Por un compromiso que impida el Choque de Civilizaciones

La siguiente columna fue escrita por el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, y publicado el viernes 3 de marzo en el periódico "Moskovskie Nóvosti", de Moscú, según nos explicó el periodista Hernando Kleimans. ¿Por qué es importante? Porque brinda mayores precisiones sobre los planteos que llevará Rusia a la Cumbre del G-8 en San Petersburgo, y porque Rusia tiene contactos con los palestinos de HAMAS, y precisamente se refiere a ellos. POR SERGUÉI LAVROV (*)

Titularía esta nota 'Rusia en la política global'.

El título del artículo reproduce el nombre de la revista que edita el Consejo de Política Exterior y de Defensa. Como en el caso con la revista, él no es casual.

Ese tema, precisamente, continúa agitando las mentes en la misma Rusia y tras sus fronteras. Es posible que haya sido en mayor medida en los últimos meses. Y es que para ello hay fundamentos.

Continúa evolucionando la situación internacional y con ella el papel de Rusia en la política global. Es más, se puede apreciar que el proceso de cristalización en la política mundial se ha intensificado notoriamente. Se aclaran algunas realidades que tienen importancia determinanda para la formación de la nueva arquitectura de las relaciones internacionales.

En ese número se incluye el significado del factor ruso en el torrente fundamental de la vida internacional. De aquí surge una multitud de cuestiones. A algunas de ellas intentaré responder.

El punto de partida del análisis ruso de la situación internacional es la constancia de que, en los últimos años, los acontecimientos se desarrollaron en el curso de nuestras ideas y evaluaciones, en la dirección de una multipolaridad democrática.

Esto lo señalan tanto el fenómeno de la globalización de "rostro asiático" como la práctica de desarrollo de "diálogos estratégicos", en plena ampliación.

En las condiciones actuales se confirmó la validez de los principios fundadores de nuestra política exterior: el pragmatismo, la multiplicidad de vectores, la consecuente promoción de los intereses nacionales sin caer en la confrontación.

Fueron formulados en el primer año de la presidencia de Vladimir Putin y recibieron una difusión cada vez mayor en la práctica de política exterior de otros estados, incluyendo a las potencias líderes mundiales.

Resulta difícil comprender las actuales relaciones internacionales si no se toma en cuenta que se encuentran en una situación de transición, lo que por definición excluye cualquier tipo de status-quo (a excepción de los principios rectores del derecho internacional).

Sin embargo da la impresión que algunos de nuestros socios quisieran asegurar su predominio en cualquier nuevo ordenamiento mundial. Estoy convencido de que tal enfoque es antihistórico, simplemente una utopía y se basa en uno de la multitud de mitos que surgieron inmediatamente después de finalizar la guerra fría, incluyendo el mito sobre "vencedores y vencidos".

El complejo de "vencedores" no es tan sólo un problema psicológico.

Con una frecuencia cada vez mayor se manifiesta en las cuestiones prácticas de la política mundial, cuando los métodos propuestos para su resolución se apoyan no en el análisis objetivo de la situación, no en los principios generales del derecho internacional, sino en "la conveniencia política" en la propia comprensión del término.

En correspondencia con semejante lógica resulta, por ejemplo, que es posible procurar la independencia de una ex autonomía o exigir el rechazo de ella para otras.

Rusia no puede cooperar sobre la base de semejante visión del mundo. Nuestros criterios de cooperación son generales para todos los socios, incluyendo los países de la CEI, China e India, USA y Europa, así como otros estados líderes del mundo.

Esto es la igualdad total y la interacción desde el principio mismo, es decir el análisis conjunto de las amenazas, la elaboración conjunta de las decisiones y por ende su realización conjunta.

Por lo visto, corresponde decir con precisión que Rusia recuerda bien de su historia la afición por la imposición de ideas de transformación del mundo y no puede suscribir proyectos análogos que hoy se plantean, se llamen como se llamen: promoción omnipresente de la libertad y la democracia o "diplomacia transformadora".

El mundo sufre una profunda transformación, cada vez más países buscan su camino de acceso al espacio de la democracia, pero forzar este proceso sería irresponsable.

Nosotros tomamos partido a favor de la adaptación de nuestros deseos en materia de política exterior, así como del desarrollo interno, a las condiciones de la globalización, que ya de por sí genera demasiados problemas para que se le agreguen artificialmente nuevos.

En esto radica una de las diferencias radicales entre la filosofía de política exterior de Moscú y los enfoques de ciertas capitales occidentales.

