Confidencial: Cómo fue la caída de Aníbal Ibarra

La corporación política defendió a rajatablas a Aníbal Ibarra porque entendió que no podía permitirse el antecedente de que un funcionario es relevado por el mal desempeño en su responsabilidad de asegurar la seguridad pública de sus contribuyentes y familiares. Por eso resulta tan importante lo que ha sucedido: el jefe de la Ciudad de Buenos Aires fue desplazado porque o no supo o no pudo o no quiso garantizar la seguridad y la atención de 194 de sus gobernados. POR TOMÁS VIDAL

El 7 de marzo es un día que los porteños deberán recordar. Es el día que ha nacido un nuevo estándar de exigencia para los funcionarios de la Ciudad de Buenos Aires.

Fuera de las paredes del palacio de Perú 160, el ibarrismo logró instalar que el juicio político fue una farsa. Pero la realidad es que en el balance puede decirse que fue un buen juicio político.

Muchas personas trabajaron a conciencia, se analizaron miles de fojas de pruebas y se tomaron decenas de testimonios. Pero, como ya había marcado varias veces U24 y EDICIÓN i, el equipo de defensa del destituido Jefe de Gobierno logró, con la complicidad de una serie de medios de comunicación que cobraban generosas pautas publicitarias de la Ciudad y de la Nación (porque Alberto Fernández, jefe del Gabinete de Ministros, ha sido un gran protector de Ibarra), crear dos realidades paralelas.

La teoría goebbeliana demostró su más terrorífica vigencia. Tanto que se logró instalar en gran parte de la sociedad el concepto de "golpe institucional", una incongruencia semántica, un juego de palabras que solo obtuvo verosimilitud a fuerza de su reafirmación incansable.

Por primera vez en mucho tiempo, en la era de la borocotización, de los Díaz Bancalari, del hegemonismo presidencialista, y de la impunidad de las gestiones estatales, la política ha elevado el estándar. Por primera vez se le marcan los límites a un poder ejecutivo.

Un estado es legítimo cuando cumple con las funciones que en él han delegado los ciudadanos. Y una de de las funciones que estos ciudadanos le encargan y le imponen como deber básico es la protección de sus vidas.

Ayer una mayoría calificada de legisladores consideró que Aníbal Ibarra había fallado en esa responsabilidad primaria. Una mayoría conformada por diputados del Frente para la Victoria, de PRO, del Ari, de la izquieda e independientes. En definitiva, todo la oferta política e ideológica de la Ciudad.

Desde hoy Jorge Telerman sabrá que, mientras gobierne la Ciudad de Buenos Aires, deberá cumplir con este deber básico, o de lo contrario correrá serio riesgo de verse inmerso en un proceso de juicio político. Desde hoy la responsabilidad en la gestión tendrá una nueva dimensión.

Nunca más, ni Telerman ni quien lo suceda, podrá tomarse sus atribuciones con una indolencia similar con la que se la tomó Aníbal Ibarra. Desde ahora los futuros Jefes de Gobierno sabrán que deberán estar muy atentos a garantizar la seguridad de quienes gobiernan. Porque si no lo hacen, ya no habrá espacio para ocultarse en excusas políticas.

Cualquier Jefe de Gobierno que no tenga inclinaciones al suicidio político sabrá que deberá tomar las medidas necesarias para evitar cualquier catástrofe previsible. Controlará edificios, boliches, hospitales, manifestaciones, espectáculos deportivos. En definitiva, deberá asegurarse que los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires vivan razonablemente seguros.

Y es importante el hecho de que esta destitución haya sido votada por los principales partidos políticos de la Ciudad. Porque en 2007 el lugar de Telerman lo ocupará un político surgido del Frente para la Victoria, del PRO o del Ari. Y a ellos se los medirá con la vara que ayer midieron a Ibarra.

