Habla el periodista que publicó las caricaturas sobre Mahoma

A sus 47 años, Flemming Rose, trabaja en el periódico 'Jyllands-Posten', en Copenhague, Dinamarca. Es un declarado enemigo de la inmigración masiva, y un simpatizante de los Estados Unidos. "Veo en los islamistas algo que veía en los bolcheviques: fanatismo, dogmatismo y disposición a usar la violencia contra quienes no comparten su opinión". Así es el periodista que publicó las caricaturas de Mahoma. No se arredra en una cruzada por la libertad en la que peligra su vida.

PEDRO POZA MAUPAIN

Copenague, para Crónica, de El Mundo.

Ni el recuerdo de los años que Salman Rushdie debió permanecer oculto, condenado a muerte por la teocracia iraní, ni el del brutal asesinato del cineasta holandés Theo van Gogh, tiroteado y acuchillado por un fanático, han quebrado la voluntad de Flemming Rose. El redactor jefe del suplemento de Cultura de 'Jyllands-Posten', el diario danés que publicó las polémicas caricaturas de Mahoma, sigue empecinado en su cruzada por la libertad de expresión y contra la autocensura: "Dinamarca debe defender los principios sobre los que se fundamenta nuestro modo de vida".

Una cruzada individual. Porque hasta que en estos días ha empezado a recibir el apoyo de otros medios europeos, este curtido periodista, licenciado en ruso y literatura, ex empleado de una organización danesa de ayuda a refugiados, antiguo corresponsal en Washington y Moscú, ha estado sometido a un desgaste inhumano, defendiendo casi en solitario, al menos en público, la decisión de publicar las viñetas de la ira.

Doce ilustraciones, en la que se retrata, por ejemplo, a Mahoma con una bomba por turbante, que han hecho que el mundo islámico prácticamente en pleno se levante. El Islam prohíbe cualquier representación, incluso favorable, del profeta.

"Un crimen", ha dicho Abdalá II de Jordania. "Decapitad a aquellos que insulten al profeta", se leía en las pancartas más radicales de las multitudinarias manifestaciones que los musulmanes han celebrado en todo el planeta.

Mientras, Flemming Rose, que lleva protección policial, ha acudido a debates y conferencias ante audiencias claramente predispuestas en su contra, se ha reunido con imanes indignados, ha concedido entrevistas a periodistas árabes hostiles, ha sido presionado por políticos, diplomáticos y empresarios, criticado, vilipendiado y amenazado.

Y no ha dado un paso atrás. "No me arrepiento de haber sacado los dibujos, ni siquiera con lo que está pasando ahora. Estoy preocupado, claro, nunca imaginé reacciones tan salvajes. Lamento que haya gente que se sienta ofendida porque no era nuestra intención, pero no debemos pedir perdón por la publicación de las viñetas".

En realidad, para Rose, con su aspecto de adusto profesor de Filosofía, la controversia sobre las caricaturas no deja de ser un nuevo episodio en su denuncia del totalitarismo, primero desde las páginas de Berlingske Tidende, otro de los grandes diarios clásicos de Dinamarca, y ahora desde las de Jyllands-Posten.

A sus 47 años, encaja perfectamente en la categoría de intelectual liberal del siglo XXI, partidario de las libertades individuales y la economía de mercado, proestadounidense ("Nunca un país ha hecho tanto por la Humanidad y ha recibido tan poco agradecimiento", escribió recientemente), crítico con el modelo escandinavo del estado del bienestar, enemigo de la inmigración masiva, y moderadamente escéptico ante las presuntas ventajas de la sociedad multicultural.

Las crónicas de Rose durante su larga etapa de corresponsal (ocho años en Moscú y tres en Washington) no fueron meros relatos de la realidad rusa o estadounidense, sino activas contribuciones a una lucha de ideas en la que no dudó en tomar partido, irritado por lo que define como ceguera de la izquierda danesa ante los desmanes del comunismo.

"No soy experto en Islam, pero veo en los islamistas algo que también veía en los bolcheviques. Un fanatismo, un dogmatismo y una disposición a monopolizar la verdad y a usar la violencia contra quienes no comparten su opinión. Tanto en el comunismo como en el islamismo subyace implícitamente que existe un enemigo humanamente inferior, sean intelectuales burgueses, campesinos o infieles. Los movimientos totalitarios son siempre pequeñas minorías. Hay un pequeño grupo al frente, muy activo y con unos valores muy firmes, que toma el poder porque la mayoría silenciosa no se le opone. Es evidente que ante el Islam algunas personas permanecen en silencio o evitan pronunciarse. Y eso es lo mismo que veía en la URSS, y quizá también ahora con Putin. Ese tipo de autocensura es peligrosa".

