CONFLICTO QUE NO CESA

Crimea: La nueva carga de la Brigada Ligera pero sin Errol Flynn

Errol Leslie Thomson Flynn fue un actor australiano nacionalizado estadounidense, conocido por sus personajes de galán, aventurero temerario y héroe romántico. Entre otros largometrajes él protagonizó "La carga de la Brigada Ligera" (The Charge of the Light Brigade), de 1936, que en parte se basa en el episodio histórico conocido como la «carga de la Brigada Ligera», ocurrido en la Batalla de Balaclava o Kadikoi, el 25/10/1854, que enfrentó a los rusos contra los aliados turcos, franceses y británicos, durante la guerra de Crimea. Los rusos intentaban romper el asedio a Sebastopol. Los rusos no pudieron romper el cerco aniquilaron la Brigada Ligera: 5 regimientos de dragones ligeros, lanceros y húsares ingleses.

En realidad, Crimea fue anexada por Rusia en 1783, cuando el príncipe Grigori Aleksándrovich Potemkin (sí, el que le dio el nombre al acorazado de Sérguei Eisenstein) tomó juramento de fidelidad a los entonces 'señores del janato de Crimea', que pese a su condición de tártaros, de inmediato se fundieron con la nobleza rusa. Se coronaba así la política de Ekaterina II, la dura y apasionada zarina rusa, amante de Potiómkin, y se consolidaba la línea de política exterior de su antecesor Pedro el Grande, que proclamaba la salida de Rusia a los mares cálidos.

La península de Crimea, la antigua Táurida griega, la que vio pasar a Jasón en busca del velloncino de oro en la Cólquida, al fondo del Mar Negro, lindante con Iberia (la actual Georgia del Cáucaso), siempre fue un territorio largamente ambicionado por tártaros, turcos, rusos -y más adelante ingleses y franceses, quienes la invadieron en 1854 y, aunque triunfaron sobre los mal pertrechados rusos, no lograron quitarle la posesión del territorio-. Por el contrario, en el tratado de París firmado en 1856, Inglaterra, Francia, Turquía, Sardinia, Austria y Prusia, reconocieron el dominio ruso sobre Crimea.

“La Carga de la Brigada Ligera”, aquel famoso film protagonizado por un joven Errol Flyn, inmortalizó el ataque de la caballería inglesa en Balaklava frente a los cañones rusos, una sangrienta batalla que, contrariamente a la epopéyica cinta, no le dio la victoria a los británicos.

En la época soviética, Crimea fue duramente castigada por guerras civiles, genocidios y la ocupación nazi. Como resultado de ello, muerto Iósif Vissariónovich Dzhugashvili (Stalin) y entronizado el ávido Nikita Jruschov, en el medio de las reformas y renovaciones generadas por el “deshielo stalinista”, la primera perestroika, este omnipotente secretario general del partido comunista soviético “regaló” Crimea a la República Soviética Socialista Federativa de Ucrania. Era un reconocimiento simbólico por las terribles pérdidas humanas y materiales en la Gran Guerra Patria contra Alemania nazi, pero también un gesto de pacificación para con una turbulenta situación interna, donde importantes bandas armadas generaban el caos y la ingobernabilidad. La represión fue con mano de hierro. Muchos de los grandes generales soviéticos participaron en esa campaña. Los cabecillas nacionalistas terminaron fusilados o en el exilio.

De todas formas, y serenados los enfrentamientos, Crimea recuperó su status de privilegiado balneario en las costas del Mar Negro, con grandes palacios que, luego de ser la residencia de la nobleza rusa, pasaron a ser preferidos sitios de descanso de los jerarcas soviéticos.

