Macabros '70: Manrique, Papaleo, Timerman, Gainza Paz... y el intento de revisar la historia

Con el intento de los Kirchner de reconstruir la historia de los '70 para así intentar imputar a Héctor Magnetto por algún delito imprescriptible, aparecen personajes, historias, anécdotas de una tragedia que los argentinos preferirían dejar atrás si es que no la pueden conocer con la objetividad y profundidad imprescindible.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). 2 ejemplos de la trama que regresa de los años '70, y la demostración de que es complicado arrojar la primera piedra cuando nadie está libre de culpa.

Horacio Verbitsky en el diario Página/12, quien apunta a la nulidad de la transferencia accionaria de Papel Prensa, mientras regresa a escena numerosos personajes del pasado:
"(...) El testimonio del ex empresario y timador José Pirillo es tan verosímil como la solicitada de Isidoro Graiver. Pirillo pretende que hace un cuarto de siglo, cuando la adopción de los hijos de Ernestina Herrera de Noble no formaba parte de la agenda pública, Magnetto le dijo que se los había conseguido Videla.
Los mejores datos para argumentar la complicidad con un delito de lesa humanidad no están en el informe que los reformadores del INDEC tipearon con los guantes de box puestos, sino en la investigación realizada entre 1984 y 1988 por el ex fiscal nacional de investigaciones administrativas Ricardo Molinas.
Ese trabajo incluye declaraciones del ex dictador Emilio Massera y del ex ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, que datan el comienzo de las investigaciones sobre la relación entre los Graiver y Montoneros antes de la transferencia de acciones a los tres diarios, y de Lidia Papaleo e Isidoro Graiver sobre las presiones para vender a los actuales accionistas.
Massera declaró que "el 15 de setiembre de 1976 la Junta Militar había tomado conocimiento de los hechos relacionados al caso Graiver, girando los antecedentes al ministerio de Economía para su informe". Martínez de Hoz confirmó que al morir David Graiver en agosto de 1976 "se había dispuesto la investigación de todo lo relativo al denominado caso Graiver".
Lidia Papaleo le contó al fiscal Molinas que el ex ministro Francisco Manrique, amigo de su esposo, le hizo saber que el gobierno quería que el Grupo Graiver desapareciera y que "el comprador indicado" para sus acciones en Papel Prensa eran los tres diarios. El primo de Martínez de Hoz, Pedro Jorge Martínez Segovia, a quien Graiver había colocado como presidente figurón de Papel Prensa, llevó a la flamante viuda a caminar por la Plaza San Martín, pero no para consolarla: allí le dijo que no podía vender el paquete accionario de la papelera a "personas de la colectividad judía ni a un grupo extranjero".
Martínez Segovia admitió el diálogo pero pretendió que sólo había sido "un consejo, atento a las circunstancias del momento" (sic). Isidoro Graiver confirmó que Manrique le había transmitido al abogado de su cuñada, Miguel Anchorena, que "sería necesario" ceder el control accionario de Papel Prensa a los tres diarios, que eran "los compradores lógicos".
Pocos días después recibió la visita de Guillermo Gainza Paz, quien en representación de los diarios propició una reunión con sus directivos, que se realizó en la sede de Clarín. Pero las tratativas no prosperaron porque la oferta que les hicieron era "totalmente inadecuada".
Por Manrique supieron que el Estado no autorizaría que las acciones que David Graiver había comprado a través de testaferros cuando su protector José Gelbard era ministro de Economía, se inscribieran como propiedad del grupo familiar, con lo cual perderían todo. (Gelbard era otro de los que acosaban a la viuda. Su abogado, Gustavo Caraballo, le exigía el pago de una deuda por seis millones de dólares).
En ese momento los diarios propusieron una nueva reunión, que se realizó en la sede de La Nación. Allí se firmó la venta. Isidoro Graiver dijo que "no tuvieron otra oferta mejor que la aceptada, dado lo exiguo del tiempo". Ese precio fue tan bajo que el representante del ministerio público que defendía los intereses de la hija menor de David Graiver y Lidia Papaleo lo objetó en el juicio sucesorio, de modo que la transacción nunca se cerró, hasta que el presidente Raúl Alfonsín accedió a indemnizar a la niña.
Desde entonces, María Sol no tiene ningún reclamo pendiente. Los mismos personajes aparecen, pero con sutiles variantes, en la biografía autorizada de Magnetto, "El hombre de Clarín": habría sido el abogado de Graiver quien tomó contacto con Gainza Paz y a través suyo hizo el ofrecimiento de venta a los diarios.
Cuando se reunieron en Clarín habría sido Anchorena quien formuló un pedido de diez millones de dólares, que los diarios no aceptaron. Según el libro, Manrique le recomendó a Papaleo que vendiera, dadas "las nuevas circunstancias políticas", en las que "con la complicidad de algunos funcionarios" se estaba tramando "una maniobra de desapoderamiento" de los Graiver.
"Ante el riesgo de perderlo todo", fue Anchorena el que apuró a los diarios, que entonces decidieron blanquear las negociaciones con la Junta Militar, cuyos miembros "no manifestaron objeciones". El autor del libro de Magnetto es José Ignacio López, desde esta semana vocero del diario La Nación.
En las conclusiones de su dictamen, Molinas dio por probado que la Junta Militar conocía la relación de Graiver con Montoneros pero en vez de impedir la venta a los tres diarios la autorizó. En consecuencia, denunció a los miembros de la Junta por encubrimiento e incumplimiento de sus deberes como funcionarios.
No hizo lo mismo con los accionistas privados porque sus atribuciones como fiscal se ceñían a investigar a los funcionarios y porque el interventor designado por Videla en la papelera se manejó en forma clandestina, de modo que consignó anomalías e irregularidades en la transferencia y la operatoria posterior pero sin escuchar a los accionistas, lo que "resulta inconcebible en un estado de derecho" pero era habitual en 1977.
Debido a esa ilegalidad no es posible formularles "un cargo concreto, apareciendo –prima facie– como terceros de buena fe y consolidados luego de muchos años al frente de la empresa". La operación había sido denunciada a la Junta Militar por el Banco de Intercambio Regional (de José Rafael Trozzo). Esto refleja las pugnas internas en la Junta Militar.
El interventor era el capitán de navío en actividad Alberto D’Agostino, cuya designación fue impulsada por Massera, quien así intentaba voltear la transferencia apadrinada por Videla.
Pese a la contundencia de su informe final, Videla lo archivó sin seguir sus recomendaciones.
Fernando Molinas, hijo y secretario del ex fiscal, sostiene que su padre pidió a Alfonsín la nulidad de la venta a los diarios. Es posible que haya sido un reclamo verbal, pero no figura en el dictamen firmado el 29 de febrero de 1988."