Los padres de las 194 personas que murieron el 30 de diciembre de 2004 en Cromañón podrán quizás aliviar la pena de la ausencia, porque sus hijos les han dado a millones de personas una vida más segura.

Notables y Miserables

Ante las situaciones límites se desnudan las grandezas y las miserias de las personas, surge la verdadera esencia de la que están hechos. Y este proceso mostró mucho de ambas.

Del lado de las primeras, sin duda hay que destacar el accionar del diputado kirchnerista Helio Rebot. Desde aquellos días de noviembre este ex macrista tomó las riendas de una Sala Juzgadora desorientada y paralizada por el vacío legal.

Independiente a las presiones de su jefe de su bloque y los mensajes que le llegaban desde la Jefatura de Gabinete, él hizo lo que consideró correcto. Y fundamentó la negación de la nulidad de de la recusación que Ibarra había presentado contra Romagnoli.

Luego, durante el juicio cubrió las deficiencias que en algunos momentos mostró la fiscalía. Fue él el que llevó al inspector Suárez Campesano a admitir la reunión con Ibarra, donde había recibido "instrucciones" sobre lo que debía declarar.

Luego, a medida que se acercaba el día crucial, muchos en la Legislatura dudaron, a pesar de que lo respetan, que pudiera soportar la presión del albertismo, y que pudiera votar de acuerdo a lo que todos intuían que era su íntima convicción.

Y Rebot bajó al recinto persuadido de que iba hacia su suicidio político. Con el cambio de Beatriz Baltroc, el escenario se presentaba adverso. Solo cabía esperar un improbable voto del imprevisible Gerardo Romagnoli.

Enfrentado a Alberto Fernández y a quien es su representante en la Legislatura, Diego Kravetz (el jefe del Bloque del Frente para la Victoria), Rebot solo tiene algún futuro político en la estructura que se pueda construir alrededor de Jorge Telerman.

Pero si votaba contra Ibarra y este no era finalmente destituido, en un escenario de un albertismo fortalecido, Rebot hubiera sido un muerto político. Aún así, bajó y votó. Y además construyó uno de los mejores discursos de la tarde.

Dentro del kirchnerismo, más allá de las interpretaciones acerca de los motivos de su decisión, de su enfermedad y su repentina recuperación, también es justo reconocer al Chango Farías Gómez, que en la ya casi olvidada Sala Acusadora, votó contra Aníbal Ibarra, a pesar de las feroces presiones que sobre él ejerció Alberto Fernández desde su retiro en El Calafate, cumpliendo con la promesa que le había hecho a los padres y con el dictado de su conciencia.

Pero quién quedó en la vereda de los comportamientos miserables, hay que recordarlo, fue Francisco Miguel "Pancho" Talento. Talento integraba la comisión investigadora de la Sala Juzgadora, y durante el tiempo que trabajó investigando el caso demostró que su convicción sobre la culpabilidad de Ibarra.

Un lunes era la fecha límite para la entregas de los dictámenes, el viernes anterior Talento tenía un escrito que recomendaba la acusación, pero terminó presentando lo que después se terminó llamando el dictamen del "ni" donde impugnó el accionar de la Comisión. Más tarde José Iglesias declaró en una entrevista que Talento le reconoció que el domingo tuvo una reunión donde se lo obligó a cambiar de postura.

Otra de las actitudes deplorables que dejó a la vista el proceso de Cromañón fue, también dentro del kirchnerismo, la de Diego Kravetz, que, en su afán de mostrarle resultados a su jefe político fue salvaje en su accionar en los días de la acusación. Razón tenía Milcíades Peña en recordarle que había sido él y no otro quién lo había ayudado a buscar a su ahijado muerto por las morgues y los hospitales el 31 de mayo de 2004. (Y mal que le pese, el actual resultado es en gran parte su culpa por el error estratégico que cometió al abandonar la sesión junto a su bloque la noche del 10 de noviembre, cuando no estaban los votos necesarios para la acusación.)

