OPINIÓN

UNA SERIE SOBRE LA FE

"Dios se mueve de una manera misteriosa para realizar sus maravillas"

La serie se llama "Herrens veje" en danés. Se traduce como "Algo en que creer" y está disponible en Netflix. Trata sobre una familia actual con una tradición de 250 años de ser pastores en la Iglesia de Dinamarca. Es de una altísima calidad, un argumento atrapante, personajes complejos y vínculos retorcidos. Lo mejor que tiene es que trata el tema de la fe sin simplismos ni posturas fáciles. Pero (spoiler alert) el suicidio de uno de los personajes principales me dejó tan enojada que la dejé de ver.

La serie es buenísima, empecemos por ahí. Trata sobre la fe, pero también sobre muchísimas cosas más. Es el retrato de una familia danesa actual, que goza de -o carga con- la tradición de 250 años de ser pastores en la Iglesia evangélica luterana de Dinamarca. El 'pater familias', Johanssen, es un pastor de fervorosa fe cristiana y una relación ambigua y contradictoria con Dios (¿no es siempre así?). Además es alcohólico, tiene visiones religiosas (o alucinaciones, dirían otros) y es un padre durísimo de sus dos hijos, Christian y August. Su esposa, Elizabeth, soporta sus infidelidades y alcoholismo en silencio (hasta que en un momento de la serie, ya no). Johanssen tiene un ayudante/mejor amigo/sirviente que se llama Svend, un hombre encorvado y serio que lo rescata de sus borracheras, cuando termina perdido por el campo o en alguna cantina aleatoria, lo cubre frente a otras autoridades de la Iglesia y defiende a muerte siempre. 

Como dijimos, la serie trata sobre la fe, pero trata sobre muchísimas cosas más. Trata sobre dos hijos que intentan sobrevivir y autoforjarse frente a un padre terrible, bastante perverso.El mayor, Christian, pone en jaque el mandato paterno volcándose al budismo. Pero mucho antes que eso, Johanssen ya estaba resignado en cuanto a su hijo mayor, que había abandonado sus estudios para ser pastor años atrás. Todas las expectativas están puestas en el menor, August, un pelirrojo dulce que decide seguir con la tradición familiar y hacerse pastor. Los hermanos son muy unidos; quizás este es el vínculo que la serie mira con ojos más bondadosos. Todo el resto es mirado con ojos demasiado duros. Cada error que comete alguno de los personajes termina, de manera insoslayable, desencadenando una tragedia. No hay proporcionalidad. De entre todo lo malo que podría suceder, siempre termina pasando lo peor. La suerte es siempre mala suerte. Dios, implacable.

Esta característica, la de elegir lo más terrible que tiene la vida y contarlo con total crudeza, sin atisbo alguno de comedia o alivio, es quizás una marca del cine de esa parte fría del mundo a la que pertenece Dinamarca (pienso en el cine noruego, finlandés o sueco). Y me enoja porque es falso: sí, la vida es terrible, pero también es otras cosas. Y la serie, así como otras películas del cine nórdico de calidad indiscutible, parece enfocarse únicamente en este aspecto, y como espectador, nos va sumergiendo en el estado afín.

El argumento prinicipal de gran parte de la primera temporada pasa por ese hijo menor, August, cuya vida parece estar resuelta. Además de ser pastor, está casado con Emilie (pronunciado Emíieh, con acento en la primera "i", y la ele es casi muda), una oncóloga de pelo corto, ojos algo tristes y voz rasposa. Tienen una relación feliz cuyo único conflicto aparente es que están buscando un hijo y no llega. August parece sentir que tiene que embarcarse en un desafío fuerte, algo que lo ponga a prueba, quizás para ganarse la (nunca alcanzable) aprobación paterna. Y decide irse como capellán militar a acompañar a los soldados daneses que están peleando contra un grupo yihadista no nombrado, en un país no nombrado (todo indica que se trata del Estado Islámico, en Siria o Irak). Allí termina empuñando un arma y matando a una mujer civil creyendo que se trata de un atacante. El deseo de August de embarcarse en un desafío que lo pusiera a prueba, que le requiriera valentía -más allá de que en menor o mayor medida fuese para intentar agradar al padre- es castigado con la mala suerte de matar a la persona equivocada. También uno podría preguntarse para qué elige, desde un principio, ponerse en esa situación. Qué lo lleva -o lo obliga- a eso. 

August vuelve a casa, otro. Su padre, el único al que confiesa el crimen, le impone el silencio. De lo contrario, si confesara, arruinaría el honor de nada más ni nada menos que 250 años de tradición de pastores, le dice. El silencio para August, y la culpa que siente, son un viaje hacia la depresión y la locura, y se termina suicidando. En el medio, varias personas lo intentan ayudar y el secreto de su crimen termina siendo revelado, pero ya no hay marcha atrás. Y esto es lo que verdaderamente me terminó enfureciendo con la serie: que no hay posibilidad de reparación.La vida no es así: sí, es terrible, pero no tan terrible. A veces uno tiene mala suerte, pero no siempre, sino la suerte no sería suerte. Hay errores atroces, pero también hay perdón.  El horror existe, pero tiene fisuras: un rayo de sol, una ilusión, una risa. La  cortina musical de la serie, basada en un poema de William Cowper -un cristiano evangélico quien sufrió períodos de intensa depresión en su vida creyendo que estaba destinado a la condena eterna-, envía el mensaje opuesto:

"Dios se mueve de una manera misteriosa
para realizar sus maravillas;
planta sus huellas en el mar
y cabalga sobre la tormenta."

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