Miguel Wiñazki en el diario Clarín acerca del controvertido Osvaldo Papaleo:
"A mi me tocó cerrar La Opinión", contó Osvaldo Papaleo en 1984. "Y la cerraría de vuelta hoy, si se dieran las circunstancias iguales. Timerman estaba abiertamente con el golpe porque creía que iba a ser reorganizador".
La clausura ocurrió el 13 de febrero de 1976, cuando Papaleo era Secretario de Prensa y Difusión de Isabel Martínez de Perón. Y se legitimó a través del decreto 619, en el que se argumentaba que "(...) a través de sus sucesivas ediciones viene propalando noticias falsas o deformaciones de la verdad, o bien comentarios que instigan a la quiebra del orden institucional (...)".
Lo detalla en su libro las Palabras son Acciones, (una minuciosa historia de La Opinion) el analista de Medios, Fernando Ruiz.
Según consignó Clarín , en su edición del 14 de febrero de 1976 "Ejecutivos del diario La Opinión informaron que a las 23.55 se hizo presente en la redacción una comisión policial para hacer efectiva la clausura".
El líder metalúrgico Lorenzo Miguel, que ejercía notoria influencia entonces sobre Papaleo, consideraba de hecho a La Opinión como un boletín del ejército que apuraba el Golpe.
Ocho días antes del 24 de marzo, también financiado por David Graiver, y dirigido por el actual canciller Héctor Timerman, aparecía el diario La Tarde, ya sin máscaras alborozadamente procesista.
En otro libro ya clásico, "Timerman", de la periodista Graciela Mochkofsly, también admirablemente documentado, se narra una escena tenebrosa: "En octubre (de 1976) Timerman (Jacobo) citó a Lidia Papaleo en el bar del hotel Alvear. Quería recuperar el 45% de las acciones de La Opinión, que correspondían a David, el esposo de Lidia, ya fallecido en aquel enigmático accidente aéreo. Ella, cuenta Mochkofsky, le mintió: dijo que las tenía en el exterior, fuera de alcance. La conversación era tensa, sus conversaciones con Timerman siempre tenían un carecer violento. La reunión en el Alvear, la última que mantuvieron por voluntad propia, superó en violencia a todas las anteriores. Con voz amenazante, Timerman le dijo que tuviera cuidado porque podía terminar como Marcos Satanosky, el abogado asesinado en los años 50 durante la lucha por las acciones de la Razón. La viuda lo entendió como una directa amenaza de muerte y era posible, dado el grado de irritación de Timerman".
Mochfosky especula después que es más probable que se haya tratado de una advertencia, destinada a amedrentarla.
Como es sabido, los protagonistas de la historia padecieron luego el infierno de la dictadura, la crueldad sin límites de la tortura, y más tarde el exilio y el retorno en democracia.
Osvaldo Papaleo subió y bajo su perfil arrítmicamente, y recobró los primeros planos cuando fue acusado por estafas durante su gestión como titular de la Lotería de la Provincia de Buenos Aires, en el año 1988. Los pormenores del caso son literarios.
Un día, el número 28 salió a la cabeza tantas veces que quebraron innumerables quinieleros. Se dispuso una investigación y la justicia comprobó que el número de apostadores al "28" había sido ese día inusualmente alto. Según la fiscalía de La Plata, la defraudación había ascendido a 150 mil dólares. Se acusó a Papaleo de integrar una asociación ilícita y se restringió su salida del país.
Mas tarde, y ya con Menem en el poder, Papaleo resucitó como el Ave Fénix: fue nombrado director del Teatro Nacional Cervantes. El se refirió a sí mismo entonces como "Un administrador Cultural".
Su biografía vuelve a encenderse ahora, con cercanía a Héctor Timerman y la construcción del relato kirchnerista sobre Papel Prensa. Su última perla también será recordada. Papaleo consideró que Julio César Strassera, el fiscal de los militares genocidas en el juicio que los llevó a la cárcel "debería tener vergüenza por su historia judicial"."

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