Igualmente es gratificante encontrar, en un partido tan verticalista como es el Frente para la Victoria, algunos legisladores que están dispuestos a actuar según el dictado de su conciencia. Si se considera que 3 diputados (es forzoso incluir a Eduardo Lorenzo Borocotó) de un bloque de nunca más de 20 legisladores pudieron romper la disciplina partidaria, se puede decir que el FpV versión Capital es más digno que el FpV versión nacional, que en la votación del Consejo de la Magistratura, de un bloque de 130 diputados, cosechó solo dos disidencias (las de Rafael Bielsa y Oscar Massei).

El negocio de Macri

Antes de hablar del arco macrista, o de los PROs. Vale hacer una aclaración: a Mauricio Macri no le convenía que Ibarra fuera destituido, ni siquiera que fuera enjuiciado. ¿Por qué? Porque era obvio y previsible que Ibarra lo buscaría como adversario, que polarizaría el caso como una pelea política, y que las acusaciones de golpismo, de politización de la tragedia, llegarían inexorablemente.

Y llegó, y el aparto comunicacional del ibarrismo-albertismo hizo un buen trabajo. Y entre quienes le hayan comprado el discurso, el 60% de los porteños según las encuestas, Macri es el artífice de la operación.

Esto se sabía y se discutió en el macrismo en septiembre de 2003. Y Mauricio Macri decidió creerle a sus legisladores de mayor confianza que habían trabajado en la comisión investigadora especial y que estaban convencidos de que había suficientes pruebas como para considerar seriamente que existía el mal desempeño. Muchos, más políticos, advirtieron sobre el escenario que se avecinaba. La respuesta de Macri, dicen, fue "hagan lo que hay que hacer"

Y un grupo de diputados, entre los que se destacaron Martín Borrelli, Marcelo Godoy y Gabriela Michetti, se abocaron honestamente a trabajar en el juicio político. Y trabajaron bien, meticulosamente fueron construyeron la base para lo que luego serían los cargos de la acusación.

Luego, los 4 diputados del PRO que integraron la Sala Juzgadora, Silvia Majdalani, Daniel Amoroso, Roberto Destéfano y Marcelo Meis hicieron un trabajo correcto, probablemente hayan esquivado las nunca comprobadas promesas del "chancho hipnotizador", que, dicen los defensores de su existencia, ofrecía entre 1 y 2 millones (verdes) por un repentino cambio en el criterio de evaluación de las pruebas. Amoroso, además, debió soportar las amenazas de intervención al Sindicato de los Trabajadores del Juego, que dirige.

Muchos sostendrán que fueron condicionados por la presión partidaria y no tuvieron libertad al votar. Ellos reconocen que ingresaron con una convicción producto del contacto con sus compañeros de bloque, pero que luego la terminaron haciendo propia a la luz de las pruebas. Las verdaderas causas de las motivaciones de los actos humanos siempre serán un secreto de la conciencia.

Las aristas del ARI

Entre todos los diputados de Elisa Carrió que intervinieron en el proceso del juicio político a Aníbal Ibarra hay uno que destaca. Y este es Fernando Melillo. El legislador, primero fue compañero de colegio de Ibarra.

Luego, militó en el mismo espacio político que Ibarra, el Frepaso. Pero más importante que eso es que su esposa. Roxana Perazza, era secretaria de Educación de la Ciudad.

Y, a pesar de todo eso, Melillo votó por la acusación al Jefe de Gobierno el 14 de noviembre de año pasado. Un acto de grandeza, sin lugar a dudas.

Maldita y bendita izquierda

Daniel Betti, Tomás y Rubén Devoto, Sergio Molina, Gabriela Scorzo, en la Sala Acusadora y Hérctor Bidonde, en la Sala Juzgadora, tuvieron una posición sólida y consecuente. Consideraron que existía el mal desempeño y trabajaron y votaron en consecuencia, sin dudas, sin especulaciones ni amagues.