Esta fobia a la autocensura fue el detonante de las viñetas. "La idea", según el director de Jyllands-Posten, "surgió de forma casi casual y partió de un redactor de tropa. Preguntamos a unos 40 ilustradores si estarían dispuestos a dibujar a Mahoma, y 12 nos contestaron que sí".

Pese al mantra de que fue "una provocación por el mero hecho de provocar" que repiten los detractores del periódico, Rose mantiene que la publicación, el pasado 30 de septiembre, estuvo absolutamente justificada.

"En el espacio de un par de semanas salieron a la luz 4 casos clarísimos de autocensura por miedo al extremismo islámico. El autor de libros infantiles Kaare Bluitgen recibió 3 negativas a ilustrar un libro sobre Mahoma, y quien al final lo hizo pidió que su nombre no figurase. Varios traductores europeos de 'Yo acuso', el libro de la diputada holandesa Ayaan Hirsi Ali (autora del guión de la película Sumisión de Theo van Gogh) también pidieron que no figurasen sus nombres".

En su relato agrega: "En la Tate Gallery de Londres y en un museo de Gotemburgo se retiraron exposiciones relacionadas con el Islam por miedo a ofender a los musulmanes. Y se hizo sin preguntar ni a los artistas, ni a la Policía, ni a los propios musulmanes.

Finalmente, en una reunión de Anders Fogh Rasmussen, primer ministro danés, con representantes de los musulmanes de Dinamarca, un imán le rogó que actuase para que el Islam fuese presentado de forma más positiva en los medios, es decir, le pidió que instaurase la censura".

Armado con estos argumentos y alguno más ("En esta temporada se representan 3 obras satíricas dirigidas contra Bush pero ninguna sobre Bin Laden y sus aliados"), Rose firmó el artículo que acompañaba las viñetas. "Algunos musulmanes rechazan la sociedad moderna y secular", escribió, "exigen un status especial que tome en consideración sus sentimientos religiosos. Es una postura irreconciliable con la democracia secular y la libertad de expresión, donde uno debe aceptar que puede ser objeto de burla, mofa y ridículo".

Mofarse de la religión

Esta última frase ha sido destacada por muchos de sus críticos como muestra de que la intención era provocar, e incluso como prueba de un delito de blasfemia, ya que la legislación danesa prohíbe mofarse de las religiones legalmente establecidas.

Rose, sin embargo, les invita a que lean las siguientes frases: "Desde luego, no siempre es agradable y bonito de ver, y no significa que los sentimientos religiosos deban ridiculizarse a cualquier precio, pero en el presente contexto esto tiene una importancia menor. No es casual que en las sociedades totalitarias se encarcele a gente que hace bromas críticas sobre dictadores o los caricaturiza. Suele suceder alegándose que se ofenden los sentimientos del pueblo".

El artículo era típico de la nueva línea introducida por Rose en el suplemento cultural, que también trata grandes temas políticos.De hecho, fue nombrado redactor jefe para crear debate y dotar al suplemento de un perfil más internacional, más acorde con los nuevos tiempos de globalización. Rose no niega que la crítica de ciertos aspectos del Islam ha contribuido a definir la personalidad del suplemento, pero considera que ha sido ineludible: "Hoy en día, a nivel internacional, existen dos historias: una es la irrupción en la economía de mercado global de dos o tres mil millones de indios y chinos, y la otra trata sobre Oriente Medio, el Islam y el desafío político y de seguridad que plantea la democratización de esa parte del mundo".

La polémica sobre las caricaturas, no obstante, tardó en estallar.No lo hizo hasta mediados de octubre, cuando la Islamisk Trossamfund (sociedad de la fe islámica), una agrupación de organizaciones musulmanas cercanas al fundamentalismo aunque no decididamente extremistas, convocó una manifestación de protesta en Copenhague a la que asistieron unas 3.500 personas.

Poco después llegó la carta en que 11 embajadores de países musulmanes pedían al primer ministro que tomase medidas contra "el clima antimusulmán" que, según ellos, se respiraba en Dinamarca. En la misiva citaban un llamamiento racista pronunciado en una minúscula emisora de radio ultraderechista, un texto islamófobo aparecido en la web de una diputada del Partido Popular Danés (derecha populista antiinmigración y anti-UE) que ésta negó haber escrito, y unas declaraciones poco afortunadas del ministro de Cultura malinterpretadas de modo casi cómico por los embajadores.

