutralizan el efecto de la globalización, se desarrollan nuevas estructuras internacionales. En la región latinoamericana la corona de estos esfuerzos puede ser considerada la CELAC, cuya vocación es la formación de una plataforma común por cuestiones claves del desarrollo de la región y de la agenda internacional, la presentación de una postura común y enfoques colectivos de LAC en los foros interregionales claves.

Con todas las complejidades de la situación contemporánea, con los frecuentes retrocesos, LAC mantiene la participación de 3 estados líderes de la región en la elaboración de las decisiones del “G-20”, y la representación de Brasil en el grupo BRICS.

Es llamativo el avance de los representantes de los países latinoamericanos en los puestos principales en organizaciones internacionales tales como OCDE, OMC, FAO y en la jerarquía del sistema de Naciones Unidas.

América Latina tiene autoridad moral basada en que tanto en el siglo 20 como en el 21 los países de la región, a diferencia de otras partes de la comunidad mundial, lograron minimizar los conflictos armados interestatales y así adquirir la reputación de la región más pacífica del planeta.

Esto se confirma con la primacía en la creación de una zona libre del armamento atómico en base al Tratado deTlatelolco (1967), así como por la iniciativa concluida por la sanción en la ONU (1986) de la resolución de prohibición de la militarización del Atlántico Sur. Es importante subrayar la inalterable adhesión de los estados latinoamericanos y caribeños a las normas básicas del derecho internacional, su aceptación del papel central de la ONU en la formación y realización de la agenda internacional.

La “nueva normalidad” acentúa un imperativo doble: utilizar con mayor eficiencia las reservas de la cooperación intrarregional; y reaccionar operativamente al cambio de disposición de fuerzas en la arena internacional, incorporándose a los proyectos de la nueva estructuración.

9. Los orientadores de la política latinoamericana de Rusia.

A pesar de las adversidades,el estado de las relaciones ruso-latinoamericanas se caracteriza en general por resultados bastante positivos.

Con la mayoría de los estados de la región se mantienen un diálogo activo y mutuamente respetuoso, que abarca no sólo la problemática bilateral, sino un amplio espectro internacional.

El segundo aspecto subraya la disposición de Rusia a incorporar a estados latinoamericanos a la discusión y resolución de los problemas mundiales. Para la Federación Rusa es una cuestión de principios.

Con tristeza recordamos la última década del siglo 20. Evguenii Astájov, actual profesor del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, embajador que durante muchos años trabajo en el ámbito latinoamericano (incluso en la Argentina, agregó HK), explica la situación de aquellos tiempos: “Luego de 1991 Rusia cambió sus orientaciones geopolíticas e intentó incorporarse a las estructuras euroatlánticas. En la década de los '90 del siglo 20, Rusia no estaba para América Latina. Esto condujo a la ruptura de los vínculos anteriormente establecidos y, en una serie de casos, a la pérdida irreparable de los medios invertidos. Esta cambio de curso tan brusco, ‘al estilo ruso’ se reflejó negativamente en las posiciones políticas y económicas de Rusia en LAC. Pero lo más importante es que se asestó un daño sensible al prestigio de Rusia y en algunos países ocurrió el descenso de la confianza en ella como un socio seguro”.

Pese a esto, la diplomacia rusa logró reconstruir relaciones de amplio formato con la mayoría de los estados latinoamericanos y caribeños. En comparación con el tiempo soviético, y tanto más con la caída de los años '90, tuvo lugar un incremento, especialmente en el área del Caribe y en América Central.

En la actualidad, en los países LAC trabajan 18 embajadas de la Federación Rusa y 3 consulados generales y en 15 países actúan embajadores rusos concurrentes. A su vez, en Rusia funcionan las embajadas de 20 países LAC, más 5 países que tienen embajadores concurrentes.

El más reciente acontecimiento fue el establecimiento en Moscú de la embajada de Grenada.

Una mención especial merecen los acuerdos sobre régimen mutuo sin visa lo que, además de práctico, tiene un significado simbólico, testimoniando la confianza en las relaciones bilaterales. Hay que decir que en materia de régimen sin visa en el mapa LAC casi no han quedado “manchas blancas”, con una exclusión: México.

En el trabajo del Presidente de la Federación Rusa y del titular de la diplomacia rusa los encuentros y negociaciones con sus colegas latinoamericanos están presentes con frecuencia tanto en formato bilateral como multilateral. Entre 2014 y 2017 se mantuvieron negociaciones en el alto nivel con los jefes de 10 estados latinoamericanos. Además, hay que tomar en cuenta los contactos “en los márgenes” de los foros internacionales, de los que en el período mencionado se cuentan 7.

En este sentido corresponde considerar a 2018 como fructífero. Por la Copa Mundial de Fútbol llegaron a Moscú los presidentes de Bolivia y Panamá y el electo de Paraguay.

Aunque es temprano para trazar resúmenes de 2018, corresponde recordar la visita a Moscú del presidente argentino Mauricio Macri y los encuentros con los líderes de México, Brasil y Argentina que deben realizarse en el foro del “G20” en Ciudad de Buenos Aires a fines de noviembre.

