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EL DÓLAR, MÁS $54 QUE $43

Economistas no K confirman: casi 20% de atraso cambiario

Aunque por distintos caminos, economistas más cercanos al gobierno que a la oposición K coinciden en que el dólar está atrasado: uno, Orlando Ferreres, diagnostica desequilibrios estacionales de oferta y demanda cambiaria, y otro, como Martín Tetaz, afirma que, de no mediar el déficit previsional que, según destaca, los políticos evitan remediar, la paridad no estaría tan lejos de los $43 de estos días, luego de sendas recuperaciones. El ex viceministro de Economía en la primera experiencia menemista de los ´90 dice, sin eufemismos, que hay un atraso circunstancial porque la cotización debería andar por $47/49. Lo atribuye a una concentración de liquidaciones de cosecha que pronto amainará, a los desembolsos del FMI y al estímulo del BCRA al carry trade (arbitraje entre pesos sobrevaluados y verdes subvaluados), y no descarta que se llegue a esos niveles en breve. Tetaz, con programas en medios del grupo Clarín, concede que, al no ser reformado el sistema jubilatorio que ocupa la mayor parte del gasto público, el valor se acercaría más a los $54 que calcula el estudio de Ferreres siguiendo una curva de equilibrio de balanza de pagos que al actual piso que comenzó a moverse. Faltaría evaluar cómo repercute el efecto achicamiento persistente de la economía y fuga de capitales en las erráticas pizarras, un paquete asimismo signado por la incertidumbre electoral.

Por el camino del frenético sube y baja del dólar en el país, que es capaz de alternar una devaluación del 125% en 2018, más otra de 17% desde enero a mayo de 2019, con una bajada del 7% entre junio y mitad de julio, y de nuevo, en un solo día de este mes, un rebote de 2%, se evaporaron US$27.320 millones el año pasado y US$7.036 millones más en el 1er. cuatrimestre de este.

A medio año de culminar el mandato de Mauricio Macri, según el último dato oficial a abril, se llevaban fugados del sistema financiero argentino US$68.388 millones, en el marco de un incremento de casi el 300% en la paridad entre el blue a $14,77 que había dejado el gobierno de CFK en diciembre de 2015 a los $ 43,49 de la víspera.

No fue gratis para la moneda local, que es con la que se realizan las transacciones cotidianas dentro del territorio: cobrar,  pagar, prestar, devolver. 

Si junio diera 2,5%, como se maneja extraoficialmente, el acumulado de inflación de la actual gestión presidencial ascenderá a 217%, aún más de 80 puntos de “atraso” respecto de la devaluación.

Pero como, más que las estadísticas, son las percepciones del momento las que guían las tendencias de los poseedores de monedas fuertes en Argentina para retenerlas o desprenderse de ellas, cuando el dólar bajó a menos de $43 activó las alarmas del denominado atraso cambiario y se replegaron: el volumen operado se achicó 19%, a US$700 millones, porque el agro que venía liquidando a un ritmo de US$135 millones diarios desde junio, lo cual contribuyó a la fuerte apreciación del peso, anduvo por los US$100 millones, a los que se suman los US$60 millones que licita el BCRA a cuenta del Tesoro en cada jornada.

De modo que unas órdenes de compra que aparecieron a última hora por apenas US$27 millones hicieron saltar la divisa 40 centavos.

En Washington DC, tras la sorpresiva salida de la directora gerenta del FMI, Christine Lagarde, el board del organismo, que nuclea a 24 directores que representan a los países miembros, digirió el llamado staff report con el que el comité ejecutivo justificó el reciente desembolso a la Argentina prestándole especial atención al párrafo que previene sobre “riesgos elevados” del programa ante el proceso electoral que se viene, los cuales “estuvieron claramente demostrados en la volatilidad de los mercados en abril”.

Detrás del informe vislumbran una elevada necesidad de financiamiento, que es puesta en zona de riesgo, agravado los efectos que los espasmos de los mercados podrían ocasionar a una cobertura de financiamiento fiscal de por sí exigente y que acentuarían la fuga, con las consiguientes presiones cambiarias.

Mientras el endeudamiento en relación al PBI a nivel mundial aumentó un 320%, en Argentina lo hizo 127%, pero con una economía más orientada a la fuga de capitales que a atraerlos, y con un mercado de capitales jibarizado y sin espaldas. 

O sea que el riesgo-país ya no sólo está alto para las calificadoras de Wall Street, sino que también para los representantes del directorio del FMI. 

De modo que, en cuanto se disipe la incertidumbre electoral, vendrá la siguiente, la financiera y conducente: ¿cuál será el crédito disponible para repagar deuda? ¿Y para el crecimiento? Chi lo sá....

De rebote, el fantasma del atraso de la paridad, histórico preludio de las devaluaciones, se volvió a agitar en la cátedra vernácula y, paradójicamente, fuera de las agendas de campaña.

No fueron Alberto Fernández ni Axel Kicillof quienes lo pusieron de relieve, sino un economista que si hubiera que encuadrarlo, sería más afín a Juntos para el Cambio, como Orlando Ferreres. 

Él advirtió, previo al respingo de ayer, que el actual valor era circunstancial y estaba “un poco atrasado”, por lo que en unos meses, ya sin las liquidaciones del campo y acreditados los desembolsos del FMI, “se va a recuperar a $47/49 para estar bien”.
Tomando como referencia un indicador que lleva su estudio vinculado al equilibrio de balanza de pagos, estimó que el dólar debería estar a $53/54, o sea un 20% más que ahora.