De fondo subyacía el malestar existente en parte de los aproximadamente 180.000 musulmanes de Dinamarca por la franqueza a veces brutal con que se aborda en este país el asunto de la inmigración, muy alejada de los tabúes imperantes en la vecina Suecia.

La situación degeneró en crisis diplomática, con protestas de la Liga Arabe y la Organización de la Conferencia Islámica, y Rose empezó a quedarse solo, al menos en público. Después de recibir varias amenazas de muerte y por recomendación de la Policía, los autores de las caricaturas decidieron adoptar un perfil bajísimo y prácticamente dejaron de intervenir en el debate.

Provocación infantil

Las críticas, procedentes no sólo de círculos musulmanes, arreciaron.Políticos como Uffe Ellemann-Jensen, antiguo ministro de Exteriores y antecesor de Fogh al frente de los liberales, calificó las viñetas de "provocación infantil". Y buena parte del resto de la prensa acusó al 'Jyllands-Postenal' de buscar una provocación fácil y sin sentido.

Los acontecimientos de los últimos días han traído nuevos e inesperados enemigos para Rose.

Una portavoz de Arla Foods, el gigante sueco-danés de los productos lácteos y la empresa más afectada por el boicot comercial en los países musulmanes, manifestó que la publicación de las caricaturas "equivalía a orinar en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén".

Hans Skov Christensen, presidente de Dansk Industri (la principal asociación de empresas de Dinamarca), exigió en una carta abierta que el diario explicase los motivos que le condujeron a publicar las viñetas.

En un debate televisivo celebrado el pasado jueves, Rose acuso a Christensen de "doblegarse" y se negó a que la responsabilidad del boicot recayera sobre su periódico: "La gente en Arabia Saudí y en los demás países no ha visto las ilustraciones ni ha leído mi artículo. La semana pasada, en una cumbre de la Liga Arabe, había sobre la mesa un dibujo de Mahoma en pleno acto sexual con animales y otro en el que aparecía con orejas y morro de cerdo. Y fueron mencionados en conexión con 'Jyllands-Posten', cuando estas caricaturas no han sido publicadas ni por nosotros ni por ningún otro diario danés. Y si éste es el nivel de información que existe al más alto nivel político, sólo cabe imaginarse cómo será en la calle".

Boicot a Dinamarca

"No existe un conflicto de intereses entre el mundo empresarial y Jyllands-Posten", añadía, "sino una convergencia, porque las libertades que tenemos en Dinamarca, nuestro sistema político y nuestra tradición de pensamiento crítico son condiciones necesarias para el bienestar y la riqueza de que disfrutamos. Tener una economía de mercado eficaz está en directa relación con tener una libertad de expresión relativamente ilimitada. No es casualidad que en Arabia Saudí compren queso feta danés. Un debate libre y abierto es imprescindible para crear tecnología, producción, etcétera".

Los dibujos obscenos que mencionaba Rose formaron parte del informe que Islamisk Trossamfund presentó en sus giras por Oriente Medio para recabar apoyo contra las caricaturas, y fueron supuestamente enviados de forma anónima a musulmanes que habían escrito cartas de protesta por las viñetas.

Para Rose, los culpables de la escalada de protestas de los últimos días son "imanes radicales que viven en Dinamarca", alusión nada velada a figuras prominentes de Islamisk Trossamfund.

Entre ellas, el palestino Ahmed Abu Laban y el sirio Abu Bashar, ambos refugiados políticos. O el libanés Raed Hlayhel, a quien se le concedió un permiso de residencia humanitario por tener un hijo que necesita tratamiento médico especializado y que amenazó con recurrir al Papa para que presionase al Gobierno danés. En Dinamarca, país de abrumadora mayoría luterano-evangélica, la autoridad del Santo Padre, no ya política sino incluso moral es prácticamente nula.

Rose asegura que siente haber ofendido al mundo musulmán. Lo dijo en una entrevista con Al Yazira en la que, omisión casual o deliberada, el intérprete de la cadena no tradujo estas palabras.

Pero sigue negándose a pedir perdón por la publicación de las ilustraciones. Aunque le fallen sus aliados. El primer ministro Fogh dice ahora que él nunca haría caricaturas religiosas, cuando en una entrevista concedida a 'Jyllands-Posten' en octubre manifestaba: "La libertad de expresión debe utilizarse para la provocación".

Hasta el director del periódico, Carsten Juste, llegó a flaquear durante unas horas: "Si hubiese sabido lo que iba a pasar, no habría sacado las ilustraciones". Cuando, en el transcurso de una entrevista televisiva, le mostraron estas declaraciones (de las que Juste más o menos se ha retractado), Rose soltó un seco: "No estoy de acuerdo".

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