"POLÍTICA ECONÓMICA PARA DECIDIR EN TIEMPOS DIFÍCILES"

Consejos sobre periodistas de De Pablo al próximo ministro de Economía

"Política Económica para Decidir en Tiempos Difíciles" es el libro de Juan Carlos de Pablo (Editorial El Ateneo) que parece apto para 2019 aunque también podría haberlo escrito en 2015 o en 2008 o en 2001... las crisis son excesivamente recurrentes en la Argentina. De Pablo no sólo es autor del mejor trabajo (3 tomos) sobre historia económica argentina (de lectura obligatoria para universitarios de Economía pero necesaria para los universitarios de Historia y de Ciencias de la Comunicación) sino que impuso un estilo de simplificación absoluta de hipótesis y tesis complejas que resulta muy atractivo. Probablemente Carlos Melconián es quien más se aproxima a esa síntesis. El texto intenta reflejar parte de la enorme experiencia tanto profesional como humana del autor, que el 25/11 cumplirá 73 años y es tan reconocido como economista como periodista. El siguiente texto elegido del libro en cuestión trata de la relación posible entre los funcionarios y los periodistas. Deberá recordarse que Nicolás Dujovne, ministro de Economía, fue columnista antes del programa televisivo Odisea Argentina, que conduce Carlos Pagni; y que Dante Sica, ministro de Producción y Trabajo, mantiene un diálogo muy cercano con muchos periodistas. Pero no hay ningún economista más mediático que Juan Carlos de Pablo.

En el siguiente fragmento, Juan Carlos de Pablo reflexiona en su libro acerca de política económica y medios de comunicación:

Nunca fui alto funcionario de un equipo económico, aunque durante el último medio siglo seguí cotidianamente la política económica argentina. En cambio, tengo una prolongada trayectoria en medios de comunicación. Por consiguiente, esta sección está pensada para explicarles a quienes en el gobierno se ocupan de los aspectos económicos de la realidad, cómo funcionan los periodistas.

La relación entre los miembros del equipo económico y los periodistas de un país es objetivamente tensa, porque los primeros tratan de que todos los agentes económicos se enteren de las novedades al mismo tiempo, mientras que los segundos tratan de conseguir primicias.

La relación entre los economistas académicos y quienes laboran en los medios de comunicación tampoco es idílica, pero por otros motivos. "Las percepciones que los mundos académico y periodístico tienen uno del otro son casi insultantes en todo el planeta. "Cuando el The New York Times califica algo como 'académico' quiere decir irrelevante, y cuando los académicos califican como como 'periodístico' quieren decir superficial" (Weinstein, 1982). A lo que agrego la siguiente aguda afirmación de Charles De Gaulle: "Gente curiosa los diplomáticos: un día les mienten a los periodistas y al día siguiente creen lo que leen en los diarios".

Una de Per O. Grullo, pero muy importante. Hay que tratar de que la referida tensión objetiva no afecte el plano personal, ni durante, ni después (se es funcionario durante algún tiempo; periodista, de por vida). En todo caso hay que utilizar el "después" para curar las heridas provocadas en el "durante".

¿En manos de quiénes tienen que estar las cuestiones económicas en los medios masivos de comunicación: de periodistas profesionales o de graduados en Economía? De ambos, para aprovechar las respectivas ventajas comparativas.

Viéndolos trabajar, por ejemplo en la Redacción de El Cronista Comercial, aprendí que la "fibra" periodística es fundamental para hacer las preguntas que efectivamente le interesan a la audiencia, así como extraer la esencia de una entrevista. En la enorme mayoría de los casos, no es que el entrevistado fue "malinterpretado", sino que fue "desnudado" cuando la clave de sus declaraciones se utilizó para titular la nota, aunque quizá la dijo al pasar o deseaba que pasara desapercibida.

En cambio, quienes llegamos al periodismo desde la profesión tenemos ventaja comparativa en ubicar la noticia en contexto histórico (cuando un periodista dice que "nunca hizo tanto frío como ahora", casi seguro que no consultó una tabla con las  temperaturas pasadas, sino que se olvidó de los fríos anteriores); y también en la dificilísima tarea de explicar causalmente los hechos que son noticia. En este último aspecto, con frecuencia somos útiles por la negativa, mostrando el poco o nulo fundamento que tiene la explicación causal de los hechos, planteada de manera contundente por los periodistas).

Esta "división del trabajo" no necesariamente implica multiplicidad de personas, porque compatriotas como Daniel Della Costa, Willy Kohan y Néstor Scibona, que vienen del lado periodístico, están en condiciones no digo de formular una teoría, pero sí de sostener una conversación sustantiva con cualquier miembro de algún equipo económico. Por el otro lado, soy considerado "decano" de los graduados en Economía que incursionó en los medios masivos de comunicación, y  por consiguiente aprendí algunas de sus habilidades.

Pero como estas son más bien excepciones a la regla, mi artículo periodístico ideal tiene una primera mitad, escrita por un periodista, donde se identifica y describe una noticia, y una segunda mitad, redactada por un economista, donde se la coloca en contexto histórico y se la explica en el plano causal. Alternativamente habría que publicar dos artículos, uno al lado del otro, que se complementarían.

Los periodistas, como los economistas, los sacerdotes y los médicos, constituyen un grupo heterogéneo; de manera que no sirve hablar de "los periodistas", como tampoco hablar de "los economistas".