No es pertinente la posición de una "indefinición constructiva" en relación con las divergencias de un orden tan cardinal, especialmente en virtud del desarrollo total de los acontecimientos, cosa que genera condiciones de fuerza mayor en la política global.

En estas instancias se requiere la máxima responsabilidad y agudeza objetiva al reaccionar en las crisis y las situaciones conflictivas. Su resolución por medios político-diplomáticos no tiene una alternativa racional.

Es imposible dejar de destacar que la masa básica de sucesos ocurre en el Oriente Cercano y Medio y tiene una escala inter-civilizaciones. Esto atañe a la tensión en la normalización de la región como consecuencia del acceso al poder de HAMAS en la Administración Nacional Palestina como resultado de elecciones democráticas.

Esto atañe también a los serios problemas que se mantienen en Irak y Afganistán, a la agudización de la situación en torno de Siria y a la situación interna libanesa, así como a la actual vuelta en torno al programa nuclear de Irán.

¿Es que habrá que seguir forzando los hechos?

Cualquier regulación (si es lo que pretendemos) es posible sólo en condiciones no de aislamiento, sino de incorporación de los correspondientes Estados, regímenes y fuerzas políticas, lo que presupone una crítica de lo que no gusta.

La conclusión es una: o la ulterior presión sobre los caminos de escalada con su salida a un "conflicto de civilizaciones", o el logro de un compromiso, lo que requerirá de todos los factores internacionales la renuncia a prejuicios obsoletos y a enfoques unilaterales y simplistas del mundo, los que no concuerdan con la realidad en formación de la multilateralidad como un método óptimo de conducir los asuntos mundiales.

Rusia, en virtud de su historia, geografía y cultura, del carácter multinacional y policonfesional de la sociedad rusa no puede tomar partido en el conflicto inter-civilizaciones de escala mundial que se desata, en parte como consecuencia de manifestaciones extremistas, de provocaciones y violaciones al derecho humanitario.

Rusia no está dispuesta a ocupar la posición de un observador marginal. El único enfoque aceptable para nosotros es la puesta en práctica de una estratégica iniciativa en materia de política exterior, encaminada a soportar la estabilidad internacional y reducir la tensión en interés del acceso a variantes aceptables para todos de regulación por medio de negociaciones.

Rusia está lista para jugar el papel de "puente", ya que nuestro país fue precisamente un puente cultural y de civilizaciones en el decurso práctico de toda su existencia.

Podemos ser parte de los esfuerzos para lograr un compromiso, lo que siempre requiere tiempo y paciencia, pero no podemos unirnos al dictado y a los ultimatums, que nos arrojarían a un callejón sin salida.

En esta dirección marchan nuestras propuestas sobre la internacionalización de la prestación de servicios para el ciclo de combustible nuclear, las iniciativas para la búsqueda de la distensión en torno al programa nuclear de Irán, o nuestros contactos con HAMAS, llamados a ayudar a conducir esta organización a la aceptación de las condiciones del "cuarteto" de intermediarios internacionales.

La experiencia de Gran Bretaña en Irlanda del Norte indica que esto no es sencillo. Cualquier compromiso es posible exclusivamente en el campo del derecho, sin desmedro para la seguridad internacional y bajo el incondicional respeto de las obligaciones tomadas por acuerdos internacionales, incluyendo los regímenes de no propagación de armamentos de exterminio masivo.

Rusia no permitirá que la enemisten con el mundo islámico. Sobre esto más de una vez con toda precisión habló Vladímir Putin.

En la reciente ceremonia de entrega de cartas credenciales, señaló que "en la resolución de cualquier problema, incluso los más agudos, de la política mundial nosotros nos atenemos invariable y consecuentemente a la línea de su regulación por métodos y medios político-diplomáticos, la búsqueda de compromisos y acuerdos".

Rusia no puede y no jugará el papel de "estado frentista" en la guerra fría, ahora entre civilizaciones. Tampoco están preparados para esto en Europa, donde todavía no han tomado del todo en cuenta que se convirtieron en parte del mundo islámico.

Rusia no puede estar de parte de una visión estrecha y miope sobre las cosas, ajena a la búsqueda creativa de un compromiso como producto principal del arte de lo posible, y apoyada en postulados tristemente célebres para nosotros del tipo de "no puedo claduciar en los principios" o "quien no está con nosotros, está contra nosotros".

Al terminar la Guerra Fría perdieron su atractivo el dogmatismo y los enfoques ideologizados sobre la vida internacional. No podemos adherirnos a la estrategia que se basa en los intentos de algunos por conservar su prestigio.