Aunque se trataba de un solo país, la Unión Soviética, los crimeos nunca renunciaron a su historia rusa. Algo que está presente en cada paso que se da en la península. Así lo siente su población de casi 2 millones de personas, incluyendo a los reivindicados tártaros, desterrados por Stalin como sospechosos de colaboracionistas con los nazis y regresados en los últimos decenios a sus lares natales. Sus principales lugares son emblemáticos para toda Rusia: la soleada Yalta, el espectacular balneario en el Mar Negro; Sebastópol, la ciudad héroe de tantas guerras, cuna de la flota rusa; Eupatoria y Feodosia, receptoras rusas de la herencia griega incluyendo el alfabeto cirílico…

En el referéndum de marzo de 2014 casi millón y medio de crimeos se pronunciaron, con el 97% de los votos, por la reunificación con Rusia. De inmediato, el gobierno ucraniano desató una campaña de aislamiento de la península, que comprendió el cese del aprovisionamiento de agua y electricidad, el corte de rutas y vías férreas y el establecimiento de un cordón fronterizo de tropas.

La reacción de Moscú, que ahora consideraba a Crimea como parte integrante de la Federación Rusa, fue rápida y eficiente: las especializadas tropas ferroviarias tendieron una nueva línea férrea eludiendo a Ucrania y privándola del cobro de aduanas y transportes. Las grandes energéticas rusas erigieron rápidamente centrales de ciclo combinado y líneas transmisoras de alta tensión. La flota rusa del Mar Negro volvió a su tradicional apostadero de Sebastópol. Además de diversos proyectos hídricos, que incluyen la desalinización de las aguas ribereñas de los mares Negro y Azov, en un plazo muy breve se construyó el enorme puente ferrovial que une el continente ruso con Crimea a través del estrecho de Kerch.

Este puente se ha convertido en principal arteria de unión entre el continente y la península y transformó al Mar de Azov en un mar interno ruso-ucraniano, donde el paso al mar Negro es controlado por las naves patrulleras rusas. No existe impedimento alguno para el transporte marítimo, pero como es de práctica, las naves de guerra deben informar sobre sus derroteros a las correspondientes autoridades fronterizas.

El incidente marítimo del pasado mes de noviembre fue generado cuando tres naves de guerra ucranianas desobedecieron órdenes de patrulleras rusas e intentaron navegar en aguas territoriales rusas, en el estrecho de Kerch. Fueron interceptadas y embestidas, de resultas de lo cual tres marineros ucranianos recibieron heridas. Naves y tripulación se encuentran detenidas en el puerto ruso de Kerch.

El presidente ucraniano Petró Poroshenko, un poderoso industrial de la alimentación, exigió la inmediata liberación de tripulantes y naves y declaró el estado de guerra por 90 días. En consonancia con esta declaración, Ucrania había denunciado el antiguo tratado de amistad con Rusia.

La situación se ha tornado crítica tras el anuncio ruso sobre el traslado de diez aviones interceptores Su-27CM y Su-30M2 desde la base “Krimsk” en la región lindera de Krasnodar, al aeródromo “Belbek” en Crimea, luego de que esté finalizada su reconstrucción, la que incluye una nueva pista de 4.500 metros.

Los Estados Unidos, por su parte, anunciaron nuevas ventas de armamento a Kíev y propusieron al gobierno de Poroshenko adquirir algunas fragatas retiradas del servicio. Además, se ha tornado frecuente la navegación de naves de guerra estadounidense por el Mar Negro.

Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, prometió que “no habrá guerra con Ucrania”, pero advirtió que las provocaciones contra su país de parte de Kíev continuarán y afirmó que Rusia responderá a esas provocaciones. “Es nuestro país y nuestra frontera. No permitiremos que Poroshenko intente… violar los derechos que los crimeos defendieron en total correspondencia con el derecho internacional”.

Cuando a Vladímir Putin le pidieron en conferencia de prensa responder a esta escalada del conflicto, calificó al incidente en el estrecho de Kerch como una “provocación planeada de antemano” y la vinculó con “el bajo rating de Petró Poroshenko en la inminente campaña electoral” que debe ser inaugurada en pocas semanas, si el “estado de guerra” declarado por Kíev no prohíbe toda acción proselitista por los 90 días que tendrá de vigencia. Si así fuera, las elecciones no podrían realizarse en marzo, con lo que el alicaído Presidente ucraniano puede alentar esperanzas de remontar ese magro 10% de votos que le adjudican las encuestas.

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