Algunos periodistas se documentan, otros arrancan con un título; algunos periodistas preguntan, otros "pontifican" buscando cómplices; algunos periodistas escuchan y enhebran la conversación, otros saltan de tema en tema. Sobre esto último acertó María Esther Gilio, cuando al ser entrevistada por Pikielny (1998) afirmó lo siguiente: "La escucha es más importante que la pregunta. La escucha te dicta la pregunta que viene, es el entrevistado el que dicta esa pregunta. Entonces hay que estar atento".

Un par de herramientas frecuentes que utilizan los periodistas para extraerle información a los funcionarios son el juego de la mentira-verdad y hacer la segunda pregunta, en vez de la primera. Ejemplo: el periodista no sabe cuál es la relación deuda pública/PBI, y teme que si le pregunta al funcionario de manera directa, éste se negará a contestar. Entonces formula la siguiente pregunta: "¿No le parece mucho que la relación deuda pública/PBI supere 40%?". Para no asustar a la población, el funcionario responde que dicha relación no es del 40% sino del 35%... ¡que es lo que quería averiguar el periodista!

Plantear la segunda pregunta tiene características similares. El periodista quiere saber si el ministro de Economía concurrirá a la próxima reunión del FMI, pero parte de la base de que si se lo pregunta de manera directa, el funcionario podría no responder. Entonces formula la siguiente pregunta: "En la próxima reunión del FMI, ¿se entrevistará usted con la directora gerenta de la institución?". Si no piensa viajar, el funcionario dirá: "Es que no voy a concurrir", mientras que si piensa viajar puede que conteste: "Veremos". Otra vez, el periodista se juntó con el dato que buscaba.

¿A qué clase de periodistas deben los funcionarios concederles entrevistas? Aquí se plantea un conflicto, porque los periodistas que tienen mayor audiencia son los que formulan las preguntas o comentario más incisivos (recuérdese que en los medios masivos de comunicación "el oficialismo no paga"). Los periodistas que deseen llegar a mayores audiencias tienen que saber que se exponen a entrevistas más exigentes; los que no, que no enfrentarán menos desafíos, pero contarán con menor audiencia.

Lo que nunca tiene que hacer un funcionario es indicarle al periodista cuáles son las cuestiones sobre las cuales no debe preguntarle, porque automáticamente serán aquellas sobre las cuales va a preguntar más; si tiene oficio, de manera indirecta, para que el entrevistado crea que aquel está cumpliendo su palabra.

En particular, los funcionarios tienen que negarse a contestar preguntas personales, no importa la presión que les hagan los periodistas. ¿Pasó alguna vez algún semáforo en amarillo? No contesto preguntas personales. ¿Importó algún artículo electrónico, sin abonar los correspondientes derechos? No contesto preguntas personales. ¿Cobró alguna vez algún honorario sin emitir facturas? No contesto preguntas personales. ¿Manda a sus hijos a escuelas públicas o privadas? No contesto preguntas personales. ¿Compró alguna vez algún dólar en el segmento negro del mercado de cambios? No contesto preguntas personales. Claro que esto enfurecerá al periodista, quien intentará duplicar la apuesta. Pero sólo va a conseguir su propósito si el funcionario no sabe resistir la presión.

¿Cuál es el problema? Que cuando una entrevista ingresa al plano personal se convierte en otra entrevista, y que más allá de que resulta irrelevante para la audiencia, que busca pistas para adoptar sus decisiones, constituye materia prima insuperable para el periodista. He visto cómo literalmente terminaron entrevistas cuando los funcionarios tuvieron que explicar si cobraban jubilaciones de privilegio, tenían fondos en el exterior o utilizaban preservativos.

Los periodistas son víctimas de lo que, en Teoría de los Juegos, se denomina el "dilema del prisionero" (desarrollado por Merril M. Flood y Melvin Dresher, y formalizado por Albert William Tucker). El siguiente caso ilustra este punto con claridad.

Carlos García Martínez (ministro de Comercio Exterior del presidente Roberto Eduardo Viola) protagonizó el más publicitado cortocircuito de 1981, al invitar a un periodista de La Nación a conversar off the record. Al día siguiente, 28 de mayo de 1981, la tapa del mencionado matutino tituló "Adviértase sobre el riesgo de un colapso económico", una nota que comenzaba textualmente: "Una alta fuente del área económica oficial expresó que 'si no se adoptan las medidas necesarias para corregir la actual situación, se corre el riesgo de un colapso económico a breve plazo'", lo que precipitó un colapso económico. El viernes 29 el Banco Central perdió reservas por US$ 350 millones, por lo cual cuando ese día entrevistaron al ministro Lorenzo Juan Sigaut, contestó: "El que apueste al dólar va a perder". El lunes 2 de junio el precio del dólar volvió a aumentar 30%, y la credibilidad de la palabra del ministro Sigaut desapareció por completo.

Por la existencia del dilema del prisionero, y porque también en los medios de comunicación se decide en base al principio error tipo I, error tipo II, no solamente el off the record no existe, sino que ningún periodista se puede guardar nada, no sea cosa que alguien más tenga la noticia, y al día siguiente se publique en todos los otros diarios, y no en el que trabaja quien creía que tenía una primicia.

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