En literatura, la onda es ser anónimo

Hace poco apareció en español 'El Viajero' (The Traveler), de John Twelve Hawks, éxito editorial del año pasado en USA, 1ra. novela de un autor que empieza su carrera literaria en medio del misterio, pues su edad, domicilio y señas particulares se desconocen. En la solapa del libro se explica: "Vive fuera de la Red". Y vive fuera de "la Red", lo mismo que los protagonistas de su novela. ¿Qué quiere decir esto? Dos best sellers estadounidenses, John Twelve Hawks y J.T. Leroy, reabren el debate sobre los propósitos de los llamados escritores ocultos.

La revista Cambio, de Bogotá, cuenta que 'The Traveler' es un thriller con elementos de ciencia-ficción que recuerda a '1984', de George Orwell. El nombre de John Twelve Hawks no aparece en los registros oficiales, no usa tarjeta de crédito ni licencia de conducción, y por eso seguirle la pista ha sido tarea imposible hasta para los mismos editores.

"Es un tipo muy misterioso –aseguró a 'USA Today', Jason Kaufman, su editor de 'Doubleday'–. Hemos hablado con él, pero llama desde un teléfono satelital, casi imposible de rastrear".

¿No estarán exagerando, muchachos?

Las razones de ese misterio, las da el propio autor en una breve entrevista en la página del libro en internet: "Busco gente que se enfoque en el libro y no en el autor, ya que eso sólo vuelve trivial el poder de las ideas".

So what?

En contraste con el anonimato de 'Twelve Hawks', JT Leroy ha vivido una sobreexposición en los últimos meses.

Considerado figura precoz de la nueva literatura estadounidense, provocó sensación en 2000 con 'Sarah', novela autobiográfica según la cual el autor nació en 1980 en West Virginia, y su madre, prostituta y drogadicta, lo habría obligado a seguir sus pasos: lo vestía de niña, lo hacía pasar por su hermanita y lo ofrecía a los camioneros.

Según la historia, él huyó a los 16 a San Francisco donde una mujer llamada Laura Albert lo rescató y lo internó en una institución psiquiátrica. Allí, un médico terapeuta le recomendó escribir sus experiencias a manera de catarsis.

Leroy se convirtió en best seller –ha publicado 'El corazón es mentiroso' (2001) y 'Harold’s End' (2004)–, y en autor de culto.

Shirley Manson, la vocalista escocesa del grupo Garbage, escribió una canción sobre él; el escritor Dennis Cooper lo usó como personaje de un libro; el director Gus van Sant compró los derechos de su obra; él también será modelo publicitario de la firma Abercrombie & Finch y ya figura en el programa de estudios de la Universidad de Yale.

Pero hace poco, el escritor Stephen Beachy publicó, en 'The New York Times Magazine', que Leroy no existe, y que quien aparece como tal es una usurpadora, la cuñada de su supuesta madre adoptiva.

Beachy asegura que la mayoría de las entrevistas que dio JT fue por vía telefónica o por correo electrónico, y que ninguno de sus editores lo conoce personalmente.

Para enredar más la historia, el compañero de la cantante, Geoffrey Knopp, aseguró que él era el genio detrás de Leroy.

Ventas millonarias

"Mientras se nota que lo de Twelve Hawks ha sido concertado con su editorial, lo de Leroy es una especie de engaño bien logrado", explica Alfonso Carvajal, de Random House Mondadori, editorial que maneja la obra de ambos autores.

Para él, al final "han logrado obtener una reacción pública que es de aplaudir, considerando lo predecibles que suelen ser los planes de mercadeo de una novela".

Como ellos, varios autores han querido permanecer por fuera del 'sistema, como le llaman a 'la red'.

Por ejemplo, del neoyorkino Thomas Pynchon, autor de 'V.' y 'Subasta del lote 49', sólo se sabe que nació en Long Island en 1937, que se graduó en la Universidad de Cornell, que trabajó como redactor comercial y que se ha negado a recibir premios literarios.

Pero algunos han visto en los relatos de 'La integración secreta', pistas de tinte autobiográfico.

Otro caso conocido es el de B. Traven, autor de novelas como 'El tesoro de la Sierra Madre', llevada al cine en 1948 por John Huston.

Unos dicen que nació en Chicago en 1890 y que su nombre era Traven Torsvan, pero otros aseguran que es un seudónimo del alemán Otto Feige, o incluso de Ambrose Bierce.

"Negando todo pasado, negó todo presente, es decir, toda presencia –asegura el escritor español Enrique Vila-Matas en su libro Bartleby y Compañía, un estudio sobre los que él llama "escritores del No"–. Traven no existió nunca, ni siquiera para sus contemporáneos",

¿Intención real de anonimato o estrategia de marketing?

Si ocultarse tiene como propósito hacer prevalecer la obra, es evidente que muchos no lo han logrado, entre otras razones, porque la curiosidad es un acicate de la investigación y, descubierta la verdad, la atención se desvía con frecuencia hacia el autor.

Si el propósito es despertar la curiosidad de los lectores o vender, no cabe duda de que el misterio es una buena estrategia.

Errante en las sombras

Algunos escritores reconocidos, decidieron un día refugiarse en el anonimato. Julien Gracq (Francia, 1910), autor de En el castillo de Argol y Las aguas estrechas, fue uno de los narradores más escurridizos de Francia hasta que se descubrió que tras él se ocultaba el novelista Louis Poirier. Autor de un manifiesto sobre su alter ego, defendió "su deseo de preservarse, de no ser molestado, de decir No".

Otros, como los norteamericanos Corman McCarthy y Jerome David (J. D.) Salinger, y el mexicano Carlos Castaneda, decidieron fomentar el misterio huyéndole a la prensa y decidiéndose a no realizar apariciones públicas.

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