Pero también hay que reconocer al particularísimo Gerardo Romagnoli y a su igualmente extraños jefes políticos, el matrimonio Luis Zamora- Noemí Oliveto. Desde este medio se los denunció en repetidas oportunidades por las incongruencias en su discurso. Acusaban a Ibarra, pedían su renuncia, pero sus acciones parecían funcionales al Jefe de Gobierno.

Pero al final, dentro de su inentendible postura, ambos terminaron votando contra Ibarra, Oliveto en la Sala Acusadora y Romagnoli en la Juzgadora. Con denuncias al proceso, con excentricidades, pero consecuentes al fin.

Y aquí vale hacer un paréntesis. Una de las cosas positivas que habrá dejado este juicio fue la cohesionada postura de todos los bloques ante el intento de Romagnoli de evadir su carga pública.

En otras palabras, cuando el legislador anunció que abandonaba el juicio porque consideraba era un "circo", la Legislatura le hizo saber que no lo admitiría y que la consecuencia terminaría siendo su expulsión. Así, el diputado Zamorista debió volver a cumplir con su obligación.

De ahora en más en futuros juicio políticos, los diputados sabrán cuales son sus obligaciones y no podrán especular, como lo hizo Romagnoli, con evadir sus responsabilidades.

Pero la izquierda también ha dado algunas de las actitudes más miserables que se han visto en este proceso. Es el caso de la diputada Beatriz Baltroc.

Ella cambió su voto ayer, el mismo día de la votación. Todo su discurso y su accionar durante el juicio político había demostrado una clara convicción sobre la existencia del mal desempeño.

Algunos diputados desarrollaron durante más de un año una fluida relación con los padres de las víctimas. Uno de ellos fue Beatriz Baltroc, tanto es así que, en sus reuniones periódicas con los padres era ella la que les iba informando de cuales podían llegar a ser los diputados que cometieran una "traición" y cambiaran su voto. Exactamente lo que ella hizo.

Durante enero corrió un rumor. El controvertido juez Roberto Gallardo, declarado amigo de Baltroc, estaba siendo sometido a juicio político por el Jury de Enjuiciamiento de la Ciudad. El proceso había sido promovido por el Jefe de Gobierno, pero en la primera audiencia el juicio se declaró nulo, y en esa ocasión votaron por la nulidad Francisco "Pancho" Talento y Laura Moresi. La versión sostenía que el cambio de postura del ibarrismo-albertismo era el precio por el voto de Baltroc.

Según algunos padres, Gallardo se habría comunicado con ellos y les habría dicho que si Baltroc votaba por la absolución el renunciaría a su cargo, porque no pensaba quedar ante la sociedad como que había sido la moneda de cambio. La referencia de Baltroc a Gallardo como su "ex amigo" ayer en el recinto podría reforzar esa teoría.

Mientras salía del edificio de la Legislatura, ayer a la tarde, una madre con la foto de su hija colgada al cuello le decía a otra, con un dejo de satisfacción: "Me gustaría saber como va a hacer para cobrar Baltroc ahora". Por supuesto que estas versiones nunca se podrán comprobar, al menos que alguien se tome el trabajo de ir a constatar el nivel de vida de la futura ex legisladora y compararlo con el actual.

Los escuderos

Del lado del ibarrismo hay que reconocer el accionar convencido del puñado de legisladores que respondían directamente a Aníbal Ibarra. Sandra Dosch, que integraba la Comisión Investigadora de la Sala Juzgadora, se esforzó por hacer un dictamen que justificara la recomendación de no acusar al Jefe de Gobierno. El experimentado Julio De Giovanni fue quien mejor defendió en el recinto a Aníbal Ibarra en los días que se votaba la acusación.

