Elizondo: "Es como sentirte campeón del mundo"

Horacio Marcelo Elizondo nació en Villa Crespo, Buenos Aires, Argentina, el 4 de noviembre de 1963, es profesor de Educación Física, poeta por afición, y arbitró su 1er. partido internacional el 9 de octubre de 1996 entre Ecuador y Colombia. Él dirigió la final de la Copa Mundial de la FIFA Alemania 2006, entre Italia y Francia, y el partido inaugural de ese mismo mundial entre Alemania y Costa Rica. En Alemania 2006 dirigió 5 partidos, y es un récord mundial (que comparte con el mexicano Benito Archundia). También se destacaron sus actuaciones en las eliminatorias para las Copas Mundiales de Fútbol de 1998, 2002 y 2006; su participación en los Campeonatos Mundiales Sub-17 de la FIFA de 1997 y 2005; en el Campeonato Mundial Juvenil de la FIFA de 2003 y 2005; en el Torneo Olímpico de Fútbol de 2004; en el Campeonato Mundial de Clubes de la FIFA 2000 y en las Copas Américas de los años 1997 y 1999.

El siguiente texto fue distribuido por la revista digital de la FIFA:
El 9 de julio de 2006, en Berlín, Horacio Elizondo se convirtió en el primer árbitro de la historia en pitar tanto en el partido inaugural como en la final de la Copa Mundial de la FIFA. El argentino, profesor de educación física, escribió así un capítulo dorado en su historia profesional y personal que le permitió dedicarse a otros rubros una vez retirado de la actividad.
Actualmente se desempeña como Instructor FIFA del Programa RAP (Programa de Asistencia al Arbitraje), lo que le llevó a desarrollar distintas tareas durante la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010. A horas de la gran final entre Alemania y Países Bajos, el argentino compartió su experiencia junto a FIFA.com. La importancia de dirigir un encuentro decisivo, las secuelas de semejante compromiso y un consejo para el inglés Howard Webb: "Que disfrute al máximo de la experiencia". 
-Horacio, ya han pasado cuatro años de aquella final en Berlín. ¿Qué significó para usted, tanto en lo personal como en lo profesional?
-Representó el fruto de 25 años de trabajo, en los que he pasado por distintas etapas de aprendizaje. Me tocó atravesar momentos buenos, otros regulares, y tuve la oportunidad de prepararme y afinar la templanza. Arbitrar ese Francia-Italia fue cumplir un sueño.
-Así como para los jugadores jugar la final del Mundial es lo máximo, para un árbitro debe significar lo mismo dirigirla…
-¡Absolutamente! Un árbitro sueña con ir a un Mundial, y conseguirlo ya es un logro importante. Ahora, si en ese torneo tienes la oportunidad de dirigir la final, es como sentirte campeón del mundo.
-¿Qué momento recuerda más del Francia-Italia?
-Recuerdo el apoyo de mis superiores y colegas, así como la presencia de mi señora en el estadio. Fue muy importante poder compartir semejante experiencia con la familia. También me acuerdo de los saludos y las muestras de apoyo llegadas desde Argentina. Como ven, son todas cuestiones relacionadas a la contención y lo emocional. Eso nos sirvió para encarar el partido con tranquilidad.
-¿Y del juego en sí?
-Recuerdo estar muy concentrado, tanto que se pasó muy rápido para mí. ¡Se me evaporó enseguida! Va a sonar extraño, pero lo tomé como un partido más. Toda la vida me preparé para dirigir finales, por lo que estaba listo para asumir el desafío y llevarlo con responsabilidad.
-¿Ha vuelto a ver el partido?
-¡Lo tengo bien guardado en casa! Pero no, sólo he visto algunos minutos. En unos años voy a verlo más, sobre todo para mis hijos que aún son pequeños. Quiero que vean que el padre estuvo allí.
-¿Qué cambios encontró en su retorno a Argentina luego de aquel encuentro?
-Me cambió la vida. Mi familia algo me había adelantado, pero llegué al aeropuerto y tenía a 300 personas esperándome. A mí, ¡a un árbitro! Una cosa muy loca. Creo que uno no está preparado para ese tipo de situaciones. Después dirigí 3 meses más y las hinchadas me aplaudían cuando salía al campo, como si fuera un equipo… fue todo un aprendizaje. Hay que hacer un trabajo mental muy importante para mantener los pies sobre la tierra: todo el mundo quería hablar conmigo, me citó el Presidente del país para felicitarme, me declararon ciudadano ilustre en distintas ciudades. En diciembre de ese año decidí retirarme, cerrar esa etapa y prepararme para la siguiente.
-Hablemos de todo lo que rodea a un árbitro en el aspecto personal. Antes de una final, los futbolistas sueñan con anotar un gol o detener un penal. ¿Con qué sueña un réferi?
-Con acertar en las decisiones que influyen en el resultado del partido. Cada acierto en ese tipo de situaciones es un gol para los árbitros.
-¿Y cómo se define una persona a dedicarse al arbitraje? No es el rol más popular en el ambiente del fútbol…
-¡A ningún chico se le cruza por la cabeza la idea de ser árbitro! Y es lógico: el medio social y cultural en el que se desarrollan no los llevan a eso. No tienen ningún tipo de motivación, y prefieren relacionarse con lo lúdico, que es lo que les despierta placer. En lo personal, jugué al fútbol hasta que a los 15 años me di cuenta de que mi sueño de jugar en Primera iba a ser difícil. A los 20 me tocó dirigir un partido de hándbol y un profesor me dijo que tenía condiciones. Me entusiasmé rápidamente con la profesión, pues me encantaba la docencia y todo lo relacionado a la justicia. Combiné eso con mi deporte preferido y encontré mi lugar en el mundo.
-Volvamos a la final de Sudáfrica 2010. ¿Qué consejo le daría a Howard Webb?
-Que lo disfrute. Estará frente a aquello que soñó, tendrá la suerte de volverlo realidad. Le diría que trabaje tranquilo y sin miedos, pues a fin de cuentas se trata de un partido más. A medida que tome buenas decisiones, comenzará a sentirse mejor y a disfrutar de la experiencia.
-¿Y en lo personal? ¿Qué sensaciones se le vendrán a la cabeza cuando vea a Webb saliendo al campo de juego junto a los equipos?
-No sentiré nostalgia, debo admitir. Tengo muy internalizado que eso pertenece al pasado y que representó una linda etapa de mi vida. Ya no me veo proyectado en el campo cuando veo los partidos, aunque quizás mi familia y mi gente sí tengan sensaciones particulares. Traerá un recuerdo pasajero y muy bonito, pero no más que eso. Es una etapa linda, pero cerrada.

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