LA ARGENTINA Y EL MONTE TABOR

Encarar con seriedad y sin dilación las reformas estructurales

El monte Tabor, a 17 kilómetros al oeste del Mar de Galilea, es conocido en el relato bíblico como el Monte de la Transfiguración (de Jesús ante 3 de sus discípulos), al que llegaron caminando 70 Km. en 6 días, desde Cesarea de Filipo, hoy Banias. Fue un momento muy especial, y disparador de la siguiente reflexión acerca de las consecuencias del G20 para los argentinos:

El exitoso G20 que transcurrió días pasados en Buenos Aires sin dudas fue un hálito de aire fresco que nuestro país necesitaba desesperadamente, para darnos cuenta de lo que podríamos ser, pero también para darnos cuenta de todo lo que nos falta.

Quienes profesan alguna religión como practicantes, a veces necesitan la vivencia de un Retiro Espiritual. Retirarse, sólo un par de días, del trajín de la vida cotidiana para reencontrarse con uno mismo, con Dios y con los demás, apartándose de tribulaciones mundanas y de problemas cotidianos, que no desaparecen, ni se desvanecen pero que quedan en un “impasse” por ese corto lapso y que estarán ahí esperando, expuestos tal cual como quedaron (como las estatuas en el juego de la mancha congelada), al retomar la vida luego del retiro.

Si esos problemas que existían antes del retiro espiritual son los mismos problemas que se encuentran luego del retiro espiritual, entonces ¿cuál es el objeto o para qué sirve retirarse? La respuesta es bastante simple y a lo mejor justamente su simpleza a veces impide que uno pueda verla.

Atravesar la experiencia de retirarse es un desafío espiritual e intelectual que moviliza y si uno lo asimila en su verdadera dimensión, el descenso del Monte Tabor no es fácil porque
uno quisiera mantener el bienestar y la levedad alcanzados allí.

Sin embargo, una vez reinserto en el mundanal ruido para afrontar nuevamente esos problemas, que ahí habían quedado en “modo stand by”, parecen distintos porque en realidad lo que cambió es la mirada de uno y entonces cambió la manera de dimensionarlos, valorarlos y, en consecuencia y lo más importante, es que cambió la manera de abordarlos.

También es cierto que, a medida que pasan los días y se aleja en el tiempo la vivencia cercana del retiro, el efecto se va diluyendo, se va perdiendo, entibiando y la mirada diáfana comienza a nublarse gradualmente, por eso es importante tratar de aprovechar sin perder tiempo ese candor del espíritu y de la mente y traducirlo en acciones.

El G20 fue un retiro espiritual en el Monte Tabor porque el jueves 29 de noviembre, Argentina acumulaba una montaña de problemas estructurales (económicos, institucionales, sociales) que el viernes 30 quedaron ahí congelados.

El gran trabajo organizativo del Gobierno en todos los aspectos, que observamos los argentinos como anfitriones de los líderes de los países más poderosos del mundo, fue oportunidad para reencontrarnos con nosotros mismos como individuos y ciudadanos educados.

Luego tuvimos también la oportunidad de reencontrarnos con Argentina y redescubrir y reafirmar el maravilloso país que tenemos, el protagonismo geopolítico que representa por la magnífica riqueza y diversidad natural, climática, cultural y de recursos, que no valoramos, ni sabemos desarrollar estratégicamente.

Por último, como corolario, nos reencontramos con los demás, o mejor dicho con el mundo que destacó con énfasis las cualidades y resaltó los atributos de nuestra Patria, así como la excelencia durante el desarrollo del encuentro, en especial por la majestuosidad de nuestro Teatro Colón.

El lunes 3 de diciembre fue el descenso del Monte Tabor del G20 y lógicamente los mismos problemas estaban ahí esperando y aun requieren ser abordados y encarados para su resolución.

Entonces, ¿ahora qué? Ahora nos toca a todos y a cada uno y especialmente a la clase política, dirigentes del gobierno y de la oposición, encarar con seriedad y sin dilación las reformas estructurales con medidas y acciones de fondo (verdaderas políticas de Estado), abandonar el status quo y dejar de transitar el camino sinuoso de la mediocridad y mezquindad que nos empujó a ser lo que somos, en lugar de ser lo que podríamos ser.

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