Por supuesto fueron corregidas muchas deformaciones y declinaciones cometidas en la última década del siglo pasado, y la salida de Rusia a una trayectoria de desarrollo, asociada con el restablecimiento de un “eje vertical de poder”, el fortalecimiento de la soberanía nacional y de la autoridad en la arena internacional. Al mismo tiempo se hicieron sentir el profesionalismo no perdido de nuestra diplomacia, la preservación de la escuela nacional latinoamericanista en la diplomacia y en el medio académico.

10. Los países de la región, experimentando el imperativo de la diversificación de las relaciones externas, ven en Rusia un socio promisorio y en una serie de casos estratégico.

La Federación Rusa se llevó a cabo una seria diversificación de la composición de participantes de la cooperación con los socios latinoamericanos. Sus filas se completaron con regiones y ciudades, con universidades y museos, con asociaciones deportivas que antes no eran atraídas por los ministerios y departamentos, sin hablar de la ampliación sustantiva del círculo de estructuras de negocio. 

Incluso ante el reforzamiento de la presión de Washington, que impone a los socios latinoamericanos una agenda anti rusa, los países LAC, como norma, logran eludir una “solidaridad” de este tipo reclamada por Washington DC y Londres.

Se sobreentiende que no es posible suponer que los latinoamericanos disponen de una inmunidad “innata” contra el relato anti ruso. Pese a ello el cuadro general no cambia de modo radical. A nuestros socios latinoamericanos, seguramente, les tocará ahora, por desgracia, actuar con mayor precaución y maniobrar especialmente bajo la amenaza de segundas sanciones. En otras palabras, nuestro trabajo en LAC será más complicado. Esto significa un trabajo más tenso para la promoción y para el aseguramiento financiero, de seguros e incluso logístico de las operaciones comerciales y de inversión.

La actual situación de los lazos económicos demuestra, aparentemente, no pocos resultados. Entre ellos, el suministro de aviones de media distancia de la Planta Sujóy a México, la compra de helicópteros rusos y de equipamiento energético por varios estados de la región, el dominio de nuestros exportadores en los mercados latinoamericanos de fertilizantes. Sin embargo la dinámica general del giro comercial con los países de la región sigue siendo inestable, frágil en relación con los desplomes críticos de la coyuntura y los excesos geopolíticos.

El pico en el volumen de casi US$ 19.000 millones fue logrado en 2015 y luego ocurrió una prolongada disminución. El mínimo del último tiempo se dio en 2016 (US$ 12.100 millones). Pero al año siguiente la curva de crecimiento del giro comercial volvió a subir. Por lo visto de una y otra parte ocurrió una adaptación a las cambiantes condiciones de comercio.

La exportación desde LAC se restablece más rápido: los proveedores latinoamericanos supieron aprovechar los nichos en el mercado ruso liberados como consecuencia de las contramedidas contra aquellos que respaldaron las sanciones anti rusas. Por desgracia tampoco se renueva mucho la composición de artículos en los suministros desde LAC. En 2017 el giro comercial sigue siendo inferior a los US$ 15.000 millones. Esto significa que deben ocurrir serias transformaciones en nuestro trabajo en LAC.

A priori se puede mencionar una serie de orientaciones.

Evidentemente, en aras de fortalecer las posiciones en los mercados latinoamericanos en la realización de la asociación de negocios, los directivos de nuestras empresas y firmas deberán mostrar una mayor flexibilidad en las condiciones de suministro, de transmisión de tecnologías y “know how”, en el grado de localización en el marco de proyectos de inversión.

Por otra parte, la competitividad de nuestras compañías debe reforzarse con una disciplina más severa en el cumplimiento de las obligaciones ante los socios latinoamericanos. En otras palabras, previendo la agudización de la lucha de competencias (además en una base desigual para nosotros) habrá que compensar las insuficiencias de las prevalencias estándares con la calidad de los artículos y servicios y no sólo los descuentos en los precios. Habrá que profundizar y diversificar los vínculos societarios con las compañías latinoamericanas, previendo una cooperación a gran escala.

Especial atención merecen las corporaciones multinacionales en LAC, las llamadas “translatinas”, que ya disponen de reservas financieras, potencial tecnológico y experiencia comercial y en aras a un complementario “lugar bajo el sol” están dispuestas a mayores riesgos en comparación con las transnacionales occidentales.

En su momento (comienzos de los 2000) debido a la miopía burocrática nosotros dejamos pasar una buena chance de ser miembros y accionistas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Entonces se trataba de comprar la parte de acciones de la ex Yugoslavia. La suma, por las medidas actuales, era simbólica: US$ 20 millone. De haber aceptado esto, tendríamos hoy un amplio campo de acceso a proyectos de infraestructura e industriales a gran escala, que se realizan por programas del BID. En las actuales condiciones ya desde otras posiciones es preciso plantear la cuestión de ingresar a los mercados latinoamericanos de capitales. Un gran y bastante estable segmento de estos mercados son los bancos de desarrollo subregionales, entre ellos la Corporación Andina de Fomento, el Banco de Desarrollo del Caribe, el Banco Centroamericano de Integración Económica.

Es difícil contar con que en una perspectiva a corto plazo se logrará avanzar notoriamente en la utilización de divisas nacionales en las cuentas recíprocas. Este camino, seguramente, se traza entre esquemas de intercambio y mecanismos de clearing. Es importante tener en cuenta que semejante experiencia ya existe en los países latinoamericanos en su práctica intrarregional.

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