La historia confirma que la demencia puede ser colectiva. Así, a principios del siglo XX Rusia se permitió participar en la lógica confrontadora de la política europea, que condujo a la tragedia de la Primera Guerra Mundial y a la catástrofe nacional para la propia Rusia.

La experiencia del siglo 20 demuestra que el deber sagrado de cada estado es pensar por sí mismo y no entregar su destino a un desarrollo incontrolado de acontecimientos.

Tanto más la política exterior de nuestro país no puede ser rehén de ciclos electorales en otros países.

Muchos tienen en mente la creciente importancia del factor energético en la política global. Aquellos que están acostumbrados a pensar con categorías de geopolítica incluso admiten que tal desarrollo cambia la fórmula de la ecuación de la estabilidad estratégica, reduciendo el peso específico de la contención nuclear.

En cualquier caso todos están de acuerdo con lo fundamentado de la elección por Rusia del tema de seguridad energética en calidad de prioridad de la presidencia de Moscú en el "G8". Se trata de un responsable liderazgo internacional de nuestro país en una etapa crítica del desarrollo de la situación global.

Al mismo tiempo es evidente que cualquier desarrollo estable del sector energético de Rusia excluye en una perspectiva previsible la posibilidad de colocar los recursos energéticos del Cercano y Medio oriente entre paréntesis en el balance energético global.

Así que los imperativos de la política energética global dictan la necesidad de un enfoque moderado y respetuoso hacia cualquier problema de esta región, incluyendo su modernización socio-económica y política.

En resumidas cuentas, hay que elegir entre la estabilidad en la energética mundial y la política de la "desestabilización controlada" y la "transformación", le caiga a quien le caiga.

El tema energético es actual también en el espacio de la CIE.

Las transformaciones que aquí tienen lugar limpian la política de la herencia del pasado y se inscriben en la lógica del consenso, que se ha convertido en un principio general unificador para el mundo que se globaliza luego de la finalización de la guerra fría, y más precisamente el consenso sobre la falta de alternativas a la democracia y al mercado como bases fundamentales del desarrollo social.

Con todo, por supuesto, que los ritmos y formas de realización de las transformaciones deben ser funciones de condiciones concretas en cada país tomado por separado.

Es extraño pero no todos quieren ver que los precios de mercado para el gas en el marco de la CEI implican el final de la "vieja, nostálgica" Comunidad y el inicio en el espacio postsoviético de una política real y mutuamente ventajosa, cuando todos los países de esta región se ven como auténticamente soberanos.

Convocamos a este enfoque a nuestros socios internacionales.

Admito que la nueva cualidad de la situación en la Comunidad no es deseable ver para aquellos que especulaban con "contener" a Rusia en la política global a cuenta de arrastrarla a una viscosa confrontación en el espacio de la CEI.

En la reacción del mercado, inclusive en la liberalización de las acciones de Gazprom vemos un voto de confianza a nuestras acciones por parte del mundo de los negocios, al parecer cansado de la politización de las cuestiones energéticas.

Hace quince años Rusia conquisto la libertad y el derecho a ver las cosas de modo amplio, no miope, inclusive en los asuntos internacionales.

Aquellos que se ocupan profesionalmente de Rusia (y no solo de sovietología) y elaboran políticas en relación con ella, no pueden dejar de comprender que sería ingenuo esperar de nosotros la disposición a contentarnos en el mundo con un papel de conducido.

Estamos dispuestos, es más, queremos jugar en equipo, abiertos para debates argumentados, para el convencimiento.

Pero allí donde se evidencia el déficit de liderazgo previsor, Rusia no habrá de evitar la responsabilidad, habrá de proponer su análisis de la situación, su visión de las posibles resoluciones, actuando, se entiende, en el marco de la diplomacia multilateral y de los esfuerzos colectivos.

Esto esperan de nosotros muchos de nuestros aliados y no tenemos derecho a engañar sus expectativas, tanto más que se ha puesto mucho a esa carta para toda la comunidad mundial.

Estamos lejos de imponer nuestros enfoques a quien fuere. Pero hay que tomar conciencia que el poder ruso, así como el poder de cualquier país democrático, rinde cuentas antes que nada a su pueblo y está obligado a defender sus intereses.

El actual curso de política exterior de la dirección rusa –tomando en cuenta todas las discusiones crítica sobre tal o cual aspecto (como está aceptado en una sociedad democrática)- goza de amplio respaldo en todo el país.

Vemos en esto una de las bases del consenso social conformado entre nosotros, el logro clave del desarrollo de Rusia en los últimos años.

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Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia.

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