Y por último, en la Sala Juzgadora, Laura Moresi llevó la bandera de la defensa de su jefe político, aunque con una mesura que muchos valoraron. Convencidos de la inocencia de Ibarra, mantuvieron una posición coherente y honesta, tanto que los padres, dejando de lado sus broncas, les tomaron respeto y nunca los atacaron.

Los fiscales

Se podría decir que unos pecaron por defecto y otros por exceso, aunque en el balance el accionar de la fiscalía fue bueno, en gran parte por el trabajo del un grupo de asesores que trabajo incansablemente en la preparación de cuestionarios y en el análisis de las pruebas.

Sobre Jorge Enriquez solo puede decirse que con su irrefrenable verborragia, producto de su carácter sanguíneo, o de calentón dirían algunos, muchas veces contribuyó sin querer a las intenciones de la defensa. En varias oportunidades en su afán por marcar las contradicciones o las falacias de Ibarra y de Julio César Strassera, terminó embarrando la cancha.

De Rubén Devoto se vio muy poco, quizás lo que podía aportar una persona sin formación académica en un juicio tan complejo como este.

Quien mejor llevó a cabo la tarea encargada por los 30 legisladores de la Sala Acusadora fue Jorge San Martino, que desde una posición mesurada pudo lograr los mejores resultados.

Last, but not least

Resulta indispensable reconocer el trabajo de algunos legisladores que no por no integrar los bloques mayoritarios fueron menos importantes.

El primero de ellos sin duda es Milcíades Peña. Él fue el primero en investigar realmente que había ocurrido en el área de Habilitaciones y Control. Fue él quien en la interpelación del 28 de febrero del año pasado, en un emotivo discurso, dio a conocer quiénes eran y cómo habían actuado personajes como Marcelo Antuña, Alejandro Kampelmacher o Silvana Giudice.

Luego de eso fue un incansable impulsor de la primera comisión investigadora especial y cuando terminó su mandato el 10 de diciembre del año pasado, siguió vinculado al Juicio y a la investigación.

Y segundo, cabe reconocer el trabajo de Florencia Polimeni. No le tembló el pulso en la interpelación del 28 de febrero, cuando se tuvo que enfrentar con un Aníbal Ibarra que se empecinaba en no responder a las preguntas.

En ese momento su discurso fue lapidario y sacó chapa de chica mala. Luego de eso, a mitad de año abandonó Compromiso para el Cambio, creo su bloque unipersonal y pasó a ser definida como "radical independiente".

Al comienzo del juicio explicitó que no adelantaría su voto, porque este se definiría solo al evaluar las pruebas y escuchar los testimonios. Su obstinado silencio provocó las más variadas especulaciones.

Quienes defendían su honradez, sostenían que terminaría votando por la destitución. Los otros dudaban basándose en la presión que sobre ella había ejercido Raúl Alfonsín, en una dudosa amistad con Diego Kravetz, y en un embarazo que convenientemente le impediría asistir

Pero ayer todo quedo claro. Honradez probada y convicción explicita. Su discurso fue nuevamente terrible, su comparación de Aníbal Ibarra con Don Corleone quedará en el recuerdo, como aquella que hiciera un año antes sobre el espejo de Dorian Grey.

Y el último párrafo para los padres de las víctimas. Gran parte de la responsabilidad es de ellos. Incansables, luchadores, convencidos de la necesidad de justicia para sus hijos pero también de que era necesario que esas muertes no fueran en vano, que sirvieran para darle algo a la sociedad.

Una sola imagen: Martes, media hora antes del inicio de la sesión. José Iglesias y Pablo Blanco y su mujer salían del despacho de Elvio Vitali, que les acababa de decir que su voto por la absolución era inexorable, el último intento desesperado había fracasado, no estaban los diez votos. La mujer secándose las lágrimas preguntó "¿Cómo hacemos para decirle esto a los otros y mantenerlos tranquilos, que no se saquen y no hagan quilombo?"

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U24, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2006.

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