Recogió el guante Martín Tetaz, columnista de Macroeconomía en radio Mitre y TN (grupo Clarín) en la newsletter Clase Media, e introdujo un nuevo ingrediente a la polémica: el tema previsional está atado a la cuestión del tipo de cambio real de equilibrio.

Tetaz subordina esos $53/$54 de los que habló Ferreres a lo que sucede tanto con el ahorro privado como el público, pero además a la influencia que tiene la percepción de los mercados respecto de la consistencia temporal de los desequilibrios.

“Si el Estado ajusta el monto de los componentes solidarios del sistema de seguridad social a su restricción presupuestaria evita el déficit, pero si además lo hace de manera de incorporar el deterioro del bono demográfico en esa ecuación, genera un superávit hoy para financiar el déficit de mañana, contribuyendo de ese modo a la sostenibilidad intertemporal de sus finanzas, lo cual además desplomaría el riesgo país, bajando el costo del financiamiento externo”, expone.

La posición de Tetaz es que mientras la política no resuelva encarar una reforma previsional, el ajuste será hecho “eventualmente por otra devaluación” y en consecuencia la paridad se acerca mucho más “al 54 de Ferreres al 42 actual”.

Aboga para que, al mismo tiempo, “si el Estado organiza un buen sistema de ahorro complementario, mucha gente, formal e informal, e incluso los trabajadores que se dedican a las tareas del hogar y el cuidado de la familia, puedan empezar a ahorrar, lo cual ayudaría a bajar la dependencia del ahorro externo, ayudando a que el balance de pagos se equilibre con un dólar más barato en el largo plazo”.

Talón de Aquiles

El joven economista, que se graduó en plena crisis de 2002, asume que “el sistema de seguridad social, por su peso relativo, es el talón de Aquiles de la sostenibilidad de las finanzas públicas acá y en la China, aunque justamente los asiáticos descansen más en la familia y menos en el estado. Por un lado hay un crecimiento en la esperanza de vida de la población, que por ejemplo en Argentina era de 66 años en el Censo de 1970 y hoy asciende a los 76 años”. 

Pone de relieve que hay, además, un paulatino envejecimiento poblacional, “porque la matriz demográfica está cambiando; así, mientras que en 2010 había 5,34 personas que tenían entre 20 y 64 años, por cada mayor de 65, según las proyecciones del INDEC ese ratio caerá a 4,32 en 2028 y a 3,79 para el 2040”.

Ante lo que llama restricción demográfica, pregunta: “¿por qué le pedimos tanto al Estado, en relación a nuestros viejos y tan poco en relación a nuestros niños? Y da como ejemplo que, según datos del INdEC, el 46,8% de los menores de 14 años son pobres, mientras que solo el 9% de los mayores de 65 caen en esa categoría. 
Es una lógica que da por sentado que el único camino posible es seguir aplicando el modelo de crecimiento exclusivo, de continuo achicamiento de la economía generadora de empleos y que por tanto estrecha el futuro para las mayorías mientras incentiva, de ese modo, que la escasa riqueza que produzca se oriente hacia la fuga de capitales de minorías y sea compensada por endeudamiento."

“¿Por qué las mujeres se jubilan más temprano que los hombres?, lo cual nos lleva a cuestionarnos ¿Por qué razón tiene que haber una edad mínima para jubilarse?”, ahonda en su tesis. 

¿Qué opción de seguir trabajando en esta Argentina de permanente PBI en retroceso tendrían las mujeres y hombres que no quieran acogerse al régimen de salida temprana, cuando las corporaciones y el propio Estado obligan a los trabajadores que cruzan los límites de edades, salvo excepciones, a ejecutar el retiro? 

Sin contar las jubilaciones de privilegio y las moratorias masivas que abarcaron a los trabajadores que tenían sus contribuciones al régimen previsional regularizadas por haber vivido en un país de persistente inflación, cuya economía se dividía por mitades entre formal e informal, un tercio del padrón que reunió más de 30 años de aportes percibe haberes que no llegaron siquiera al 82% móvil.  

Tetaz aclara en su artículo que “no podemos soltarles la mano a los adultos mayores y que las jubilaciones deben tener un componente solidario, pero si tenemos alguna chance de revertir la matriz de pobreza de la Argentina, es mejorando oportunidades en los niños”.

Concluye que“sería más razonable (y sostenible) que cada uno se jubile cuando quiera y que el Estado organice un sistema previsional con 2 componentes; uno que esté atado a los aportes efectuados a lo largo de la vida y otro de carácter solidario, que ponga un piso de cobertura a las necesidades básicas; una suerte de Asignación Universal, similar a la que perciben los niños”. 

Con una pérdida del 30% en el ingreso desde diciembre de 2015, más del 10% de desocupación y una mezcla de recesión e inflación instalada en el día a día que la inestabilidad cambiaria potencia sin desmayos, ¿podría por sí misma y sin un contexto de normalidad en el crecimiento del ingreso y una más equitativa distribución una reforma previsional que empiece a transformar gasto en ahorro, como propone Tetaz, acercar el dólar a los $43 en lugar de los $54 de Ferreres?

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